Opinión

Ikigai

¿Es esto lo que realmente quiero hacer? ¿Soy feliz con lo que hago? ¿Es así como esperaba vivir mi profesión? ¿Qué quiero cambiar a partir de ahora? Estas pueden ser algunas de las preguntas que todos, a lo largo de nuestra vida profesional, nos planteamos al menos una vez.

17 diciembre 2020 / Número 26 2 minutos de lectura

En momentos como los actuales, en los que estamos viviendo una grave crisis sanitaria, económica y social por la que hemos visto alterada o interrumpida nuestra actividad normal, la incertidumbre y el miedo facilitan la introspección necesaria para que abordemos todas estas cuestiones y, al mismo tiempo, es esta inseguridad la que puede hacernos más proclives a compartir el resultado de nuestra reflexión con otros compañeros.

Hace unos meses, participé en una apasionante charla casi catártica, con varios amigos en la que salieron a la luz nuestros puntos de vista, decepciones y alegrías. Prácticamente repasamos todas las preguntas que, a modo de ejemplo, he enumerado al principio de mi reflexión.

Como si se tratara de una conjura previamente diseñada, unos días después tropecé con un artículo firmado por Francesc Miralles, escritor y colaborador habitual de El País, donde descubrí por primera vez la palabra “ikigai”.

Se trata de un término japonés que no tiene una traducción exacta en español. Sin embargo, algunos autores lo traducen como “tener una razón por la que vivir, un propósito vital”. Es la combinación de aquello que te motiva, te impulsa y se convierte en tu ideal. Trasladado al ámbito profesional, hallar tu ikigai significa encontrar un trabajo gratificante en tu día a día, uno que hayas elegido y que tenga un sentido. En palabras de Francesc Miralles, “la actual crisis y el clima de desconcierto nos impulsa, más que nunca, a buscar nuestro ikigai”.

Francesc Miralles y Héctor García, en su libro “Ikigai. Los secretos de Japón para una vida larga y feliz”, explican el método que se debe seguir para definir tu ikigai. Lo primero que necesitamos es hacer un trabajo de introspección sobre los cuatro pilares que sustentan nuestra vida: El primer pilar es el que soporta las cosas que de verdad nos gusta hacer, lo que amamos. El segundo está formado por aquello que se nos da realmente bien hacer. El tercero, las cosas que cada uno de nosotros podemos hacer y por las que además sabemos que otros estarían dispuestos a pagarnos. Y el cuarto, aquello que cada uno de nosotros puede aportar para mejorar el resto del mundo.

Repasemos cada uno de nosotros el listado que forman nuestros cuatro pilares, y podremos decirnos con honradez dónde nos encontramos para tomar, o no, las decisiones que nos parezcan más adecuadas. Se trata, en definitiva, de identificar aquello que hacemos bien y que nos apasiona. La situación más gratificante para la persona será aquella que vincula los cuatro pilares y se encuentra en el cruce, relacionando así pasión, misión, profesión y vocación.

La única manera de mejorar es desarrollando la capacidad para evaluarnos a nosotros mismos. Después, la decisión de qué hacer, con los resultados observados, corresponde a cada uno. Aunque, en mi opinión, deberíamos tener presente la frase atribuida a la escritora George Eliot: “Nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido”.

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