En sociedad

Isabel Zendal, maestra del cuidado

Está considerada por la OMS como la primera enfermera en misión internacional.

30 junio 2017 / Número 10 10 minutos de lectura

Está considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “la primera enfermera de salubridad en misión internacional” de la historia. En México, la Escuela de Enfermería de Puebla lleva su nombre. El gobierno de este país también le puso su nombre a la medalla al mérito de la enfermería que reconoce, desde 1975, a los profesionales más destacados. En España, apenas hallamos su huella en A Coruña, donde una calle (mal rotulada como ‘Isabel López Gandalia’) recuerda su memoria. Es Isabel Zendal Gómez, la única mujer que formó parte de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna contra la viruela, promovida por Carlos IV para expandir este remedio por América y Asia, entre 1803 y 1806.

Isabel fue uno de sus principales pilares. Sobresalió, especialmente, en el cuidado de los 22 niños españoles que partieron con la expedición desde A Coruña para inocular la vacuna, así como de los infantes americanos que fueron garantizando, posteriormente, la cadena de transmisión. De todo ello dejó constancia escrita el director de la expedición, Francisco Xavier Balmis: “con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre sobre los angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde A Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.

A pesar de su valía, es una de las grandes desconocidas de esta epopeya histórica. Su nombre lo ha rescatado del olvido el periodista Antonio López Mariño, quien ha documentado su origen gallego, en el municipio de Ordes; su nombre exacto, Isabel Zendal Gómez; y otros dos aspectos clave de la biografía de la rectora de la Casa de Expósitos del Hospital de Caridad coruñés (lugar de procedencia de la mayoría de los niños de la expedición): venía de una familia de labradores “pobres de solemnidad” y era madre soltera. Posteriormente, a partir de estos datos, el escritor Javier Moro noveló la historia en su obra “A flor de piel”, publicada por Seix Barral en 2015. En ella describe a Isabel de la siguiente manera: “No se parecía a nadie ni podía compararse con ninguna otra mujer. No era de la sociedad ni del pueblo, ni rica ni pobre, ni culta ni ignorante. Era gallega, española y mexicana a la vez. Era cuidadora de niños, especialista en vacunar, enfermera”.

Enfermera de los expósitos

Fue en 1999 cuando Antonio López Mariño dio con el primer eslabón de la cadena, mientras realizaba un reportaje para la Televisión de Galicia sobre los premios de natalidad que se entregaban en el franquismo. “Decidí incluir la otra cara de la moneda de estas familias espléndidas: los hijos del torno, los expósitos abandonados por sus padres en los tornos de las inclusas. Mi intención era dar una imagen humanista de los hospicios, pero Sor Pilar Bello, directora de la Inclusa coruñesa, me planteó algo de lo que no tenía ni idea: ¿Por qué no hacen el reportaje sobre lo mejor que han aportado los expósitos a la historia de este país?”. Antonio comenzó, entonces, a interesarse por la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y a poner nombre a sus protagonistas, hallando el testimonio de su existencia en archivos de Santiago, Ferrol y A Coruña. En ellos localizó a Isabel Zendal. “Fue en la partida de nacimiento de un tal Benito, hijo de Isabel Celdam Gómez. Indicaba que la madre, soltera, era natural de Santa Mariña de Parada (Ordes). Como natural de este mismo lugar también era identificada una tal María Zendal Gómez (hermana de Isabel) en la ficha de ingreso del Hospital de Caridad. Esto me llevó a los archivos de bautismo, matrimonio y defunción de la parroquia. Y ahí fueron apareciendo todos los Zendal Gómez: Isabel, el padre, los abuelos paternos, la madre, sus siete hermanos y sus siete sobrinos -hijos de la hermana mayor-.”

Desde Ordes, Isabel partió hasta A Coruña para emplearse en el servicio doméstico, nos cuenta Antonio López. “Trabajaba en la casa de un riquísimo comerciante local, Jerónimo Hijosa. Era el más importante financiador privado del Hospital de Caridad, gestionado por la Congregación de los Dolores. La Casa de Expósitos era una de sus secciones, junto con el hospital para pobres y el cuarto para partos secretos. Su colocación como rectora pudo producirse gracias a que Hijosa avalase la calidad humana de Isabel, pero la Congregación, de no contar con informes favorables de otros vecinos y del párroco, nunca la hubiese aceptado”. Así fue como nuestra enfermera se convirtió en responsable de sacar adelante a los niños expósitos y terminó embarcando en la corbeta ‘María Pita’ para llevar la vacuna de la viruela hasta América y Asia. “Fue seleccionada porque era la mujer, a mano, con más experiencia en el trato y cuidado de niños expósitos”.

