Toman decisiones complejas y rápidas. La asistencia al paciente es primordial, pero también lo es el tiempo. Trabajan en condiciones extremas y tienen que gestionar en pocos minutos numerosos aspectos, relacionados con la atención sanitaria, la logística, el medio y la coordinación con el resto del equipo. Ellos se consideran a sí mismos emergencistas, aunque la especialidad no esté reconocida. Atienden a víctimas de accidentes, pero no forman parte de un dispositivo sanitario, sino de rescate. Se desplazan en helicóptero para llegar a lugares inaccesibles de otra manera. Son el único profesional sanitario del equipo, ya que sus compañeros son bomberos rescatadores, pilotos y operadores de vuelo. Son los enfermeros que trabajan en el Grupo de Emergencias Médicas de los Bomberos de Cataluña, con sede en Cerdanyola del Vallès, en Bellaterra. Su función es prestar asistencia sanitaria a las víctimas de los siniestros a los que acuden, especialmente en zonas de montaña, como el Pirineo catalán. En nuestro país, es el único servicio en el que la enfermería interviene en este tipo de casos y, además, sola, en parte debido a los recortes, que han mermado la plantilla, dejándola en cinco enfermeras y tres médicos, que se tienen que repartir las guardias de 24 horas. De amanecer a ocaso emplean el helicóptero para trasladarse, mientras que durante la noche lo hacen en los vehículos de bomberos. “No hacemos medicina de montaña, nosotros la denominamos medicina de rescate”, afirma Antoni Albiach Pla. “Actuamos en situaciones de máxima necesidad. Somos los únicos que podemos llegar al lugar en el que se encuentra el paciente. Lo tranquilizamos y lo trasladamos a una zona segura. No os podéis imaginar la mirada de la persona herida cuando accedes a él. Está asustado por la situación en la que se encuentra. Entonces, tú lo miras también y le dices: ‘tranquilo, hemos venido a ayudarte y a sacarte de aquí'”. En este tipo de situaciones límite, la identificación con lo que está viviendo el accidentado es fundamental. “En esto somos expertos los enfermeros.
“Nuestra misión es valorar al paciente de manera ágil, tratando y minimizando los riesgos inminentes de muerte, y trasladarlo a un centro hospitalario, con una orientación diagnóstica, un tratamiento y una seguridad adecuada”.
Por nuestra profesión, se nos pide tener trabajada la empatía. Es importante explicarle con rapidez lo que está ocurriendo y lo que va a suceder y, además, hacerlo de forma cálida para que se sientan acompañados. Siempre procuro mirarlos a los ojos y mantener algún contacto físico, por ejemplo tomándole el pulso con los dedos mientras hablas y le preguntas qué le pasa. Sirve para detectar alteraciones en el ritmo cardiaco y, a su vez, mostrar calidez y empatía. En esas circunstancias, dependen mucho de ti, son muy agradecidos, con poco que les ofrezcas creas un vínculo importante con ellos. Son momentos breves, pero intensos”, explica Yolanda Ferreres Ramia.
Los equipos de rescate de los bomberos de la Generalitat de Cataluña están integrados por el piloto del helicóptero, un operador de vuelo responsable de manejar la grúa con la que suelen sacar al herido del lugar del siniestro, dos bomberos rescatadores y el enfermero. Una vez acceden al lugar del accidente se acelera, ya de por sí, la carrera contra el reloj, afrontada en circunstancias extremas, como describe Yolanda. “Nuestro esfuerzo es valorar al paciente de manera ágil, tratando de detectar lesiones con riesgo inminente de muerte, tratarlas y trasladarlo a un centro hospitalario, con una orientación diagnóstica, un tratamiento y una seguridad adecuada. Nuestra peculiaridad sobre las emergencias en una ciudad, por ejemplo, es la hostilidad del entorno y el tiempo, que condicionan la manera de trabajar. Estás sometido a muchas circunstancias agobiantes. Tienes que seguir un conjunto de operativas que no están relacionadas con la asistencia, sino con la logística. Desde el momento en el que accedes al herido, te preguntan cuándo lo sacarás, si emplearás la grúa… La emisora trabaja mucho con la central de coordinación, con el helicóptero y con otros mandos de bomberos que puedan ayudar. El medio te marca mucho los tiempos, la climatología… A veces, te dicen que tienes cinco minutos y es así. No puedes realizar una asistencia normal. Las prioridades cambian. Si va a anochecer tienes que ir rápido, porque si la máquina se va, tienes un rescate de seis horas por tierra. Esto tampoco es bueno para las lesiones del paciente”.
