Ollagüe es una población chilena, en la frontera con Bolivia, donde se encuentra el volcán que presta su nombre a esta ciudad y que continuamente está expulsando gases de color amarillo (azufre) y blanco (vapor de agua). Cerca, en territorio boliviano, está el salar de Uyuni, el mayor desierto de sal del mundo, a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar. Hace dos años, en 2014, este lugar acogió por primera vez una etapa del Rally Dakar. Ese día el enfermero Darío Rodríguez vivió una de esas experiencias “que se te quedan para siempre en el corazón, cuando recibes el agradecimiento de alguien a quien siempre has admirado. Recuerdo que empezaron a entrar pilotos en la línea de meta. Llegó Marc Coma, con una mala cara… Iba en primera posición de la clasificación general de motos. Estaba a punto de ganar la carrera. Me dijo que se sentía mal, le dolía la garganta y tenía fiebre. Lo examiné y vi que tenía amigdalitis. Debido a la altitud, se había mareado y se había caído. Además, la noche anterior no había podido dormir. Son los síntomas típicos del mal de altura. Estaba pensando en bajarse de la moto y parar. Le respondí que no podía hacerlo, que continuara hasta el vivac, el punto final de llegada al que todos los pilotos deben ir obligatoriamente una vez finalizado el tramo cronometrado. No tenía fuerzas para seguir y sólo quería descansar. Le ofrecí un ibuprofeno para bajar la fiebre, reducir el dolor de garganta y paliar el malestar general. Decidí darle dos, uno para ese momento y otro para más tarde. Pero estaba tan mal que se tomó los dos a la vez, a pesar de que no debía hacerlo. Me senté un rato con él hasta que le hicieran efecto. Le di algo de beber y comer. Al cabo de una hora comenzó a encontrarse mejor. Cogió su moto y se fue”, recuerda Darío. “Unos días después ganó el Dakar. Cuando me vio al final del rally, me confesó que aquel día había pensado en retirarse y me agredeció la ayuda que le di. Le respondí, entre risas, que era normal que se hubiera recuperado, con la sobredosis de ibuprofeno que se había tomado. Es una anécdota que nunca olvidaré y que recuerdo con mucha alegría, sobre todo las palabras de agradecimiento de Marc Coma”.
“Es una experiencia impresionante. Convives con tus ídolos. Te solicitan ayuda y solucionas problemas a personas a las que admiras. Formas parte de su círculo cercano. En la carrera, percibes la esencia del rali. Aparte de la competición, lo más importante son los valores de la amistad y la solidaridad. Vamos todos juntos a superar todas las dificultades y llegar hasta el final”, asegura Darío Rodríguez, como lo atestiguan las imágenes que acompañan a estas líneas. De izquierda a derecha, Darío junto a la imagen gráfica de la edición de 2014, con los campeones españoles de la competición, Marc Coma y Carlos Sainz, y de nuevo, con Carlos Sainz.
Vivir experiencias como la anterior fue lo que motivó a Darío Rodríguez Morales, enfermero de emergencias en una UVI móvil de Ciudad Real, a enrolarse en el rally Dakar. “Desde que era pequeño siempre me pareció una aventura increíble, cuando veía las imágenes de motos y coches por los paisajes africanos. Es una carrera que combina el deporte de motor con el riesgo, que requiere una importante preparación física y mental, inteligencia y estrategia, y que lleva al límite tanto al ser humano como a la máquina”. Sin embargo, convertirse en enfermero Dakar no fue una meta fácil de alcanzar. Cumplir su sueño infantil terminó moldeando la vida de Darío. “La emergencia es mi campo. Siempre pensé que necesitarían asistencia sanitaria y que llevarían un buen equipo con ellos. Decidí postularme. Era consciente de que sería muy difícil. Comencé a enviar el currículum en el año 2004. Lo enviaba a todos los responsables de la organización. Poco a poco me fui formando, con cursos como la atención de emergencias en medios hostiles, con el dominio de los idiomas inglés y francés, con temas relacionados con la navegación. Empecé a particiar en rallys pequeños. Todo para que vieran que tenía las cualidades óptimas para entrar en el Dakar. Así fue como me llamaron en abril de 2010 para participar en la edición de 2011”. El interés mostrado a lo largo de tantos años y la capacitación adquirida por Darío fue clave para que lo seleccionaran. Así se lo reconoció la directora médica de la competición, Florence Pommerie, según relata el enfermero manchego. “Cuando recibí su primer correo electrónico me dio un vuelco el corazón. Me decía que conocían mi cv y que ya lo habían valorado en años anteriores. Después, cuando la conocí personalmente en Paris, me saludó muy afectuosamente y reconoció el compromiso que había mostrado al haber enviado mi candidatura durante tantos años. Buscan a profesionales comprometidos, porque es un trabajo muy duro, en unas condiciones extremas, donde es importante la buena convivencia y el trabajo en equipo”.