Este ha sido el último capítulo de la historia para recuperar la memoria de Isabel Zendal. Aún quedan muchos más por escribir, pues en España no ocupa el lugar que se merece, “que no puede estar ni un peldaño por debajo del reconocimiento que ya tiene en México”, advierte Antonio López, sobre nuestra enfermera. “Isabel fue un pilar fundamental de la mejor aportación de España a la historia de la Humanidad. Pero para apuntarse esta gloria hay que asumir la esencial trascendencia de dos piezas de esta epopeya: una madre soltera, hija de labradores pobres de solemnidad; unos niños abandonados -el escalón más desfavorecido de la sociedad-, en el torno de una inclusa, en un portal de casa rica, en un transitado cruce de caminos o a la puerta de un convento, por sus propios padres”.

La relevancia de Isabel Zendal

  • Primera enfermera en misión internacional

La OMS considera a Isabel Zendal como la primera enfermera en misión internacional por su papel clave en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

  • Reconocimientos en México

En México, donde falleció, Isabel Zendal da nombre a la escuela de enfermería de Puebla. Además, da nombre a la medalla al mérito de las enfermeras, concedida por el gobierno nacional desde 1975.

La primera ruta de la vacuna

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La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fue promovida por la monarqía de Carlos IV y dirigida por Francisco Xavier Balmis para llevar el remedio de la viruela hasta América y Asia. Partió desde La Coruña y logró introducir la vacuna en las Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Cuba, Guatemala, México, Filipinas y China, entre 1803 y 1812. Es la primera expedición sanitaria internacional de la historia.

De Galicia a Nueva España

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La parroquia de Santa Mariña de Parada (foto José Caruncho) fue donde el periodista Antonio López localizó el origen de Isabel Zendal. Desde su localidad natal, Ordes, Isabel protagonizó un periplo vital que la llevó primero a La Coruña, como rectora de la Casa de Expósitos y a Nueva España, hoy México, donde finalizaron sus días.

La técnica de vacunar

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Pústulas de vacuna, enfermedad manifestada en las ubres de las vacas
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Fases de los “granos de la vacuna”. Grabado de José Ximeno Carrera, para la traducción de Balmis del Tratado histórico y práctico de la vacuna
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El impacto físico de la viruela

Para la operación de brazo a brazo, los granos de viruela de la persona ya envacunada han de tener las señales siguientes: que estén rodeados de un círculo de color rosado, cuyo centro ocupa la pústula formada en el punto en que se dio la picada. Que la pústula tenga la redondez de una lenteja ordinaria, esté hundida en el centro y como pegada a la carne y alrededor un pequeño cerco algo más elevado y que contiene una materia blanquinoso-espesa que, entre los envacunadores, se llama gomosa. El todo de la pústula y su círculo encarnado formarán la apariencia de una hermosa flor con su germen en medio.

Así en sazón, se harán en el grano que se quiera dos o tres punturas superficiales -hasta cuatro, máximo- con una lanceta bien limpia. Esperando un rato se verá brotar un licor transparente en que se mojará la punta de la misma lanceta, habiéndola enjuagado antes muy bien. Así preparada, se introducirá lo más superficial y horizontalmente que se pueda entre las láminas de la epidermis del sujeto que se va a envacunar (que no haya pasado las viruelas naturales), cuidando de que salga la menor sangre posible. La experiencia me ha enseñado, sin embargo, que su mayor o menor salida no impide que el virus pegue.
Al cumplir el cuarto día de la envacunación, si alrededor del punto en que se picó se presenta un encendimiento y pequeña elevación -parecida a la mordedura de una pulga o la primera aparición de un grano de viruela natural-, bien perceptible y limpia de toda erupción extraña, ya se podrá asegurar que el virus pegó.

Desde el día cuarto al séptimo apenas se percibe novedad alguna en los granos, a excepción de su incremento natural y la particularidad de que, a proporción que van aumentando en volumen y anchura, su centro descubre más claramente la hundidura.

Desde el séptimo hasta el nueve se ve formarse, por grados, el círculo encarnado o aureola. Los granos se llenan de la gomosa. 

El día diez parece ser el de la verdadera madurez del grano vacuno legítimo. Es el momento adecuado para pasar la vacuna de brazo a brazo. La hundidura empieza a secarse y a formar una costrita de color pardo. El pequeño cerco algo más elevado de la pústula se llena de gomosa, que sale como un licor transparente al poco rato de ser picada con la lanceta.

