«Aquí, en el mundo rural, todo llega más tarde. Pero, de repente, nos despertamos un día y nos encontramos en nuestra residencia municipal de ancianos con uno de los focos de la covid-19 más importantes de la provincia de Teruel», recuerda Carlos Boné, enfermero y alcalde de Valderrobres, un municipio del interior de Aragón con alrededor de 2.500 habitantes. Durante la primera fase del confinamiento, en marzo de 2020, 26 de los 60 residentes y 16 de los 36 trabajadores dieron positivo. En total, 45 personas contagiadas. De ellas, 14 ancianos fallecieron. «Para nosotros son personas con nombres y apellidos. Los conocemos a ellos y a sus familias. No son números. No son un enfermo o un fallecido más. Son el padre de mi amigo, mi vecina de siempre… Ha sido muy duro ir salvando las situaciones tan difíciles que hemos tenido que vivir. Ha sido un calvario».
Tesón frente a la falta de PCR
Una vez fue evidente que el coronavirus había entrado en la residencia, el primer reto fue el acceso a las pruebas diagnósticas. «Cuando detectamos los primeros casos, nos dirigimos al departamento de Salud Pública del gobierno de Aragón para solicitar test para los ancianos y los profesionales de la residencia, con el fin de reducir al máximo el número de contagios. Nos respondieron que el protocolo solo contemplaba pcr para quienes tuvieran síntomas. Ante esta situación, desde el Ayuntamiento localizamos un laboratorio, con las autorizaciones necesarias, para realizarlos. Fue la mejor decisión que he tomado como alcalde. Comprarlos y hacerlos», afirma Carlos, al frente de la alcaldía del municipio desde 2015. «A raíz de ello, todo fue a mejor. La administración no reconoció los resultados, pero hizo sus propias pruebas, que confirmaron en un 70% los positivos que nosotros habíamos registrado. Gracias a ello, conocimos la gravedad de la situación y logramos frenar la aparición de nuevos casos». Inicialmente, fue el consistorio el que afrontó el coste de las pruebas, unos 18.000€, que al final ha sufragado una empresa agroalimentaria del municipio de Valderrobres.
Uno de los primeros trabajadores en infectarse fue el enfermero de la residencia, José Manuel Lorente Carpio. «Soy asmático y al principio pensé que sería una crisis asmática. Hablé con los médicos y comencé a tomar Prednisona. Así estuve tres días. Al cuarto empeoré muchísimo. Fue brutal. Tuvieron que trasladarme en la uvi móvil hasta el hospital de Alcañiz». Sin el enfermero titular de la residencia, desde el Ayuntamiento recurrieron a una de las enfermeras del centro de salud de Valderrobres, Carmen Gimeno Feliú. Sus conocimientos como especialista en Enfermería del Trabajo resultaron decisivos a la hora de organizar los circuitos de cuidados y hacer frente a la escasez de recursos materiales. «Tuvimos que echarle mucha imaginación. En primer lugar, la desinfección la resolvimos con una dilución de agua con lejía, que el personal se aplicaba con toallas humedecidas. Como el edificio tiene dos accesos, destinamos uno limpio para la entrada y otro sucio para la salida. Cuando accedían a la residencia, iban directamente al vestuario, se ponían su ropa de trabajo, su pijama y su mascarilla. Como no teníamos epi, hicimos batas de plástico con bolsas de basura. Al principio no teníamos suficientes bolsas, por lo que al cambiar de habitación también se desinfectaban con lejía. Dispusimos carritos con guantes, bolsas y lejía en las tres plantas de la residencia. Una vez finalizaba su turno, se duchaban antes de salir». En este punto, la industria agroalimentaria de la comarca, de nuevo, fue fundamental, pues los mataderos cárnicos facilitaron guantes de veterinario, pantalones impermeables y chubasqueros. «Usando todo este material con inventiva, intenté confeccionar un traje lo más semejante posible a un epi».
Al principio de la pandemia, los profesionales se confeccionaron sus propios equipos de protección. Para evitar el contagio, establecieron circuitos de higiene.
Otra de las dificultades que tuvieron que salvar fue el aislamiento de las personas que presentaban síntomas, pues los 60 residentes se distribuyen en 18 habitaciones dobles y 22 individuales. «Cuando un residente presentaba síntomas, lo aislábamos en su habitación. Una vez nos confirmaban el positivo, lo trasladábamos a la sala multiusos, que habilitamos como ‘hospital’, para tenerlos mejor controlados. Desde allí, los derivábamos a los centros para pacientes con covid-19 según nos daban plazas. De esta forma, conseguimos aislar a las personas que seguían sanas. Además, establecimos equipos de seis personas con turnos de 12 horas para evitar al máximo las entradas y salidas de la residencia y disminuir el riesgo de contagio». En este sentido, Carmen Gimeno subraya la implicación de todo el personal. «Todas las ideas eran bien recibidas y respetaban al máximo todas las indicaciones. El trabajo en equipo ha sido muy importante. Todos han colaborado con sus aportaciones. Al principio de llegar yo, las auxiliares fueron fundamentales, pues me explicaron cómo estaban organizados los cuidados y qué necesidades tenía cada residente. Cada uno desde nuestra función, nos aportamos seguridad y tranquilidad».
