En profundidad

Obligación y mejora

Experiencias de enfermeros españoles en otros países.

17 febrero 2014 / Número 1 6 minutos de lectura

Progreso profesional, necesidad laboral e inquietud personal son motivaciones de los enfermeros españoles que trabajan en otros países.

“La principal motivación fue el deseo de mejorar profesionalmente, tanto yo como mi mujer, que es enfermera de emergencias, dando una opción de educación y cambio de estilo de vida a nuestros hijos, de seis y cinco años”. Así responde, por correo electrónico el enfermero Iván Ortega a la pregunta de la razón que le llevó a dejar su trabajo en España para emigrar a Canadá, donde es investigador asociado en la unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Infantil de Montreal. Previamente había trabajado en los helicópteros sanitarios en Dijon (Francia) y terminó sus estudios de enfermería en Copenague (Dinamarca). Su caso es diametralmente distinto al de Héctor Arévalo, enfermero quirúrgico en el Hospital Público de Munich, en Alemania. “Cuando terminé la diplomatura era fácil encontrar trabajo en España, pero vinieron la crisis, los recortes y el paro. Hace un año me llamaron de la oficina de empleo porque necesitaban enfermeros para maternidad y pediatría en Alemania. Hice un curso del idioma, subvencionado por una empresa alemana y nos fuimos”.

A sus 33 años, Elena Navalón ha estado cinco años en Inglaterra, otro en Australia y varios meses en Yemen y Colombia. “Siempre me ha gustado viajar. Cuando terminé en 2001 necesitaban enfermeras en toda Europa menos en España y me fui, atraída por vivir nuevas experiencias y ampliar horizontes”. Ahora estudia francés para trabajar con Médicos Sin Fronteras en África. De hecho, la cooperación es otra salida laboral para las enfermeras
españolas. Su primer contacto suele ser a través del voluntariado, como le ocurrió a María Chico, que estuvo un mes en India. “A través de la academia en la que preparaba el EIR me puse en contacto con la ONG ‘Amigos de Calcuta’ y me fui a su misión sanitaria. Siempre había querido colaborar en algún sitio, no sabía ni dónde ni cuándo. Como no estaba trabajando y tenía algún dinero ahorrado no me lo pensé dos veces”.

“Somos muy polivalentes. En todos los países tenemos una formación variadísima y hacemos cualquier cosa”.

Elena Navalón, enfermera en Inglaterra, Australia, India, Yemen y Colombia.

Iván Ortega, emigró para investigar en Canadá

Iván Ortega es enfermero e investigador asociado a la Universidad de Alcalá de Henares, especialista en responsabilidad profesional y ética médica. Tras investigar sobre la donación de órganos en pacientes declarados fallecidos y cómo se aborda la reanimación de pacientes que sufren una parada cardiaca inesperada, obtuvo una beca de posgrado de la Fundación La Caixa para seguir su trabajo en Quebec (Canadá), región pionera en este área de las ciencias de la salud. “España no apuesta lo suficiente por la investigación, menos aún cuando las cuestiones imbrican varias disciplinas, como es mi caso. En la Universidad los recortes eran evidentes. En mi trabajo asistencial más aún. Si a ello le añadimos que las autoridades sanitarias denostan la figura del funcionario público y apuestan por privatizar servicios de salud, el resultado es que la decisión de intentar algo mejor fuera es más fácil”.

En el equipo de investigación, Iván revisa los protocolos que están intentando implementar en Canadá y en Reino Unido, Australia y Estados Unidos, países con los que trabaja en red. “La experiencia que puedo aportar del modelo español les interesa, pues no han explorado este tipo de donación. Formulamos propuestas de mejora e intentamos hacer un abordaje integral a la parada cardíaca refractaria, que brinde opciones terapéuticas y logísticas que hoy otros países, no España por el momento, ya ofrecen. Cuando esto ocurra, el resultado será un incremento en la supervivencia con calidad de vida de ciertos pacientes o la muerte, en cuyo caso, y sólo entonces, plantearíamos la donación de órganos”.

A nivel profesional, la experiencia está resultando satisfactoria. “Cada día descubro más posibilidades tanto a nivel asistencial como docente, igualmente para mi mujer, que es enfermera. Y lo curioso que hay trabajo fuera del ámbito sanitario. Aquí tienes posibilidades de decidir qué haces y cambiar a mejor constantemente.

Iván Ortega en Quebec (Canadá)

Sacrificio personal 

A nivel personal, la experiencia de Iván está siendo complicada. Su mujer y sus hijos siguen en España. “Habíamos preparado todo para que fuera un proyecto familiar. Pero mi mujer lleva dos años esperando para firmar su plaza como enfermera de emergencias en el SUMMA 112. Pero las prioridades de la Consejería son otras y los plazos no se han respetado. Al ser interina de larga duración, como es su caso, no tiene derecho a excedencia”.

