Queda mucho bueno por hacer y por conseguir en nuestra profesión y en nuestro día a día.
Hasta el último detalle está preparado. Nada puede fallar. Se ha revisado y repasado todo, tantas veces, que el equipo completo, independientemente de su responsabilidad directa, conoce cada uno de los pasos que tiene que dar el otro “…por si necesita que le eche una mano”.
Nervios. Muchos nervios. “…Que todo salga bien, que nada falle”. Aquellos que siempre permanecen detrás del escenario, pasan los peores momentos justo antes de empezar, hasta que comprueban que todo fluye y pueden empezar a relajarse, aunque nunca del todo, siempre vigilantes… “por los imprevistos que puedan surgir”.
Es la hora. Puntualmente comienzan a llegar finalistas y jurados. Es un gran momento. Por fin vamos a poner cara a unos compañeros de los que solo conocemos una pequeña parte de su biografía y su trabajo, algo en lo que han puesto esfuerzo e ilusión, y que han querido compartir con todos nosotros.
Hasta ese momento, el contacto con ellos ha sido telefónico y a través del correo electrónico. Se nota que queremos sentirnos más cerca unos de otros, como si necesitáramos compensar esa carencia que siempre aparece cuando no se ha tenido la oportunidad del contacto directo, la cercanía de una conversación relajada. Se respira alegría y se perciben los nervios y la expectación. Alegría por haber llegado hasta aquí, por la experiencia, muchas veces inédita, de sentirse el centro de todas las miradas. Y nervios, muchos nervios por la incertidumbre de lo que queda por vivir en esta noche pensada y preparada para ellos.
Algunos de los jurados también comienzan a llegar, con más ganas que nadie de conocer por fin a los autores de esos trabajos “opacos”, que han leído y releído en su tiempo libre, hasta ir tomando poco a poco la inevitable decisión que ha traído hasta aquí a un pequeño grupo de participantes.
Todos ellos son profesionales de reconocido prestigio en su ámbito, ya sea asistencial, docente, gestor o investigador. Todos tienen en común haber dedicado una buena parte del verano a leer, analizar y evaluar el trabajo y las iniciativas que otros están desarrollando. Duro trabajo. Grande la responsabilidad. Muy difícil de llevar a cabo sin una buena dosis de motivación intrínseca y pasión por conocer los entresijos de su profesión, por tener el privilegio de recibir una pequeña muestra “de lo que se cuece” entre los que están construyendo, ladrillo a ladrillo, nuestro futuro.
Los asistentes comienzan poco a poco a llenar el patio de butacas y, casi como en un sueño, trascurre una jornada largos meses esperada. No se trata de cerrar un capítulo con un “prueba superada”. Queda mucho bueno por hacer y por conseguir en nuestra profesión y en nuestro día a día, trabajando para ampliar nuestra forma de relacionarnos y ser más colaborativos, creando redes de contactos que nos permitan expandir nuestros limites e innovar, reconociendo la singularidad y valía de muchos compañeros y equipos y, cómo no, explorando nuevos caminos donde sentirnos cómodos y en los que seamos capaces de añadir valor.
“Queda mucho bueno por hacer y por conseguir en nuestra profesión, trabajando para ampliar nuestra forma de relacionarnos y ser más colaborativos, expandir nuestros limites e innovar y explorar nuevos caminos donde seamos capaces de añadir valor”.