Darío es el único enfermero español y no francés que ha tenido el Dakar. “Mi primer Dakar, en 2011, fue impresionante. Fue increíble el hecho de poder convivir con mis ídolos de pequeño, que te soliciten ayuda, empiecen a reconocer tu nombre, que tú puedas solucionar problemas a personas a las que admiras, a pilotos como Jordi Arcarons, Marc Coma… Entras a formar parte del círculo cercano de los corredores. Percibes la esencia del Dakar. Aparte de la competición, de abrir gas para correr, lo más importante son los valores de la amistad y la solidaridad. Vamos todos juntos a superar todas las dificultades y a luchar contra las condiciones adversas. Es el rally más duro del mundo y terminarlo es un desafío. Hasta el último clasificado que lo concluye se considera ganador, porque se ha superado a sí mismo. Es uno de sus encantos”.
El dispositivo sanitario
El dispositivo sanitario del Dakar “es un equipo de ensueño”, afirma Darío. Está integrado por unas sesenta personas. Está formado por médicos de todas las especialidades y por alrededor de quince enfermeros. Cuentan con un hospital de campaña, denominado VIVAC, equipado con todos los servicios propios de un centro sanitario de este tipo, con equipamientos para rayos x, ecografías… y con salas de reanimación, cuidados intensivos e incluso un quirófano. En la llegada de cada etapa se dispone una primera consulta con un médico y un enfermero. Durante el transcurso de la carrera, permanecen operativos tres helicópteros de primera asistencia que, según las dificultades de cada día pueden llegar a ser cinco, apoyados también con los medios terrestres denominados ‘tangos’, unos Toyota Land Cruiser medicalizados a modo de UVI, que se ubican en las zonas más complicadas y de mayor riesgo y en los cruces de carreteras. En esta estructura se integró Darío el primer año. “Hice de todo. Hospital de campaña, helicóptero, puesto médico avanzado. Todo salió muy bien. Al año siguiente, cambié de funciones. Crearon un equipo terrestre de telecomunicaciones para localizar en todo momento a los pilotos y mejorar su seguridad. La empresa responsable, Astrium, solicitó un sanitario para atender posibles emergencias, ya que iban a estar aislados, expuestos a las inclemencias del tiempo, a la altitud y a posibles accidentes de tráfico. Necesitaban a alguien que supiera conducir camiones y todoterrenos, con experiencia en navegación con GPS, que supiera francés y castellano y que fuera resolutivo. La organización pensó en mí. Fue un orgullo y me dio mucha confianza, ya que tuve la posibilidad de poner algo novedoso en marcha. Desde entonces me desplazo con ellos. Llevo mi botiquín para atender tanto a mis compañeros como a los pilotos y tengo la oportunidad de trabajar con autonomía”.
El trabajo previo
El Dakar son quince días de competición, que requieren una preparación previa de meses. Darío permanece en contacto continuo con la organización. “Me pasan las coordenadas GPS de cada etapa para saber por donde vamos a movernos. Desde casa evalúo todas las condiciones de la zona. Tal día voy a estar en un pueblo llamado Belén, en la provincia argentina de La Rioja. Realizo un estudio de la temperatura que vamos a tener, la altitud, los riesgos que vamos a correr… Tengo que preparar los recursos sanitarios que voy a necesitar, la medicación para el mal de altura, los antitérmicos si es una zona de selva, las vacunas… Es una labor autónoma que planifico de antemano y que es muy importante. Hay que cuidar todos los detalles. Por ejemplo, las vías por las que vamos a circular. A lo mejor son carreteras principales, pero hay que comprobar si están asfaltadas, si una riada las ha estropeado… Para confirmar todo, hablo con las policías locales e incluso con los transportistas…”.
