Opinión

Reconocimiento social

Artículo de opinión de Víctor Aznar Marcén, presidente de la Fundación para el desarrollo de la Enfermería.

28 enero 2019 3 minutos de lectura

A veces, los hechos de la vida cotidiana abandonan su aparente normalidad para sorprendernos y emocionarnos. Es lo que me ocurrió cuando conocí el homenaje del pueblo de Torremocha a Amparo Ruiz Arriazu como reconocimiento de su trabajo con los vecinos durante el último cuarto de siglo.

Torremocha de Jarama es un municipio de apenas 900 habitantes, ubicado en el noreste de la comunidad de Madrid, limitando con la provincia de Guadalajara. Es el clásico pueblo rural que nadie imaginaría a 63 kilómetros de una metrópoli como Madrid. Cuenta con un consultorio local, habilitado por el Ayuntamiento, dotado con dos profesionales sanitarios: un médico y una enfermera. Hasta aquí, no hay nada extraordinario que destacar. Son las dotaciones y servicios propios de una localidad de estas características. Sin embargo, en muchas ocasiones, no hay nada más revolucionario que la propia realidad.

A veces, los hechos de la vida cotidiana abandonan su aparente normalidad para sorprendernos y emocionarnos. Es lo que me ocurrió a mí cuando conocí el homenaje del pueblo de Torremocha a Amparo Ruiz Arriazu como reconocimiento de su trabajo con los vecinos durante el último cuarto de siglo. Sencillamente, Amparo ha cumplido con su responsabilidad como enfermera desde que obtuvo la plaza en este lugar en 1992, con las funciones propias y cotidianas de la atención primaria y comunitaria. Sin más. Por este motivo, lo más emocionante de todo es que el pueblo le ha devuelto su dedicación en forma de agradecimiento, con un acuerdo plenario aprobado por unanimidad y con un acto público apoyado con la presencia de los representantes institucionales de la sanidad madrileña, coincidiendo con el 40 aniversario de la Constitución española que en su artículo 43 reconoce el derecho a la salud de los ciudadanos. Es lo que ha hecho Amparo con su labor, garantizar el acceso a la sanidad de los habitantes de Torremocha. De ahí, el reconocimiento recibido justo cuando está cercano ya el final de su carrera profesional como enfermera.

A veces, los hechos de la vida cotidiana abandonan su aparente normalidad para sorprendernos y emocionarnos. Es lo que me ocurrió cuando conocí el homenaje del pueblo de Torremocha a Amparo Ruiz Arriazu como reconocimiento de su trabajo con los vecinos durante el último cuarto de siglo. Sencillamente, Amparo ha cumplido con su responsabilidad como enfermera. Por este motivo, lo más emocionante es que el pueblo le ha devuelto su dedicación en forma de agradecimiento.

Estamos acostumbrados a que los medios de comunicación destaquen las historias inspiradoras y el compromiso social de personalidades de relevancia pública como deportistas, actores, presentadores de tv… Sin embargo, el verdadero enfoque de la realidad nos lo manifiesta el ejemplo de personas anónimas como Amparo, dedicando su vida profesional a cuidar de la salud de los habitantes de un municipio rural como Torremocha de Jarama, llegando a convertirse en un referente para todos ellos y obteniendo un merecido reconocimiento por su relevancia profesional. Es la imagen de la enfermería que la sociedad nos devuelve y la que nosotros, como enfermeros, tenemos que proyectar también.

Afortunadamente, cada vez es más frecuente que los profesionales de enfermería reciban reconocimientos como el brindado por Torremocha de Jarama a su enfermera, un hecho que demuestra también la relevancia social de la profesión, cada vez mayor. Incidir en sus valores y potenciarlos desde el propio colectivo es lo que pretendemos nosotros también con iniciativas como los Premios Enfermería en Desarrollo, pues el reconocimiento es importante para llamar la atención de los ciudadanos sobre la importancia de los profesionales del cuidado y para fortalecer nuestra identidad colectiva, en una sociedad cada vez más preocupada por su bienestar físico y psíquico, donde los enfermeros podemos desempeñar un rol muy destacado. Así comienzan a reconocernos.

Etiquetas: enfermeria rural,Víctor Aznar Marcén