La Graciosa es la octava isla del archipiélago canario. Un estrecho de apenas un kilómetro, conocido como El Río, la separa de Lanzarote, cabildo al que pertenece. Desde allí parte su único acceso en barco, un trayecto de veinte minutos. Tiene una superficie de 29 kilómetros cuadrados, declarados Reserva de la Biosfera. Cuenta con dos núcleos de población, la Caleta del Sebo, donde viven sus 700 habitantes, y Pedro Barba, antiguo poblado de pescadores hoy reconvertido en casas de alquiler para turistas. Junto a la pesca, el turismo es su principal actividad económica. En verano, la población llega a alcanzar las 4.500 personas. Éste es el ámbito laboral de Marco Antonio Santana Perera, uno de los dos enfermeros del consultorio local de salud. Residente en Lanzarote, cuando la administración ofertó la plaza no lo dudó. “Me gusta tanto el lugar como el tipo de trabajo. Por un lado, puedes hacer muchas más cosas que en un centro de salud normal. Por otro, vives con mucha tranquilidad. Es un pueblo pequeño. Sus calles ni siquiera están asfaltadas. Son de arena. Si te gusta pasear, correr, montar en bici, hacer senderismo, ir a la playa… es el lugar ideal”.
El consultorio local de salud cuenta con dos grupos de sanitarios, formados por un enfermero y un médico, que se van alternando cada siete días. Sus funciones son similares a las de un servicio de salud rural. “Trabajamos la semana completa. Por la mañana, tenemos el horario habitual de Atención Primaria. Posteriormente, estamos de guardia localizada todo el día. Tenemos un busca para que contacten con nosotros y debemos estar a una distancia máxima de 30 minutos de la población”, explica Marco Antonio, que trabaja desde 2015 en La Graciosa, hasta donde llegó procedente de las urgencias extrahospitalarias. “Tienes que saber cómo actuar ante una emergencia, porque cuando ocurre estás solo. No tienes el apoyo de una ambulancia medicalizada a los cinco minutos. Por este motivo, también tenemos autorizados determinados medicamentos que son de uso hospitalario y equipamiento específico como marcapasos externo, respirador, desfibrilador, etc.”. Para completar su formación y actuar mejor en estos casos, Marco Antonio nos indica que está cursando el “Máster en Urgencias, Emergencias y atención de enfermería al paciente crítico” de FUDEN y la UCAV.
El estado del mar condiciona el modo de actuar. en caso de evacuación. “En barco, es una travesía de unos 25 minutos hasta Lanzarote. Allí, lo espera una ambulancia medicalizada que lo traslada hasta el hospital. En total, apenas una hora. Es incluso menos tiempo del que tardaríamos en llegar desde algunos municipios rurales de la Península hasta su centro de referencia. El problema llega cuando el mar está mal. Entonces, debe venir un helicóptero, desde Las Palmas o Fuerteventura y el traslado puede superar los 90 minutos”, explica Marco Antonio. Para los desplazamientos en la propia isla, cuentan con el apoyo de una ambulancia de la Asociación de Voluntarios en Emergencias y Rescate de Lanzarote, Emerlan, quienes colaboran también en caso de emergencias, ya que sus técnicos están formados en técnicas como la RCP.
“Trabajar en una isla como La Graciosa te permite hacer más enfermería de la que puedes desarrollar en un centro de salud normal”, asegura Marco Antonio Santana
Según indica Marco Antonio, las urgencias habituales suelen ser “traumatismos vinculados con el trabajo en los barcos, amputaciones de dedos o fracturas, porque es un pueblo de pescadores; accidentes cerebrovasculares y patologías cardiovasculares ya que la población es mayor; y en verano casos de ahogamiento, debido al aumento del número de turistas, y traumatismos relacionados con la práctica de deportes como el surf”.
Consultorio propio desde 2015
La inauguración del consultorio de salud en 2008 supuso un antes y un después en la atención sanitaria de la población de La Graciosa. Las instalaciones cuentan con una consulta de enfermería y otra de medicina y una zona de urgencias y valoración. El edificio también sirve como residencia del personal sanitario, pues se completa con un salón cocina y dos habitaciones, una para el enfermero y otra para el médico. Antes de su construcción, la consulta se llevaba a cabo en la sede de la cofradía de pescadores, como recuerda la enfermera Janet Betancor García, quien trabajó en la isla en 2007, sustituyendo a la monja que previamente hacía las funciones de enfermería. “No contábamos con ninguna infraestructura. Teníamos un local de la cofradía de pescadores, con un vestíbulo grande, un despacho para el médico, una sala de enfermería donde hacíamos todo y un cuarto pequeño donde estaban el autoclave y la zona de esterilización. Trabajábamos como podíamos, pues faltaba mucho instrumental y material quirúrgico. Llevábamos los registros y los protocolos a mano. Dormíamos en unas casas habilitadas por el cabildo y estábamos veinte días seguidos, descansando otros diez. Ni siquiera teníamos un sustituto fijo, pues nos relevaba quien estuviera libre en ese momento”, recuerda.
De su experiencia en La Graciosa, Janet destaca la acogida de la población. “A mí me conocían, porque mi familia es del norte de la isla. De hecho, todos te tratan como si formaras parte de su familia. Es un trato estupendo. Cierto es que algunos son muy demandantes, porque confunden que tú estés allí viviendo con que tengas que estar las 24 horas pendiente de ellos y requieren asistencia aunque en realidad no sea urgente. Aún mantengo el contacto con ellos y guardo buenos recuerdos”. En esta misma idea profundiza Marco Antonio Santana: “Son muy agradecidos. Los conoces a todos y el trato es muy personal. Con ellos puedes hacer toda la enfermería que quieras, porque sabes cómo es su entorno. Vamos al colegio a hacer educación para la salud sobre temas como la nutrición, el cuidado buco-dental… También tenemos un programa de aulas de salud en las que damos charlas sobre hábitos de vida saludable. Es un trabajo muy bonito y un lugar inmejorable para desarrollarlo”.