Desde el mes de marzo, vivimos en estado de emergencia sanitaria. Tras muchas semanas en el fragor de la batalla (para mí ha sido exactamente eso, una batalla), he podido disfrutar de cuatro días de confinamiento en mi casa. En este tiempo, me he permitido leer artículos de opinión y he reflexionado un poco.
Este tiempo me ha dado la oportunidad, al margen de lo acontecido con la covid-19 (durante esta pandemia se ha exacerbado y se hace más notable), de comprobar que hay personas (profesionales sanitarios, ciudadanos, agentes sociales, gestores, representantes…), cuya actitud vital es la de la queja improductiva y personas cuya actitud vital es la de la crítica/autocrítica.
Las primeras son las de los reproches continuos, sin aportar ideas. Las segundas son las que ofrecen alternativas plausibles y factibles. Protesta versus Propuesta.
Para las primeras, absolutamente todo se ha hecho mal y es lo que merece la pena ser declarado al mundo. Las segundas, eligen liderar y aportan ideas con espíritu crítico. ¿Qué significa esto último? Significa que aun desde su contrariedad de lo que debería ser (lo contrario me pone a prueba, me incomoda, me genera inseguridad y me hace ver mis miedos), batallan contra la adversidad y la complejidad de la situación a la vez que tienen un dinamismo constructivo fruto de reflexionar sobre:
1) Qué creo que no se está haciendo bien y por qué creo que está sucediendo.
2) Cuáles son las reglas del juego (marco normativo, recursos…).
3) Cómo puedo contribuir yo con mi talento y desde mi área de influencia para solucionarlo o para sobrellevarlo.
Los de la primera actitud suelen ser populistas, derrotistas y absolutistas. Una vez sucedidos los acontecimientos, dicen obviedades del tipo: “no se ha hecho lo que se tenía que haber hecho”; “se tenía que haber previsto mejor”; “se ha maltratado a todo el mundo”; “habría que haber tenido más de esto, más de lo otro”… Pero ¿dónde está ese súper plan concreto que mejora la gestión realizada ajustándose a las circunstancias acontecidas y a los recursos existentes? (Silencio). ¿Cuál fue la alternativa exitosa presentada para hacer frente a esta emergencia sanitaria jamás antes vivida? (Silencio).
Los de la segunda actitud identifican áreas de mejora y se ponen manos a la obra. Se adaptan, toman la iniciativa, capitanean y contagian su actitud crítica/autocrítica a los demás. Esto consigue generar una sinergia de talento y positivismo y pone al servicio de los problemas soluciones alcanzables.
Muchas enfermeras hemos optado por la segunda actitud, la de liderar. También nosotras estamos disgustadas y contrariadas por la realidad desfavorable y de imprevisibilidad que hemos vivido, por no tener todos los recursos que hubiésemos querido. Aunque en ocasiones también hemos tenido miedo y hemos llorado, hemos decidido ser parte de la solución. Hemos elegido liderar. Hemos entendido que en este tiempo de adversidad no hay escenario malo y escenario bueno, sino escenarios difíciles y escenarios más difíciles aún. En cualquiera de ellos, también en situación “no-covid-19”, los recursos (sí, ahora seré yo quien diga una obviedad), son limitados. No tener en cuenta esta parte de la ecuación es no querer entender las reglas del juego de nuestro contexto sociopolítico y económico.
De eso trata la gestión: de tomar decisiones complicadas ante situaciones no menos complicadas para dar el mejor servicio posible (eficiente y sostenible), conjugando la optimización de las carencias y los talentos disponibles. Y todo ello, además, de una manera segmentada en función de las necesidades de las personas a las que ofrecemos cuidados y de los requerimientos de los protocolos. Ahí es nada. Hay muchas enfermeras que han hecho esto muy bien. Esta capacidad de gestión y de liderazgo es, precisamente, la que quiero subrayar y aplaudir.
David Miguel Martín:
“Quiero aplaudir a las enfermeras profesionales, valientes y responsables, que se han atrevido a tomar las riendas de las decisiones difíciles y que se desmarcan de las quejas improductivas”
Quiero aplaudir a todas las enfermeras que han tenido que ingeniárselas y aplicar el conocimiento de lo (poco) que se sabía al contexto que se han ido encontrando. Esas que han sabido transmitir tranquilidad y cordura para que, aun en la incertidumbre y la inseguridad, las personas utilizasen de forma corresponsable los recursos disponibles. Esas que con mucha mano izquierda han tenido que confrontar que el contagio no sólo tiene que ver con la falta de equipos de protección, sino con el uso correcto de los mismos y con respetar la distancia de seguridad, el lavado de manos y la limpieza de superficies.
Quiero aplaudir a las enfermeras que han tenido que crear dispositivos asistenciales donde no existían y, además, en un tiempo récord. A las enfermeras que han tenido que lidiar con sus propios conflictos y contrariedades a la vez que, casi de la nada, generaban unidades de hospitalización y materializaban nuevos circuitos de farmacia, de hostelería, de lavandería, de almacén, de deshechos biológicos… Y, además, enseñaban a sus equipos a aplicar los protocolos covid-19 de la forma más razonable posible.
Quiero aplaudir a las enfermeras profesionales, valientes y responsables, que se han atrevido a tomar las riendas de las decisiones difíciles y que se desmarcan de las quejas improductivas.
Quiero aplaudir a las enfermeras líderes que han sabido comprender rápidamente de qué iba todo esto de la emergencia sanitaria y que, además de montones de horas, han puesto toda su resiliencia, su inteligencia emocional y su dinamismo creativo al servicio de la sociedad. En definitiva, han puesto todo su talento al servicio de los pacientes y de los compañeros a los que dirigían y lideraban. Mi aplauso es, sin duda, para todas las enfermeras que han elegido liderar.
A continuación puedes ver la intervención de David Miguel Martín en el congreso #Nightingales del s. XXI organizado por FUDEN con motivo del Día Internacional de la Enfermería, en 2020: