Avanza septiembre. Como cada año, se abren las puertas de los centros educativos dejando que entre el futuro, unas veces con más ganas e ilusión que otras. El futuro, esos pequeños, que con la mirada todavía cubierta de sueño, se incorporan a su particular “jornada laboral”, durante la que irán construyendo los pilares que les conducirán a la adquisición de unos hábitos que, muy probablemente, se mantendrán a lo largo de su vida. Pero no todos los niños viven la escolarización de la misma manera ni con las mismas oportunidades.
Para Mónica y su familia “la vuelta al cole” esta vez no ha sido igual que otros años, ni parecida a la del resto de los niños de su clase. En el mes de junio Mónica debutó con una diabetes mellitus tipo I, insulinodependiente que está correctamente controlada, tras un pequeño periodo de ingreso en un hospital pediátrico, y siguiendo los controles habituales por parte de su enfermera del centro de salud y su pediatra.
Desde el momento del diagnóstico, los padres de Mónica han tenido que adquirir nuevos conocimientos y competencias que les capacitan para el adecuado cuidado de su hija y que contribuyen a que la pequeña pueda continuar haciendo una vida normal. Hasta aquí, nada especial. Lo difícil ha llegado al intentar mantener con normalidad la escolarización de Mónica. Frases como: “El colegio no puede asumir el cuidado de esta niña”, “No estamos preparados para este tipo de enfermedades” o “¿Qué ocurriría si Mónica sufre una hipoglucemia?” han sido repetidas hasta la saciedad por los responsables del colegio al que ha acudido Mónica los últimos cinco años.
“Pocos colegios incorporan a una enfermera, a pesar de nuestra reconocida competencia para detectar, resolver o derivar problemas de salud”
¡Ojala el caso de Mónica fuera el único que existe en nuestro país! Sin embargo, son miles los niños aquejados de ésta u otras patologías crónicas, con unas necesidades diferentes a las de otros niños, que están siendo ignorados sistemáticamente por todos y cada uno de los gobiernos que se han ido sucediendo a lo largo de los años, haciendo una clara dejación de sus responsabilidades en relación con la protección de la salud y el derecho a la educación en igualdad de condiciones, de los menores.
Sabemos que los niños con patologías crónicas van menos a clase, lo que supone una desventaja importante con respecto a sus compañeros, y que sus padres pueden tener más problemas laborales, pudiendo incluso tener que abandonar sus trabajos para atender a sus hijos durante el horario escolar.
Sin embargo, son muy pocos los colegios donde se ha incorporado a la plantilla del centro a una enfermera, a pesar de nuestra reconocida competencia para detectar, resolver o derivar en caso necesario problemas de salud, realizar programas de educación, prevención y promoción de la salud, llevar a cabo el seguimiento de niños con patologías crónicas, apoyar a docentes y familias en las dudas que puedan tener en aquellos temas que son de su competencia y, sobre todo, capacitar a los niños y niñas en la adquisición de conocimientos y hábitos de vida saludable que en el futuro supondrán una mejora de la salud de toda la población.
Avanza septiembre. ¿Durante cuánto tiempo más seguiremos abriendo las puertas de los colegios sin que importe cuántas Mónicas tengan que quedarse fuera? ¿Cuándo pondremos los medios necesarios para asegurar la salud al futuro?