Ricos o empobrecidos, la enfermería es fundamental

La experiencia como cooperantes de Elena Navalón y María Chico.

“Hacemos de todo y servimos para todo”, asegura Elena Navalón tras conocer la enfermería en Inglaterra, Australia, India, Yemen y Colombia. “Cuando cooperas te das cuenta de la importancia de estar ahí. Te preguntas qué hubiera pasado de lo contrario. Por ejemplo, en Yemen salimos a atender a la población desplazada por los combates entre el gobierno y los opositores. Fuimos en un par de coches, con medicamentos y material de curas. Era época de malaria y vinieron muchos niños enfermísimos, con fiebre y convulsiones. Literalmente te das cuenta de que si no estás allí hubieran muerto. O en Colombia, el gobierno no ofrece servicios de salud en las zonas controladas por la guerrilla. Allí coordinaba un puesto de salud de Médicos Sin Fronteras. Llegó una niña a las tres de la mañana, que se había abierto la cabeza tras caer desde la ventana de su casa. Suturamos la herida, controlamos la hemorragia, la estabilizamos y la llevamos, a la mañana siguiente, al hospital más cercano. ¿Qué hubiera pasado si no estamos allí?”.

María Chico ahora es colaboradora de la ONG “Amigos de Calcuta”, con la que participó en un voluntariado sanitario. Allí comprobó que “la enfermería es necesaria en todos los sitios. Estés donde estés, una enfermera puede ayudar mucho y aportar su granito de arena”.

La enfermera María Chico

La polivalencia es uno de los valores de la enfermería en cualquier lugar, afirma Elena. “Cuando trabajas en otros países, ya sean desarrollados o empobrecidos, ves que las enfermeras tienen una formación variadísima y pueden hacer cualquier cosa. En Colombia llevan la farmacia del puesto de salud, hacen planificación familiar, pruebas de laboratorio… En África hay una enfermera cada no sé cuántos kilómetros. Aprenden a ser matronas, médicos, hacen ecografías. No hay otro personal”.

Contrastes con España

La comparación entre la enfermería española y la del país en el que se trabaja es inevitable. “Tanto en Inglaterra como en Australia he estado contenta. Nunca he hecho trabajo de auxiliar, como dice el estereotipo. Siempre he trabajado en cuidados intensivos y sólo tenía a mi cargo un paciente. Me encargaba de todo, desde la higiene a los cuidados. Tenía independencia para cambiar los parámetros del ventilador, por ejemplo. Además, en las rondas los médicos valoraban mi opinión”.

“En Canadá”, cuenta Iván Ortega, “la gran diferencia en la práctica es que existe una menor carga asistencial. En cuidados críticos, la ratio de enfermera-paciente es de 1:1,5. Por ello son posibles los cuidados integrales y de calidad. Las enfermeras tienen una carrera profesional muy desarrollada y vinculada a la investigación y la docencia. Es cierto que el profesional de base tiene unas competencias sistenciales muy reducidas, pero las graduadas van asumiendo más, tanto a nivel asistencial, como docente, gestor o investigador”.

Héctor Arévalo sí tiene una percepción distinta en Alemania. “No es una profesión que guste, porque es un trabajo duro, con mucho desgaste físico. En una planta de hospitalización con 30 pacientes hay dos enfermeras. Tienes que hacerles todo y algunas funciones de la enfermería las asumen los médicos y residentes”.

Experiencias de vida

Dar el paso de marcharte a trabajar a otro país siempre es complejo. Quienes se deciden terminan viviendo una experiencia de vida incomparable. “Aunque se oigan aspectos negativos, también los hay buenos. Hay que moverse y aprovechar la situación. Somos jóvenes y siempre aprendes de todo”, reflexiona Héctor Arévalo desde Alemania. “Para mí ha merecido la pena. Si tienes la idea hay que intentarlo. No pasa nada. Siempre puedes volver”.

Por su parte, Elena Navalón aprovechó los cinco años en Inglaterra para estudiar cuidados intensivos y obtener un diploma en enfermedades tropicales. Posteriormente trabajó un año en la ciudad australiana de Darwin, con población aborigen. “Favorecen mucho la formación del personal. Me pagaron la especialidad y me dieron horas de formación”, recuerda. “En España la mayoría cuando termina estudia una oposición. Yo me fui al extranjero recién terminada, aprendí inglés y seguí formándome. Una cosa te lleva a la otra y te abre puertas. Estoy muy contenta de trabajar en lo que me gusta”, concluye.

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