He querido poner en el título la intencionalidad de esta historia tan real -que parece que fue ayer cuando ocurrió y de esto hace 13 años- porque realmente esta adversidad se convirtió con el tiempo y con la ayuda de los profesionales de la salud, especialmente de enfermería, como una oportunidad para el cambio personal.
Tengo que confesar que recuerdo el infarto como una película. Parece que fue ayer y ya hace 13 años. No entendía qué me pasaba. Era un 13 de agosto a las 14:30h. Venía de la playa. Me había fumado un cigarro y estaba a punto de comer y, como una señal incomprensible, recibo un fuerte dolor en el pecho. Comienzo a sudar y me entra pánico. En breve espacio de tiempo estoy entrando en el hospital, directamente en la UCI, médico, enfermeras… todos corrían. Yo iba intuyendo lo que me estaba pasando. Imagino que en mi cara se describía el miedo que estaba viviendo, porque pasado un rato, me encuentro una enfermera junto a mi cama, calmándome y diciéndome “Rafael, te voy a poner el goteo un poquito más rápido, verás que notas alivio”.
Aquella enfermera volvió al rato y empezó a comentarme que ella estaba para cuidarme, que tranquilo, que no hiciera esfuerzo, que si necesitaba hacer mis necesidades la llamara. ¿Mis necesidades? Qué horror. Necesito orinar, pero cómo decirlo, y ahora la cuña. Creo que se dio cuenta de mis pensamientos porque dijo: “Tranquilo que debe ser duro para ti esta nueva situación y tener que pedir ayuda para tus necesidades, pero no te apures aquí estamos acostumbradas. Tú eres lo primero. Y así fue, ella con sus palabras me tranquilizó. Estaba pendiente, junto a ella, el médico que pasaba de vez en cuando y me decía: “Rafael intenta dormir” y yo me preguntaba: ¿Dormir? Para eso estoy para dormir.
Como sé que es complicado exponer toda la experiencia, porque no son solo hechos, sino emociones, sentimientos, quisiera plasmar lo que supuso el infarto a través de unos verbos que han estado presentes y siguen presentes.
Antes de empezar a contar lo que supuso la enfermería en todo mi proceso a través de estos verbos; quiero decir que estuve en un hospital de Huelva, dos veces en UCI; la primera seis días. Una vez estabilizado, fui a la planta, pero allí estuve un día ya que se repitió el infarto. Vuelta a la UCI (traslado a otro hospital; cateterismo, sten, UCI y 15 días en planta), agravada toda esta situación porque estaba fuera de mi ciudad y mis familiares tuvieron que trasladarse con lo que supone para una familia esta situación.
“Tras el infarto, en la UCI, la enfermera empezó a comentarme que ella estaba para cuidarme, que tranquilo, que no hiciera esfuerzo… Y así fue, ella con sus palabras me tranquilizó”.
Pero volvamos a la cuestión. El primer verbo que quería traer en esta experiencia es ACOGER. Qué difícil se hace expresar los sentimientos que se producen cuando se llega a un hospital. Te sientes muy mal. Entras en un mundo misterioso (UCI) y comienzas a ver caras de personas que se acercan, te observan, se alejan y tú piensas ¿Cómo estaré? ¿Qué está pasando? Hasta que por fin alguien menciona tu nombre, ella se presenta y me dice donde estoy, que entiende lo que estoy viviendo. Me imagino que mi cara lo estaba diciendo: tengo miedo, tengo pánico… no me dejes, porque ella comenta: “estaré aquí muy cerca, te estaré observando y si necesitas algo dímelo que estoy para ello”. Y comienzo a relajarme, a sentirme tranquilo y así se desarrollaron todos los días que estuve en el hospital, tanto en UCI, como en planta. Ciertamente, me sentí acogido por todo el personal sanitario, pero muy especialmente por las enfermeras porque me visitaban regularmente para análisis, para el BMT, para el electro…. y siempre con palabras que me hacían sentir una cierta tranquilidad.
El segundo verbo de mi experiencia es EDUCAR. En el hospital me dan mucha información sobre lo que me ha pasado: infarto, diabetes, hipertensión, medicación, ejercicio físico, alimentación… pero debo confesar que cuando salí por sus puertas se me había olvidado todo. Empecé a ponerme nervioso, no sabía cómo reaccionar, tenía miedo a quedarme solo y en mi cabeza solo aparecían interrogantes.
Gracias a la rehabilitación cardiaca, a la tarea de la fisioterapeuta y de Margarita Reina (enfermera) que por entonces llevaba la unidad, comenzaron a despejarse mis dudas; las sesiones en la unidad se convirtieron en un momento importante de educación para la salud; allí se hablaba de la medicación, de la alimentación, del ejercicio (además de hacerlo) y esto no sólo me relajó sino que me proporcionó las herramientas para conocer el episodio del infarto, los signos de alertas, mi diabetes. Creo que esta parte de mi proceso de recuperación fue fundamental; porque me ayudó a asumir de forma responsable mi problema de salud.
Por último decir que el tercer verbo sería ACOMPAÑAR. Una vez que dejas todos los dispositivos de asistencia y te quedas con las revisiones del cardiólogo y el médico de cabecera, te quedas un poco huérfano. Ciertamente vas poniendo en práctica lo aprendido, pero también te vas relajando, relativizando. Comienzas a dejar aspectos fundamentales para un buen tratamiento. La intuición de Margarita de generar en el área asociaciones de ayuda mutua que nos ayudaran a seguir poniendo en práctica lo aprendido fue un acierto, ya que nos ha posibilitado seguir haciendo ejercicio físico, poder hablar de nuestras dificultades y avances, vivir experiencias como el Camino de Santiago o conocer rutas senderistas en nuestros entornos… Nos han ayudado y nos ayudan a mantenernos adheridos al tratamiento.En todo caso, hay que avanzar, sobre todo, en el ámbito de la atención primaria para que la enfermera comunitaria y el médico de familia nos ayuden a seguir mantenido una actitud positiva y un acompañamiento técnico necesario para nuestra patología.