Fátima Cabello y Lucía Benavent son enfermeras del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid). Forman parte de las unidades de respuesta a emergencias de la Cruz Roja. En cualquier momento pueden recibir un mensaje preguntándoles por su disponibilidad para desplazarse a otro país que ha sufrido una catástrofe natural. En 24 horas, pasan de trabajar en una UCI española a integrase en un equipo que asiste a las víctimas de un seísmo que lo ha devastado todo. Fátima vivió esta situación, por primera vez en 2001, tras el terremoto de Gujarat, en la India, que provocó 20.000 fallecidos y 167.000 heridos. “Es la experiencia que recuerdo con más intensidad. No sabes bien a lo que te vas a enfrentar. Antes de viajar, vi las imágenes por televisión. Estaba todo destruido, pero es una pantalla. Vivirlo in situ me impactó bastante, comprobar cómo un terremoto puede tirarlo todo, de una manera tan violenta. Se habían quedado sin nada”.
Con el fin de que las enfermeras puedan afrontar el cambio de contexto y realidad y respondan a las necesidades de la población, reciben previamente una formación específica, impartida por Cruz Roja. “Además, debes tener conocimiento de enfermedades tropicales, un perfil de salud pública y atención primaria, porque te vas a enfrentar a situaciones extremas para las que tienes recursos limitados. Puedes convertirte en el centro de referencia de atención primaria”, explica Fátima.
“No puedes ir con la idea romántica de que vas a ayudar”, advierte Lucía Benavent. “Necesitas una formación previa como base para enfrentarte a las situaciones que te vas a encontrar y adaptarte a ellas”. Así le ocurrió a Lucía en 2011, cuando formó parte de la unidad desplazada por Cruz Roja a Kenia para apoyar la atención sanitaria de la población que huía de la guerra en Somalia. Debido a los riesgos de seguridad no desplegaron en el campo de refugiados de Dadaab. “Nos quedamos a 70 kilómetros. Trabajamos con la Cruz Roja de Kenia. Eran ellos quienes accedían a Dadaab. Nosotros los formamos para manejar el nuevo material que habíamos llevado”.
La fortaleza de la enfermería
Lucía subraya la capacidad del personal sanitario en países como Kenia. “Están acostumbrados a manejar muchas situaciones y conflictos. Aprendes mucho de ellos”. Así lo comprobó Fátima en Chad en 2011, como integrante del equipo evaluador de Cruz Roja para la epidemia de cólera. “Viví el déficit crónico de personal sanitario. Los enfermeros y médicos atendían 24 horas, siete días a la semana, las necesidades de su hospital y del centro de tratamiento de cólera. Estaban exhaustos. A pesar de ello, trabajaban con una fortaleza increíble. Conocen a la población y los tipos de patología perfectamente y saben manejar todo”. Estas enfermedades tienen un manejo médico sencillo. “Pero en Chad no tienen acceso a vacunas, agua, saneamiento… Compruebas las desigualdades que hay en el mundo y te desubicas”, reflexiona.
Tanto Fátima como Lucía han comprobado el valor de la enfermería en cualquier tipo de contextos. Ambas destacan “la capacidad de las enfermeras para trabajar no sólo con los pacientes, sino también con su entorno social. El trabajo a nivel comunitario y la atención primaria son importantísimos”.