En este contexto, Antoni califica su trabajo como enfermería de acción, “aunque parezca un poco extremo, porque tu rival no te liquida. Nuestro enemigo es que la cuerda falle, que haga mucho viento, que llueva o nieve… Debes tener todo muy claro, valorar con rapidez, si pones un catéter, ventilas, sedas… Quizás si tuviéramos que cuidar a un enfermo en planta a lo mejor no lo haríamos bien, porque no estamos acostumbrados. Necesitamos adrenalina”.
Es una asistencia muy condicionada por el tiempo y el medio en el que se desarrolla. “El medio te marca mucho los tiempos, la climatología… Te dicen que tienes cinco minutos y es así. No puedes realizar una asistencia normal. Las prioridades cambian. Si va a anochecer tienes que ir rápido, porque si la máquina se va, tienes un rescate de seis horas” por tierra. Esto tampoco es bueno para las lesiones del paciente”.
Situaciones extremas
Antoni Albiach ha desarrollado la mayor parte de su vida profesional en el Servicio de Emergencias Médicas de Cataluña (SEM) y en el servicio similar de los bomberos de la Generalitat. Ha vivido algunas situaciones extremas. “Más de una. Recuerdo un accidente de un montañero que había quedado inconsciente tras golpearse con una piedra. No lo podíamos mover. En la aproximación con la grúa, con un cable de veinte metros, de repente una racha de viento imprevista provocó el descenso brusco del helicóptero, unos diez metros. La sensación fue terrible. Fue un momento difícil”. Para evitar accidentes en las actuaciones, todo el equipo de rescate, incluido el enfermero, tiene que mantenerse en un estado de forma óptimo. De hecho, para acceder al cuerpo tuvieron que pasar una serie de pruebas físicas, como completar un circuito de orientación, la entrada en una cueva empleando técnicas de espeleología o descender 25 metros en rápel. “A partir de ahí, nuestra obligación es mantener el nivel físico y técnico necesario para ser autónomo y que nadie tenga que estar pendiente de ti durante una operación”, señala Yolanda Ferreres. “En mi caso, soy montañera, me gustan la espeleología, el esquí y la bicicleta de montaña, corro… Tienes que mantener la forma física, porque, si no, te dejan atrás y eso no es bueno. No puedes ser un estorbo”. Además, la formación y el entrenamiento con la grúa de rescate, por ejemplo, es imprescindible para garantizar la seguridad de las operaciones y la eficacia del rescate.
Trabajo en equipo
El trabajo en equipo es otro aspecto relevante del desempeño de los profesionales del dispositivo de rescate. Es imprescindible el buen conocimiento de los compañeros, trabajar la compenetración y extraer conclusiones posteriores de cada operación, como indica Yolanda Ferreres. “Estamos muy integrados entre los compañeros, porque son pocas manos y hay que trabajar muy coordinados. La unión entre los rescatadores y el sanitario es vital. Es importante que sepamos las limitaciones de cada uno. Nosotros debemos conocer las técnicas de montaña y ellos las asistenciales, ya que esto facilita la toma de decisiones y la buena consecución de todo. Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones nos encontramos únicamente tres personas para asistirlo, inmovilizarlo, ponerlo en la camilla y rescatarlo. Nunca existe un patrón común. Cada situación es peculiar. Por eso, es importante hacer análisis posteriores entre todos los miembros del equipo para ver qué ha ido bien y reforzarnos en lo que ha ido peor para corregirlo”.
Los rescates de montaña suelen ser los más habituales, en torno a unas 700 intervenciones al año. El 91 por ciento de las operaciones requieren algún tipo de atención sanitaria antes de que la grúa evacúe al herido del lugar en el que se encuentra, según los datos del Grupo de Emergencias Médicas de los Bomberos de la Generalitat. “Desde hace un tiempo, todo el mundo se ve valiente para comprarse unos pantalones cortos e irse a la montaña, sin preparación. Esto está provocando que cada vez nos enfrentemos a más casos de traumatismos, muchos de ellos graves, hipotermias y deshidrataciones”, enumera Antoni. “En todas las épocas del año. El invierno es más complicado, por las condiciones climatológicas, la temperatura, el viento, las horas de luz… En verano tenemos más accidentes relacionados con la escalada en roca o el descenso de barrancos”.
Durante el día, mientras hacen la guardia de helicóptero, el equipo se encuentra en el aeropuerto de Sabadell. Por la noche, los miembros del dispositivo permanecen en el parque central de bomberos de Cerdanyola. Los enfermeros visten los uniformes de los bomberos, azul en ambulancia y rojo en rescate de montaña. Sólo los diferencian los galones y el distintivo sanitario del casco. Para las emergencias nocturnas disponen de una UCI móvil perfectamente equipada, mientras que para las diurnas llevan en el helicóptero tres mochilas de soporte vital avanzado con una configuración modular adaptable a la situación. También cuentan con férulas de neopreno, para inmovilizar a la persona en el menor tiempo posible. En caso de que necesiten un helicóptero sanitario, lo avisan para transferir al herido en un lugar seguro, una vez lo han rescatado de la zona del accidente.
