Durante varios años tuve la ocasión de trabajar en la unidad de oncología de un hospital pediátrico donde los estándares de calidad conseguidos eran altos y el ambiente laboral bueno.
La cotidianidad hacía que los días pasaran sintiéndonos, en general, satisfechas con el trabajo que allí desempeñábamos y con las relaciones que establecíamos tanto con otros miembros del equipo como con los pacientes y sus familias.
Una mañana apareció publicada, en la sección de cartas al director de un periódico de tirada nacional, una larga carta firmada por los padres de un niño que había estado ingresado en nuestra unidad. En ella desmenuzaban gran parte del trabajo realizado diariamente por “sus” enfermeras, desde la perspectiva de quien recibe nuestros cuidados, agradeciendo y engrandeciendo la labor cotidiana del equipo.
El recuerdo de lo que en ese momento supuso para todo el equipo ese pequeño reconocimiento me ayuda a reflexionar sobre cómo lo cotidiano convierte actuaciones de gran valor y trascendencia para los otros en rutinas a las que no concedemos demasiada importancia. Hasta que, de pronto, ese valor que alguien le otorga nos hace volver la mirada y darnos cuenta de que no por habitual nuestro trabajo pierde su potencia y calidad.
A lo largo de los años, he sido testigo, en otras muchas ocasiones, de situaciones similares hacia las enfermeras, tanto proveniente de pacientes y familiares, como de círculos académicos o laborales. En todos los casos, he podido comprobar cómo el reconocimiento ajeno es capaz de encender la llama de la motivación, renueva el entusiasmo por lo que la enfermera sabe y hace y anima a iniciar aquellos cambios que en ocasiones tanto cuesta emprender.
Nos acostumbramos a lo que hacemos, sintiéndolo como si no tuviera importancia porque esa cotidianidad y la repetición le quitan, a nuestros ojos, parte de su extraordinario valor. Por eso, cuando ese trabajo es divulgado y valorado por otros, se revitaliza. Cuando alguien dice “esto es muy bueno”, le añade un valor intangible que le hace crecer.
Pensando en esta cotidianidad que apaga los éxitos y en las pequeñas y grandes aportaciones que las personas hacemos para ayudar a mantener, mejorar o recobrar la salud de otras personas, nacen los premios “Enfermería en Desarrollo”. Puede que sirvan para descubrir la labor de otras personas, para sorprendernos con la creatividad de algunos compañeros o para aprender entre todos. Pero, sobre todo, nos gustaría que sirvieran para conocernos un poco mejor y otorgar ese merecido reconocimiento que siempre hace falta.
Os animo a todos a participar. Queremos conocerte. Queremos saber qué haces, cómo lo haces y, sobre todo, cuál es tu para qué.
“Los premios Enfermería en Desarrollo nacen para conocernos mejor y potenciar el reconocimiento a los profesionales”.