Carlos Boné, alcalde de Valderrobres:
«Hemos demostrado que somos fundamentales. Espero que esto sirva para que nos demos cuenta de que en sanidad hay que poner recursos. No vale solo con el agradecimiento. El mejor reconocimiento es dotarnos
de medios»
Apoyo del centro de salud
Tanto Carmen como José Manuel son enfermeros del centro de salud de Valderrobres. La colaboración de todo su personal también fue fundamental. Así lo destaca el alcalde, Carlos Boné. «Nos han apoyado en todo momento. Los médicos han pasado a la residencia cada vez que hacía falta y las enfermeras han venido a reforzarnos. Sin ellas no hubiéramos podido salir adelante». De hecho, la residencia y el centro de salud son edificios anexos. Como cabecera de la comarca de Matarraña, desde Valderrobres coordinan la asistencia sanitaria de once municipios. «Nuestro principal objetivo fue la contención, aislando los casos sospechosos para evitar nuevos contagios», explica Carmen Granero, coordinadora de enfermería, con 30 años de experiencia en la zona. «En cada pueblo contamos con un consultorio local. Nosotros optamos por mantenerlos abiertos. Conocemos muy bien a los pacientes y así era más fácil localizarlos, identificar los síntomas y tratarlos. Trabajamos mucho por teléfono, sobre todo los controles periódicos de las enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión… Solo si lo veíamos necesario, los citábamos a la consulta».
En el centro de salud de Valderrobres la organización del circuito covid fue otra de las prioridades, especialmente para evitar los contagios procedentes de la residencia de ancianos, a la que acudían de manera periódica, tal y como explica Carmen Granero. «En el garaje nos desinfectábamos con lejía y lavábamos los trajes. La biblioteca era la zona limpia, donde almacenamos el material sin usar y nos vestíamos de nuevo. Al estar el edificio en obras, teníamos tres consultas vacías y una de ellas la destinamos a cuarto covid para ver los casos sospechosos. Así, triábamos y derivábamos cada caso a un lugar u otro. Mientras nos llegaba material, al principio utilizamos los epi que teníamos para el ébola y contamos también con la colaboración del Ayuntamiento, que nos facilitó varios trajes empleados por los agricultores para sulfatar. También hemos contado con el apoyo de nuestro hospital de referencia, en Alcañiz, que han hecho lo que han podido, dentro de las posibilidades que todos teníamos».
Miedo y angustia
«La verdad es que todos hemos vivido la situación con mucho miedo y angustia. En mi caso, no tengo problema en reconocer que tenía miedo cuando entré en la residencia de ancianos a trabajar como enfermero», reconoce el alcalde de Valderrobres, Carlos Boné. «Hemos vivido momentos muy duros», recuerda Carmen Gimeno, quien tuvo que coger la baja al comenzar a tener síntomas que finalmente se tradujeron en agotamiento. «Yo viví también el ébola, pero no tuvo nada que ver con la angustia que hemos sentido con la covid-19», reflexiona José Manuel Lorente.
Superando la covid-19
Tras 45 días con la covid-19, José Manuel Lorente superó la enfermedad. «Tuve una neumonía bilateral, con el pulmón izquierdo bastante grave. En el otro, que estaba mejor, sufrí un tromboembolismo. Estuve quince días con oxígeno a 15 litros, a punto de intubación y de ingresar en la uci del hospital de Zaragoza. Fue una situación muy crítica. No podía ni hablar», recuerda. Al final, se recuperó. «Aquí entra la actitud de cada uno. Sabes que estás mal, pero intentas tener una buen ánimo y luchar para no ir a la uci. Me lo planteaba como un partido de tenis a cinco set, cada día superando una bola de partido. Cuando ya habían probado todos los tratamientos, sin saber por qué, mejoré y logré evitar el viaje a Zaragoza». En el caso de José Manuel, se contagió casi toda su familia: su mujer, su hija y su suegra. «Han sido momentos muy duros pero ya estoy trabajando por recuperarme definitivamente y reincorporarme como enfermero en la residencia».