El director del Grupo de Emergencias Médicas de los Bomberos de Cataluña es Miquel Vidal Domínguez, responsable también del Curso Superior en Medicina de Expediciones y Lugares Remotos de la Universidad de Barcelona. Miquel destaca las bondades del modelo de integración de sanitarios y bomberos. “Hay un tipo de emergencia que necesita formación sanitaria y también otros conocimientos y habilidades. Por ejemplo, tienes que poder manejar un equipo de aire para entrar en sitios con atmósferas tóxicas. Así, puedes actuar en la zona caliente de los siniestros. Esto, en un sistema de emergencia basado exclusivamente en la sanidad no puedes hacerlo, salvo que antes los rescatadores saquen a las víctimas de ese lugar. En cambio, si el sanitario va con los bomberos, equipado como ellos, con unos conocimientos similares puede atender a las personas, in situ, en la zona caliente del accidente”.
Gran impacto
Cada rescate es diferente y en muchos casos impactante, como recuerda Yolanda Ferreres. “Hace poco atendimos a un niño en una montaña, no muy alta, en Olot. En su cima, se había subido a un árbol, se rompió una rama y cayó alrededor de 200 metros. No nos explicamos cómo seguía vivo. Tenía un traumatismo abdominal grave y traumatismo craneofacial. Fue un operativo muy complejo, en una zona con hojarasca, resbaladiza. Lo sacamos con la grúa, lo llevamos a un lugar seguro y lo transferimos a un helicóptero sanitario”.
La ampliación de personal, una demanda histórica
La falta de personal sanitario es uno de los principales problemas del servicio en la actualidad, lo que provoca que las guardias tengan que ser cubiertas sólo por un médico o enfermero. Incluso en ocasiones, debido a esta circunstancia, hay turnos donde los sanitarios no están presentes. Por ello, una de las principales demandas realizadas a la administración es la cobertura, al menos, de las quince plazas con las que originalmente se creó el dispositivo, ocho médicos, de los que quedan tres, y siete enfermeros, de los que prosiguen cinco. La precariedad de los sueldos es otra de las condiciones laborales en las que se encuentran estos profesionales, lo que obliga en algunos casos a la pluriocupación, trabajando en otros servicios de emergencia, por ejemplo.
Operativo habitual
Yolanda Ferreres, enfermera de rescate.
Nos pasan la información desde nuestra sala central (coordinación) del accidente y su presunta localización. Mientras el piloto y el operador de vuelo (responsable de la grúa del helicóptero) se ocupan de arrancar la máquina y de los temas de navegación, los dos rescatadores y el enfermero (o médico, depende de la guardia) nos equipamos con el material personal (arnés y arnés de pecho; casco, emisora) y cogemos las mochilas de asistencia (habitualmente tres mochilas). Salimos al servicio. En vuelo, vamos comunicándonos la información disponible. Cuando llegamos, sobrevolamos la zona, localizamos a la víctima desde el aire y establecemos la estrategia de actuación. Aterrizamos en lugar próximo, descargamos el material y preparamos el gruaje. Accede al herido sólo un rescatador, con material de seguridad y básico sanitario. Habitualmente, baja con el cable de grúa, si el lugar es de acceso complejo o supone una demora haciéndolo a pie. El rescatador informa por emisora sobre el estado del herido, la necesidad de acceso del resto del equipo de rescate y el material necesario. Suele necesitarse al sanitario, para analgesia o técnicas mayores, que accede en segundo lugar y, en tercer lugar, el segundo rescatador. El enfermero, una vez con el herido, realiza la valoración y asistencia, coordinando el equipo en temas asistenciales y colaborando en las técnicas de rescate. También debemos mantener información constante de la evacuación y sus necesidades, tanto con el helicóptero como con la sala de coordinación. Si el paciente está grave, suele pedirse apoyo de unidades de soporte vital avanzado, ambulancias o helicóptero sanitario, para realizar una transferencia del herido tras su rescate y su traslado a un hospital adecuado. La coordinación es importante. La evacuación del herido suele hacerse con camilla, mediante la grúa, acompañado siempre por uno de los dos rescatadores. Se aterriza en lugar próximo al rescate para colocar la camilla adecuadamente dentro de la máquina o para transferirla a un vehículo de sanidad. El enfermero marcha del lugar con grúa o por propios medios, antes que el paciente o justo después, según cada caso.