¡Ya van cinco años! Cinco años de la revista Enfermería en Desarrollo y cinco ediciones de la gala y los Premios Enfermería en Desarrollo. Podría decirles que cuando empezamos a esbozar este proyecto estábamos totalmente convencidos de su éxito, que no hubo tensiones ni resistencias; pero entonces les mentiría. La costumbre y la tradición siempre intentan neutralizar la emergencia de cualquier innovación, pero ante un presidente maño y convencido, no hay quien se lo ponga por delante.
¿Y de qué estábamos convencidos? ¿Qué es en realidad lo que queríamos hacer? Pues teníamos, y tenemos, la firme convicción de que hay que cambiar el modo en que la sociedad ve y trata a las enfermeras, y de que ese cambio empieza por nosotros, por los propios profesionales, por cómo nos vemos.
Así que nos propusimos desplazar el foco e iluminar todo lo que, desde la perspectiva habitual, se encuentra en la penumbra o resulta directamente invisible. Dar luz a lo “cotidiano”, a “lo esencial”, a las necesidades de las personas y al trabajo enfermero, desvelando las trampas de los espejos en los que nos habíamos contemplado hasta ahora para proyectar nuestra verdadera imagen con toda nuestra grandeza y talento profesional, en los escenarios, en la televisión o, como ocurrió el pasado 29 de noviembre de 2018, en las pantallas de la Gran Vía de Madrid.
Los premios surgieron porque queríamos formar parte del cambio; marcar un antes y un después en la figura y el poder de las enfermeras, en cómo nos vemos y en cómo nos ven; ayudándonos a poner en valor todo lo que hacemos y todo lo que somos.
Queríamos y queremos expresar que no tenemos por qué limitarnos a ser un único tipo de enfermera; que podemos tener múltiples facetas, que cada día nos reinventamos para generar bienestar y prestar cuidados, y que, gracias a nuestro trabajo y a nuestras cadenas de cuidos, se sostiene la vida. Pero más allá de eso, nuestra gran sorpresa ha sido que los premios son una fuente inagotable de inspiración y de generación de alianzas y sinergias. Nuestros finalistas y ganadores, y también los profesionales que comparten durante todo el año en nuestra revista su trabajo diario, se configuran como referentes para todos, aperturan nuevos caminos, nuevas formas de ser y vivir la enfermería. Poco a poco, van tejiendo redes más allá de lo individual, contrarrestando el sesgo acumulado durante años en los que no hubo lugar para las enfermeras en los órganos de poder y decisión del sistema sanitario.
Desde sus inicios, los premios son un escenario para hacernos ver a las enfermeras, para iluminar la esencia de nuestro trabajo que muchas veces es invisible a los ojos políticos, que escapa a análisis macroeconómicos y a criterios de rentabilidad. Queremos iluminar la rentabilidad de nuestros cuidados en términos sociales y de bienestar. Queremos usar este poder mediático por el “derecho al cuidado” de todas las personas, que pasa porque se haga justicia con las enfermeras en el sistema sanitario y ocupemos el lugar que nos corresponde, con el número de profesionales que en términos de seguridad y calidad, también nos corresponde.
Las decisiones sanitarias no pueden tomarse solo con criterios técnicos; hay que optar entre valores. Un presupuesto es la traducción contable de una priorización de valores. Por ejemplo, hay que elegir entre adscribir más recursos a aumentar la población con buena salud o aumentar sólo la supervivencia; o elegir una prioridad con independencia de la edad y el género, o hacerlo para una edad y género. Tal y como comprobaron las autoridades presentes en los premios, es el momento de que nos elijan entre sus prioridades y marquen con nosotros un antes y un después para la sociedad.