Opinión

Inteligencia emocional

Artículo de opinión de Yolanda Núñez Gelado, directora de Enfermería en Desarrollo.

04 octubre 2017 / Número 15 2 minutos de lectura

Parte del trabajo que hacemos las enfermeras se basa en la relación que establecemos con las personas a las que cuidamos. Esto supone enfrentarse, en numerosas ocasiones, a situaciones complejas que producen altos niveles de estrés, ansiedad y otras reacciones emocionales, que es necesario saber gestionar.

Podemos decir que realizamos una parte de trabajo físico y otra, no menos importante, de trabajo emocional. La habilidad para identificar y manejar las propias emociones, al tiempo que se reconocen e interpretan las de la persona con la que estamos trabajando y sus familiares, se convierte, por tanto, en una herramienta fundamental para el establecimiento de una relación terapéutica enfermera-paciente eficaz.

El interés por el cuidado emocional no es nuevo. En la década de los 80, durante mi etapa de estudiante de la diplomatura, se hacía especial hincapié en que debíamos dar apoyo emocional al paciente. Aunque era habitual entre los estudiantes la búsqueda de la fórmula que nos permitiera adentrarnos en ese mundo emocional, que tan lejano a nosotros parecía, nunca conseguimos una respuesta que nos convenciera. Íbamos en busca de una receta que, de forma casi mágica, nos permitiera acercarnos al paciente y obtener siempre la respuesta esperada.

Tuvieron que pasar varios años antes de que entendiera que el apoyo emocional no es algo puramente intuitivo y bienintencionado, sino que debe aprenderse y practicarse, hasta que lo incorporamos al cuidado como una parte del mismo, ya que cuidar con profesionalidad requiere dominar conocimientos, actitudes y habilidades, entre ellas las de tipo emocional. Es imprescindible que adquiramos capacidades emocionales, empezando por el reconocimiento y la comprensión de las emociones, ya sean propias o de las personas a las que cuidamos o sus familiares, para poder desarrollar un cuidado integral sin comprometer nuestra propia salud emocional.

Pero no olvidemos que, casi siempre, trabajamos en colaboración con otras personas, en equipos donde, con relativa frecuencia, aparecen tensiones, confrontaciones y conflictos, provocados o añadidos a la continua presión asistencial, la falta de recursos, las diferentes personalidades de sus miembros, etc.

Las relaciones interpersonales en un equipo de trabajo son, por tanto, una pieza fundamental que interviene en su adecuado funcionamiento. Los equipos formados por personas con habilidades emocionales tienden a presentar menos conductas de hostilidad entre sus miembros, a aceptar mejor las ideas de los otros y a trabajar más fácilmente de forma cooperativa, componiendo así equipos más cohesionados, eficaces y seguros para las personas que atienden.

Sin embargo, todo esto no estaría completo, ni podría llevarse a cabo, sin el trabajo imprescindible de unos líderes emocionalmente inteligentes, con capacidad para estimular y motivar a las enfermeras, transmitir empatía y manejar adecuadamente los conflictos, ya sea con enfermeras, pacientes o familiares.

¿Tendremos que esperar a que sean otros los que decidan que las enfermeras necesitamos ser emocionalmente competentes para que empecemos a tenerlo en cuenta seriamente, o estamos dispuestos a asumir la responsabilidad y el esfuerzo que dicha formación conlleva?

Etiquetas: valores enfermeros