Este pus desaparecerá, regularmente, al fin del día once. En adelante, irá desapareciendo el círculo rosado y sólo la costra irá aumentando su tamaño, desde el centro a la circunferencia, cada día más gruesa, dura y morena, hasta que por el día 20 se desprende y cae por sí misma.

Una expedición sin precedentes

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El 30 de noviembre de 1803 partía del puerto de A Coruña la corbeta María Pita. Comenzaba la travesía de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Junto a Isabel Zendal viajaban otros muchos protagonistas de esta gesta, entre ellos más enfermeros con nombre propio.

Enfermeros. Basilio Bolaños, Pedro Ortega, Ángel Crespo y Antonio Pastor fueron los cuatro enfermeros que integraron la expedición.

Practicantes. Francisco Pastor y Balmis y Rafael Lozano y Pérez fueron los dos practicantes con los que contó la misión.

Director. El médico y cirujano Francisco Xavier Balmis fue el director de la expedición. La cátedra de vacunología de la Universidad de Alicante lleva su nombre.

Facultativos. El cirujano José Salvany fue el subdirector de la expedición. La lista de facultativos la completaron Manuel Julián Grajales y Antonio Gutiérrez Robredo.

Expósitos. Sin lugar a dudas, los grandes héroes de la expedición fueron los 22 niños expósitos, con edades entre los 3 y los 9 años, que garantizaron la cadena de tranmisión de la vacuna.

Reportajes sobre la REFV

Zendal 04 cmykLa Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, también es conocida como “Expedición Balmis” por su director -en este grabado de Elías Corona-. Balmis ha sido el personaje más conocido hasta la fecha. El trabajo del periodista Antonio López Mariño está rescatando la importancia de otros integrantes de la expedición: “La rectora Isabel al descubierto” y “La madre de todas las vacunas”, sobre Isabel Zendal. “Un héroe civil en el anonimato”, sobre Vicente Posse Roybanes, médido municipal de A Coruña. “El capitán de la vacuna”, sobre Pedro del Barco, el marino que condujo, a bordo de la ‘María Pita'”, a los expedicionarios hasta América. Y la seminal serie (2006) “Los héroes vuelven a casa”.

Devolver a la vida

La literatura tiene ese poder de devolver la vida a episodios históricos olvidados, o a personajes que han sido barridos por el viento de la historia porque cuenta por dentro lo que los historiadores cuentan por fuera. La novela histórica permite revivir el pasado, desde la emoción, identificándose con los personajes, recreando el marco histórico con la mayor precisión posible. A la escritura hay que añadir una investigación con cierto rigor, y un poco de suerte.
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Suerte es lo que tuve cuando perseguía una quimera, el personaje de Isabel Zendal. No conseguía empezar a escribir A flor de piel sin un mínimo de información sobre ella. La mujer que había acompañado a los niños en travesías oceánicas sin que se le muriese ninguno, la primera enfermera hispana de la historia, la primera enfermera en misión internacional según la OMS, nuestra Florence Nightingale había caído en el olvido. Ni siquiera se podía estar seguro de cual era su apellido porque aparecía escrito hasta de doce maneras distintas en los libros y documentos que trataban de la Expedición: ¿Cendal? ¿Sendala? ¿Gandalia?… Tampoco se conocían sus orígenes. ¿Dónde había nacido? ¿Era una gran dama de A Coruña que financiaba el hospicio de niños abandonados, como sugería un autor? ¿O era una extranjera, irlandesa u inglesa llamada Sendall, que había recalado en España de alguna misteriosa manera? Cuando me disponía a viajar a Galicia para intentar hallar alguna pista sobre la identidad de la heroína de la Expedición, la suerte quiso que el periodista Antonio López Mariño, un enamorado de A Coruña, publicase un reportaje con el título: Resuelto el enigma de la Rectora Isabel. Se basaba en un documento que había encontrado, fechado en 1781, referente a la visita del Obispo de Santiago a la aldea de Santa Mariña de Parada, en el municipio de Ordes, para confirmar en la fe católica a sus doscientos feligreses. Por primera vez aparecía el nombre del padre, la madre y los hermanos de la familia Zendal Gómez. Una información que López Mariño compartió generosamente conmigo, y que proporcionaba las claves para entender el personaje: sabíamos donde había nacido, quienes eran sus padres, el entorno donde había crecido. Sentí que ya podía empezar a escribir. Ya podía aportar algo más a lo que se había escrito hasta entonces sobre la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Durante meses me dediqué a insuflar vida a los protagonistas de una hazaña injustamente olvidada, con la esperanza de que algún día se les reconozca como se lo merecen.

 

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