Alto nivel de la enfermería española
Este año será el sexto Dakar de Darío. Reconoce que la experiencia ha sido muy enriquecedora. Además, le ha servido para comprobar el alto nivel de la enfermería española. “Siempre que tengo oportunidad lo digo. He aprendido mucho de los sanitarios franceses, ingleses, holandeses, suizos… Pero yo sé que ellos han aprendido también mucho de mí. No es que lo sepa, es que ellos me lo han dicho abiertamente. La enfermería española está perfectamente capacitada para trabajar en cualquier parte del mundo y en cualquier dispositivo sanitario. En cuanto a conocimientos tenemos los mismos. Somos tan buenos como ellos. Incluso tenemos otras cualidades distintas, una actitud más humana y calurosa. Quizás en el norte de Europa sean más fríos a la hora de atender al paciente. Suelen trabajar mucho siguiendo el manual y el protocolo. Está muy bien, porque eso confiere cobertura legal a tu labor. Pero, ¿hay un protocolo diseñado para los cuidados en el desierto de Atacama, el más árido del mundo? ¿Y para la cordillera de los Andes? No. Entonces, cuando tienes que afrontar casos que no están en los manuales debes leer la situación y aplicar el sentido común. Solucionas primero el problema más grave y después sigues con el resto. En este sentido, tenemos cierta ventaja”.
“La enfermería española está perfectamente capacitada para trabajar en cualquier parte del mundo y en cualquier dispositivo sanitario. En cuanto a conocimientos tenemos los mismos. Somos tan buenos como ellos. Incluso tenemos otras cualidades distintas, una actitud más humana y calurosa”.
Son muchas las situaciones impredecibles que se pueden generar en un rally de este tipo y que se tienen que resolver sobre la marcha. “Hace dos años, en el entorno del desierto de Catamarca, en Argentina, comenzó a subir de pronto la temperatura, hasta alcanzar los 48 grados. No lo esperábamos. No corría nada de viento. La gente comenzó a deshidratarse. Teníamos a 700 pilotos en una extensión similar a la provincia de Madrid, en mitad de la nada. ¿Cómo podíamos hacerles llegar agua a todos? Llegó un momento en el que teníamos cincuenta balizas de emergencia funcionando. ¿Qué hacíamos? Enviamos a todos los helicópteros a las gasolineras para comprar todo el líquido que tuvieran. Después se acercaron a los pilotos para echárselos con el fin de que se refrigeraran. Finalmente, suspendimos aquella etapa, porque las condiciones se pusieron en contra de la lógica humana para realizar una actividad deportiva. Siempre recordaré aquel día. Incluso el Ministerio de Defensa de Argentina se puso en contacto con nosotros, por si necesitábamos ayuda, ya que era la primera vez que veían tantas señales de emergencia activas al mismo tiempo”.
Son innumerables las vivencias que Darío Rodríguez ha acumulado durante el último lustro gracias al Dakar. No sólo con los pilotos, sino también con las autoridades de los países por donde transcurre la carrera. “El año pasado, en Bolivia, estábamos en el aeropuerto de los Andes y nos visitó el presidente de este país, Evo Morales. Me habían regalado un libro sobre la zona y me acerqué a él para que me lo firmara. Me atendió con mucha amabilidad y me preguntó de dónde era. Cuando le dije que de Castilla La Mancha me habló de la tierra del Quijote. Es un gran conocedor de España”.
Además del Dakar, Darío realiza una media de cinco rallys cada año, como los de Marruecos, Merzouga y el Baja Aragón de España, entre otros. En 2016 espera participar en el Faraones de Egipto o en el de Abu Dhabi. “La gente te va conociendo y te va llamando ya para este tipo de competiciones”, explica. De hecho, todos los conocimientos que ha ido adquiriendo en este tiempo le han servido a Darío para proponer ideas como emplear quards como vehículos medicalizados. “Necesitábamos un medio de transporte que se moviera fácilmente por las dunas. Por ejemplo, para atender lo antes posible a un piloto que se haya caído en mitad de un cordón de dunas, al que sólo puede acceder el helicóptero. Para salvar esta dificultad, planteé medicalizar los quards y la experiencia ha resultado muy positiva”.
Darío Rodríguez compatibiliza su trabajo en los rallys con su labor en la UVI móvil de Ciudad Real gracias a la ayuda de sus compañeros, algo por lo que manifiesta su agradecimiento. “Tengo mucha suerte. Para el Dakar me pido unos días de vacaciones y el resto lo cubro con cambios de guardia. Siempre me dan muchas facilidades y ellos están tan ilusionados como yo con esta experiencia”, reconoce.