Colaboración de todos
La solidaridad ha sido uno de los valores que ha aflorado durante la pandemia. En lugares como Valderrobres ha sido esencial para afrontar la falta de recursos. «La cercanía con las empresas ha sido muy positiva. Nos facilitaban lo que tenían. Muchas personas confeccionaban mascarillas de tela y también nos las traían. Cuando salía a aplaudir yo lo hacía a la gente, porque han cumplido muy bien con el confinamiento», afirma Carmen Granero. Fue el caso del hotel del municipio, que ofreció sus instalaciones, con una planta para alojar al personal que trabajaba en la residencia y otra para quienes habían dado positivo o tenían síntomas. «Las primeras semanas salimos adelante gracias a la generosidad de todos», subraya el alcalde, Carlos Boné. «Los vecinos nos han dado muchos donativos. Nos han ofrecido lo que tenían. Y la respuesta del personal de la residencia ha sido admirable, trabajando con mucha tensión, forrados desde arriba hasta abajo, con mascarillas, guantes, gafas, batas de plástico; con turnos de 12 horas. Fue una locura. Soportamos una gran presión, pues no sabías quién estaba contagiado, si el compañero de al lado, si los residentes a los que cuidabas… Tenemos que estar muy agradecidos del equipo que tenemos. Igual que a todos los habitantes del pueblo. Hicimos un llamamiento, porque no teníamos personal y hubo personas que se ofrecieron a trabajar sin saber nada. Por ejemplo, se pusieron a nuestra disposición una chica que es fisioterapeuta y una estudiante de Medicina».
El propio edil predicó con el ejemplo, pues Carmen Gimeno, la enfermera que sustituyó a José Manuel Lorente, también se dio de baja, al tener síntomas de la enfermedad. La residencia se quedó sin enfermero. Ante esta situación, Carlos comenzó a trabajar en ella. «No me lo pensé. Hablé con mi familia. Mi mujer y mis hijas me han apoyado siempre… Cuando les pregunté, ya sabían cuál era mi decisión… Me sentía inútil e impotente. Había gente que me decía que fuera también podía ayudar, desde el Ayuntamiento, con las gestiones y las compras, pero esto lo podían seguir haciendo otros compañeros con los que llevo trabajando años. Si no hubiera entrado, creo que no me lo hubiera perdonado nunca», confiesa Carlos.
Mantener la tranquilidad
Al margen de gestionar la situación en la residencia, desde el Ayuntamiento también se ocuparon del bienestar de los habitantes de Valderrobres. «Mantuvimos la tranquilidad de la gente. Hicimos una campaña, sobre todo para las personas mayores para ayudarles con la compra, la farmacia… Nos hacían los pedidos y nosotros se los llevábamos a sus domicilios… Desinfectábamos el pueblo todos los días, con agricultores y ganaderos voluntarios, que a diario rociaban las calles con sus tractores, con agua con lejía… Cuando aparecieron los casos positivos en la residencia nos asustamos, pero tratamos de mantener el orden. Todos hemos respetado las normas de confinamiento. En cierto modo, creo que el hecho de tener conocimientos como enfermero me ha ayudado a dar lo mejor y a transmitir tranquilidad a todos los vecinos», señala Carlos Boné.
Carlos Boné, alcalde de Valderrobres:
«En el medio rural somos pocos, pero tenemos los mismos derechos que todo el mundo»
Enseñanzas de la pandemia
Son varias las enseñanzas que la pandemia ha dejado, a juicio de Carlos Boné. En primer lugar, la necesidad de la colaboración entre administraciones. «Todos estamos aquí para ayudar. No hay colores ni partidos. Nadie trabaja para tener mayor protagonismo o dejar en evidencia a nadie. En una situación de crisis sanitaria, en la que hay personas que están muriendo, las administraciones tienen que ir todas a una. No se tiene que mirar si eso está en mi parcela o en la tuya. Todos debemos colaborar».
En segundo lugar, el valor de los profesionales sanitarios. «Hemos demostrado que somos fundamentales. No se nos puede dejar, como ha ocurrido, sin equipos de protección. Espero que esto sirva para que todos nos demos cuenta de que en sanidad hay que poner todos los recursos. No vale solo con el agradecimiento. Hay que reconocer que somos una profesión importante y necesaria. Esto debe quedar claro. Si se repite la situación, no nos puede coger otra vez desprevenidos. El mejor reconocimiento es dotarnos de medios».
En tercer lugar, la importancia de la atención socio-sanitaria. «La sanidad es un pilar fundamental y las residencias de ancianos desempeñan un papel esencial para cuidar a las personas mayores. Hay que potenciar nuestra labor».
Y en cuarto lugar, el abandono del medio rural. «Somos pocos, pero tenemos los mismos derechos que todo el mundo. Por lo tanto, hay que acordarse más del medio rural. No puede haber ciudadanos de primera y segunda. Somos conscientes de que todos los pueblos no podemos tener un hospital, pero, en el caso de Valderrobres la uci más próxima es Zaragoza, a dos horas de viaje. Nuestro hospital de referencia, en Alcañiz, no tiene. Esto no es de recibo».
Escucha el testimonio de Carlos Boné en la entrevista que concedió al podcast ‘Sanará Mañana’ de Frecuencia Enfermera: