Generan un cambio en los pacientes para que tomen conciencia de la enfermedad. A través de la educación para la salud les enseñan las habilidades necesarias para su recuperación. Son las claves del trabajo que realizan las enfermeras con las personas con adicción a sustancias como alcohol, cannabis y otras drogas e incluso otro tipo de dependencias a medicamentos o actividades como el juego o las compras.
En los hospitales Rodríguez Lafora y Gregorio Marañón de Madrid, el Hospital y la Universidad de La Rioja, Proyecto Hombre de Burgos y Alicante y Centro de Día Zuria de Pamplona, las enfermeras reciben y se encargan del cuidado de personas que en muchos casos han tocado fondo.
La desintoxicación, la deshabituación y la recuperación de las rutinas y hábitos de vida son los procesos donde es relevante la intervención de profesionales como Piedad Pérez Marín, Raquel Álvarez Lacalle, Ana Cañizares García, Raquel Soto Gámez, Iván Santolalla Arnedo, Esteban del Pozo García, María Ángeles Carrascal y Juana Velasco Soriano. Con su trabajo, contribuyen a la rehabilitación de cada persona.
Te contamos a continuación el trabajo de la enfermería frente a las adicciones.
“Cuando llegan aquí, la verdad, es que tienen que haber tocado fondo en algún área importante de su vida. Cada persona es un mundo. Hay quienes reaccionan cuando la pareja les dice: ‘¡Hasta aquí. Me voy o te vas!’. Otros lo hacen cuando han perdido la salud. Y algunos, nunca”, explica María Ángeles Carrascal, enfermera del hospital Rodríguez Lafora de Madrid. “Aquí viene quien lo necesita y pone su esfuerzo para salir adelante”, subraya Raquel Soto, enfermera del Centro de Día Zuria de Drogodependencias en Pamplona. “Cuando llegan a la comunidad, es el primer paso del camino. Es el más duro, porque van a permanecer ingresados”, indica Ana Cañizares, enfermera de Proyecto Hombre en Alicante. Su compañera del centro de Burgos, Raquel Álvarez, añade: “Creemos en las potencialidades del individuo. Cada persona cuenta con su propia capacidad para salir adelante, ponerse en marcha y emprender los cambios que quiera y crea”.
Favorecer el cambio es una de las cuestiones en las que enfermería incide con los pacientes, como indica Piedad Pérez Marín, enfermera del Hospital Gregorio Marañón: “En muchas ocasiones tienen que estar varias veces ingresados para darse cuenta de su situación. Ahí es donde nosotros hacemos hincapié”. Al respecto, María Ángeles Carrascal, enfermera del Hospital Dr. Rodríguez Lafora, indica que “está claro que hay recaídas. Es el paciente quien tiene que tomar conciencia de la enfermedad y que sean ellos mismos quienes provoquen el cambio”. En este aspecto, las terapias dirigidas por enfermeros son especialmente importantes, ya sea en la fase aguda de la enfermedad, en la rehabilitación o en la adherencia a los tratamientos.
El Hospital Dr. Rodríguez Lafora, de Madrid, cuenta con una unidad de desintoxicación y otra de deshabituación del consumo de alcohol. “Dadas las características de esta droga, necesitan una desintoxicación con un tratamiento y una vigilancia, ya que durante los primeros días pueden aparecer efectos secundarios, como el síndrome de abstinencia o el delirium tremens, que pueden ser graves para la integridad personal. El ingreso se prolonga durante 14 días, en los que iniciamos la motivación para el cambio. Llegan bastante afectados físicamente. Poco a poco van mejorando y vamos interviniendo con ellos desde enfermería para que tomen conciencia real de la enfermedad”, explica la enfermera María Ángeles Carrascal. Una vez reciben el alta, regresan a sus casas entre siete y quince días para comprobar que están dispuestos a mantener la abstinencia. “Es un momento importante, pues tienen que dar la batalla en la calle, en su entorno habitual”. A continuación, de manera voluntaria, pueden solicitar el ingreso en la unidad de deshabituación (UDA). Es un régimen abierto, de cuatro semanas. Previamente, tienen que superar un test toxicológico en el que deben dar negativo. “En la UDA desarrollamos con ellos habilidades para que se mantengan sin beber, para que se den cuenta de que pueden volver a tener ilusiones y salir del estado de apatía y dejadez personal que les llevó al alcohol”, indica María Ángeles.
En ambas unidades, el papel de enfermería en la dirección de los grupos de salud es fundamental, subraya Esteban del Pozo, responsable de Calidad y Apoyo a la Investigación en Enfermería. “Como algo propio de nuestra especialidad, la salud mental, estas intervenciones no son instrumentales, son grupales. Requieren formación y experiencia en llevar grupos de este tipo. Esto no lo puede hacer cualquiera, ya que afloran emociones entre las personas que debemos saber manejar, pues en caso contrario puede resultar incluso antiterapéutico. Como base, trabajamos el aspecto psicológico, emocional de la enfermedad. Generamos una confrontación con la sustancia, lo que les está pasando por un consumo tan exagerado, la pérdida de las capacidades y de las funciones a todos los niveles”. Siguiendo este criterio, los pacientes de la unidad de desintoxicación, también conocida como alcohología, participan en hasta seis sesiones, tres a la semana. “Llegan muy deteriorados cognitivamente. Consolidamos la recuperación física con una información completa sobre la enfermedad y todas las consecuencias de su dependencia del alcohol, pues suelen derivar en patologías multiorgánicas como hepática, pancreática, coronaria…”, detalla Juana Velasco, responsable de enfermería y supervisora de ambas unidades. Estas terapias son transversales, pues en la UDA también se desarrollan. A ello se une el trabajo con las familias, “muy importante”, según Juana. “En desintoxicación contamos con un grupo específico, donde trabajamos con un familiar, que preparamos para que ejerza de corrector al alta, pues es un factor pronóstico de buen resultado. Son los que están pendientes de que no haya recaídas, de controlar y apoyar a la persona con alcoholismo”.
Como algo propio de la especialidad de salud mental, las intervenciones con los pacientes con dependencias de sustancias tóxicas como el alcohol son grupales, donde los profesionales deben manejar las emociones que afloran en el grupo con el fin de realizar un trabajo psicológico que les permita superar su patología.
Una vez reciben el alta en unidades de agudos como las del Rodríguez Lafora, pueden acudir a los centros de atención a la drogodependencia (CAD). Raquel Soto Gámez es enfermera del Centro de Día Zuria de Pamplona. “En muchos casos, vienen de la unidad de agudos de psiquiatría, con una desintoxicación previa. Aquí nos centramos en el mantenimiento de la abstinencia”, explica. Para lograrlo, de nuevo, es fundamental la educación sanitaria. “Organizamos grupos semanales de una hora de duración. En ellos abordamos el síndrome metabólico, la nutrición y la alimentación, el ejercicio físico… Sobre todo, temas que contribuyan a su bienestar y recuperación de la salud. Hacemos dinámicas con ellos. Me gusta que colaboren, participen e interactúen, generando discusión y escuchando sus opiniones. Así consigues trabajar aspectos como la paciencia, al tener que respetar el turno de intervención”.
Zuria es el único centro publico especializado en tratamiento de trastornos adictivos del Servicio Navarro de Salud, Osasunbidea ( SNS-O). Está integrado en la Red de Salud Mental y depende de la Gerencia de Salud Mental. Los pacientes suelen estar alrededor de tres meses, dependiendo de cada persona. Llegan con dependencias a sustancias tóxicas. El alcohol y el cannabis son las más frecuentes, cada vez a edades más tempranas. En muchos casos, también tienen asociadas otras patologías o trastornos psicológicos. Al ser un centro de día, acuden de lunes a viernes entre las 8 y las 15 horas. “Ya vienen desayunados. Nosotros administramos la medicación que les corresponde a primera hora, así como la del almuerzo que hacen aquí. Ellos se llevan las de la cena y las correspondientes a los fines de semana”. El tratamiento farmacológico está destinado habitualmente a evitar el síndrome de abstinencia, la ansiedad que conlleva y la eliminación del deseo de consumir. “Mientras están con nosotros, durante la mañana, participan en diversos grupos y talleres”, señala Raquel, única enfermera del centro junto con una alumna EIR procedente de la Universidad de Navarra.
Junto a la administración de los tratamientos y el control de la salud, el acompañamiento de la enfermería es fundamental en todo el proceso de recuperación de los pacientes con adicciones.
En España, una referencia para el tratamiento de las adicciones es Proyecto Hombre. Sus equipos profesionales cuentan también con enfermeras. “Nosotros no somos centros médicos, sino terapéuticos”, expone Raquel Álvarez Lacalle, quien además de enfermera es psicoterapeuta en el centro de Burgos, donde mantienen una comunidad terapéutica, un programa ambulatorio, el tratamiento de metadona, la reinserción socio-laboral, una intervención con adolescentes y otra con población reclusa. “En la comunidad terapéutica atendemos a personas con gran desestructuración, con más años de consumo, con menos apoyos externos y sociales. Mientras que el programa ambulatorio está abierto a personas con menos exclusión social, aunque consumidora. Yo, fundamentalmente estoy en este último, con las entrevistas iniciales de valoración, por ejemplo, para decidir qué programa es el más adecuado. Para nosotros es importante el trabajo en red. Nuestros pacientes son vistos en su centro de salud cuando tienen algún problema. Permanecemos en contacto con ellos para que haya una buena coordinación y comunicación. También hacemos mucha sensibilización, sobre la importancia de la adherencia del tratamiento. Por ejemplo, en muchos casos las personas con VIH son reacias a ir a las consultas de Primaria. Entonces, vemos la manera de mentalizarlos para que acudan a ella, inicialmente haciendo nosotros las extracciones de sangre y llevándolas a laboratorio, para que solo tengan que ir a la consulta”. Además, Raquel lleva el programa de metadona, en coordinación con el médico. Mientras que en colaboración con la psicóloga, realiza sesiones semanales de terapia individuales con cada paciente y participa en el grupo de autoayuda. “Con estas actividades vamos viendo dónde tienen su problemática principal y cuáles son sus demandas. Los acompañamos en el proceso de descubrimiento y en los cambios que ellos mismos proponen para mejorar su situación. El trabajo en grupo también es muy potente para ellos, pues se ven reflejados en otras personas y se apoyan y enriquecen mutuamente. No tenemos un período de tiempo concreto, sino que depende de los objetivos de cada individuo”.
Junto a la administración de los tratamientos y el control de la salud, el acompañamiento de la enfermería es fundamental en todo el proceso, como indica Ana Cañizares García, enfermera en el centro de Proyecto Hombre en Alicante. “Cuando llegan a la comunidad, el momento en el que inician la desintoxicación aparecen otros problemas de salud que antes no percibían. Tienes que hablar mucho con ellos. Les explicas la necesidad de que se relajen, refuerzas su autoestima para que sean capaces de salir adelante, sin depender de una determinada medicación o una ayuda externa. Intentas que tomen el control de ellos mismos de manera progresiva”.
Creado en 1989, Proyecto Hombre cuenta con veintisiete años de trayectoria. En este tiempo, mucho ha evolucionado el tipo de adicciones. “Cuando comencé a trabajar aquí, hace más de veinte años, enfermedades infecciosas como el SIDA o la hepatitis eran nuestro principal problema”, recuerda Raquel Álvarez. “Ahora, hay épocas en las que no tenemos a ningún paciente con estas enfermedades. Hoy, son más comunes las patologías psiquiátricas. En la mayoría aparecen este tipo de problemas debido al consumo de drogas como la cocaína o el speed, que generan más trastornos neuropsiquiátricos, algo que la heroína, por ejemplo, no causaba”.
Esta realidad es la que se encuentra en su día a día la enfermera Piedad Pérez Marín en la unidad de agudos del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid. “El trastorno de la personalidad es la enfermedad del futuro”, asegura. De un lado, Piedad trabaja en un programa denominado ‘Ático’, con pacientes psicóticos graves, en muchos casos policonsumidores y adictos a drogas como cannabis, cocaína, alcohol o tabaco, e incluso al fármaco administrado para evitar su consumo. De otro, con pacientes con trastornos de la afectividad, con alteraciones en el estado de ánimo y trastornos de personalidad, alimenticios, depresión, intentos autolíticos, fases maniacas… En ambos casos, su instrumento de trabajo son las terapias grupales. “En primer lugar, el policonsumidor con brote psicótico, se tiene que desintoxicar, pues suelen venir con niveles elevados de cocaína o cannabis. Los sedamos para eliminar la ansiedad de la abstinencia. El tratamiento farmacológico se completa con un seguimiento individualizado y con la terapia grupal, que les ayuda bastante pues comparten experiencias similares y pueden explayarse. Con el grupo de pacientes con trastornos de la afectividad abordo de manera más directa el tema de las drogas, ya que con su consumo han tratado de tapar otro tipo de problemas como la pérdida de un trabajo o de su pareja. Intentamos que entiendan que la adicción ha empeorado aún más su situación”.
Cada vez son más frecuentes los pacientes con ambos perfiles, trastorno mental y consumo de sustancias de abuso. Este vínculo ha sido el objeto de estudio de la tesis doctoral de Iván Santolalla, supervisor del Hospital de La Rioja y profesor de Psicología y Calidad en la Escuela de Enfermería de la Universidad de La Rioja. “Hice un estudio previo, situacional, tras observar que en la comunidad riojana había mucha relación entre el consumo de sustancias de abuso y el trastorno mental grave. Por otro lado, me preocupaba el tema de la agitación psicomotriz grave, ya que es un síndrome que genera graves complicaciones tanto al paciente como a los profesionales, especialmente a la enfermería, pues tenemos que intervenir sobre la persona agitada. Además, comprobé que a pesar de que tiene cierta prevalencia, no existen estudios que nos ayuden en la intervención, valoración y evaluación”. Tras constatar todo esto, en colaboración con otros profesionales de las unidades de hospitalización psiquiátrica del Servicio Riojano de Salud, introdujeron la escala ABS de Corrigan. Partiendo de esta base, la tesis de Iván Santolalla identifica el perfil del consumidor de drogas de abuso en pacientes con trastorno mental grave, así como su relación con el desarrollo de conductas de agitación psicomotriz durante el ingreso hospitalario. “Los resultados y las conclusiones fueron muy ricas y variadas”; afirma Iván. “El consumo de sustancias de abuso entre la población con trastorno mental grave es muy destacado. Alcohol y cannabis son los más frecuentes, junto a otras como el éxtasis, la cocaína, las anfetaminas o los alucinógenos. Cada vez comienzan a edades más tempranas y disminuye la conciencia sobre la enfermedad que tienen. Por último, la comorbilidad de consumo se asocia con una mayor incidencia y gravedad de las conductas de agitación”. ¿Qué puede hacer enfermería ante estas situaciones? “Pues intervenir en los factores de riesgo. Realmente, es un síndrome que funciona en escalada. Comienza con un pródromo, que es importante conocer. Si actuamos en ese momento, con contención verbal o farmacológica, se puede prevenir la agitación psicomotriz”, concluye Iván Santolalla.
Escalas de valoración
En 2008, el Servicio Riojano de Salud introdujo de manera temporal la escala de valoración ABS de Corrigan en relación a la agitación psicomotriz, en el marco del estudio de Iván Santolalla. Debido a sus resultados positivos, en 2012 decidieron mantenerla. En la actualidad, Iván está trabajando en su completa y correcta validación en idioma español.
De nuevo, el papel de enfermería es importante en el manejo y cuidado de la agitación psicomotriz, como ocurre en todas las etapas por las que pasa un paciente con problemas de adicción. “Es una experiencia muy enriquecedora”, concluye Ana Cañizares, enfermera de Proyecto Hombre en Alicante. “Al principio vienes sin saber cómo te vas a enfrentar a personas así. Piensas que pueden llegar a ser peligrosas, pero termina ocurriendo todo lo contrario. Para ellos eres muy importante. Cuentan contigo para todo. Te hacen partícipe de sus problemas y de sus logros”. Entre medias, un proceso en el que se han transformado. “Lo que más satisfacción me produce es ver el cambio en los usuarios, cómo ingresan y cómo, poco a poco, va saliendo lo mejor de ellos. Es un proceso de evolución y maduración, de crecimiento personal muy satisfactorio”, añade la enfermera de Proyecto Hombre en Burgos, Raquel Álvarez. El alta también es el momento más relevante para Juana Velasco, responsable y supervisora de enfermería del Hospital Rodríguez Lafora. “Cuando los veo, es increíble su agradecimiento a las enfermeras, cómo reconocen lo mal que llegaron y cómo se van, la conciencia que han tomado de ellos mismos”. El alivio de su problemática inicial es lo que más destaca de su trabajo su compañera María Ángeles Carrascal. “Durante la desintoxicación compruebas que tus cuidados sirven para aliviar en gran medida el malestar que sufren. Y durante la deshabituación, ves que contribuyes a que tomen conciencia de la enfermedad”. Todo ello, con una carga emocional importante, como destaca Esteban del Pozo, responsable de Calidad y Apoyo a la Investigación en Enfermería. “Yo no hago atención directa, pero veo cómo trabajan mis compañeras. Valoro mucho lo que hacen, conocen los graves problemas de los pacientes y son capaces de manejar tanto sus emociones como las propias. Chapó”.
Drogodependencias, una enfermedad crónica
“La drogodependencia es una enfermedad crónica. Asumimos que hay pacientes que tienen una recuperación muy buena y otros que se quedan a medias, por lo que pueden recaer. Es difícil, pero se puede salir”, afirma Raquel Soto Gámez, enfermera del Centro de Día Zuria de Drogodependencias, en Pamplona. “Tenemos que contribuir a normalizar esta patología, a que la veamos como algo crónico, porque los enfermos lo pasan muy mal y necesitan una atención importante y continuada, a la que deberíamos destinar más recursos, con el fin de evitar posibles recaídas”.
La adicción como síntoma
La adicción en la que los pacientes han terminado es un síntoma de otras cuestiones, subraya Raquel Álvarez Lacalle, enfermera de Proyecto Hombre. “Lo importante no es el tipo de adicción, sino qué le ha ocurrido a la persona para haber caído en ella. Cuando se lo explicas, ellos lo comprenden enseguida. ¿Qué más da que consuma cocaína o alcohol o juegue a las máquinas tragaperras? Lo importante es lo que me ha ocurrido a mí para haber terminado así. ¿Qué intento cubrir con esto? Al final, compruebas que existen muchas similitudes entre todos, aunque cada persona tenga su caso particular”.
Los cuidados de enfermería frente al VIH-Sida
Raquel Álvarez Lacalle llegó a Proyecto Hombre en Burgos en la década de los 80 del siglo pasado, procedente del Hospital General Yagüe. “En aquellos años, la enfermería era muy importante para cuidar a los enfermos de VIH-Sida o de hepatitis. El 80 por ciento de las personas ingresadas venían con estas enfermedades. Entonces, pasábamos consulta en la propia comunidad terapéutica para que no tuvieran que salir a los servicios de la red sanitaria. Lo más importante, era la relación terapéutica que creabas con ellos. En muchos casos, descubrían que estaban infectados aquí, en el centro. Como enfermera, una de mis labores era comunicárselo. Aquí realizamos un trabajo muy importante, cómo les informábamos y hablábamos con ellos, cómo estábamos junto a ellos, cómo los tratábamos. Este apoyo era fundamental. Podían volver aquí cuando quisieran, a expresar su malestar, a comentar lo que fuera necesario”. Son muchos los recuerdos de esa época que afloran en Raquel. “Especialmente el momento en el que les decíamos que tenían VIH-Sida. Ellos casi se lo imaginaban. Cuando se lo decías, le ponías una mano en la espalda, como señal de apoyo, y cuando la retirabas la tenías totalmente empapada en sudor. Las reacciones eran… porque en aquellos tiempos tener esta enfermedad era como decirles que les quedaba poco tiempo de vida. Ahora no es así, no tiene nada que ver, pero en aquellos tiempos yo creo que hicimos un trabajo importante de apoyo, porque no había muchos lugares donde podían dirigirse a hablar y a tratar este tema. Esto hoy se ha convertido en otra cosa, mucho más llevadera. Hay tratamientos mejores”, reflexiona Raquel Álvarez Lacalle.
Contra el estigma, conocimiento
“Soy partidaria de que toda la población tenga unos conocimientos básicos sobre salud mental”, afirma Piedad Pérez Marín, quien va más allá y desde su hospital, el Gregorio Marañón, trabaja con los alumnos de los cursos finales de Enfermería y Medicina para evitar el estigma. “Independientemente de la especialidad que quieran realizar, todos deben comprender que estos pacientes tienen una patología orgánica, aunque sea una psicosis. Al menos, tienes que saber qué es una enfermedad mental y saber tratar a las personas que te puedan llegar con ella. A lo mejor estás en urgencias, viene con un dolor abdominal, miras su historia y lo envías directamente a Psiquiatría, cuando realmente tiene una peritonitis. Es lo que trato de explicarles”. Junto a este tipo de actividades formativas, Piedad considera necesario aumentar el número de enfermeras especialistas en Salud Mental “para mejorar la atención sanitaria”.
Piedad Pérez Marín:
“La prevención a edades tempranas es muy importante. La ignorancia es muy grave y hace mucho daño a la sociedad”
La importancia de la prevención
Piedad Pérez Marín, enfermera del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, lleva tres años impartiendo charlas, de manera voluntaria, a los estudiantes de bachillerato del instituto Santa Ana y San Rafael de Madrid. “Les explico qué es un paciente con una enfermedad mental, el daño que ocasionan las drogas y su consumo, ya que ellos piensan que no pasa nada. Por ello, les expongo lo que ocurre y lo que les puede pasar. Cada vez comienzan a beber y fumar más jóvenes. Ven la vida más rápido, en todos los sentidos. Les intento inculcar que tienen tiempo para todo y que empleen el sentido común. Si quieren beber o fumar, cuando sean mayores de edad. Niños pequeños, pequeños problemas. Niños mayores, mayores problemas. Y no solo las consecuencias directas del consumo, sino los efectos secundarios que pueden desembocar en un episodio psicótico. Para que se conciencien, les muestro casos reales”. De su experiencia, Piedad considera que este tipo de iniciativas se tienen que organizar con chavales de edades más tempranas. “Al principio, cuando hablamos de drogas ves cómo se ríen y se miran unos a otros. Si se hiciera en cursos anteriores, evitaríamos complicaciones futuras porque ya tendrían conocimiento de todas las consecuencias negativas. La prevención es muy importante, porque la ignorancia es muy grave y hace mucho daño a la sociedad”.
La formación, fundamental para enfermería
Iván Santolalla, supervisor del Hospital de La Rioja y profesor de Psicología y Calidad en la Escuela de Enfermería de la Universidad de La Rioja, considera que el conocimiento es fundamental para el correcto abordaje de los pacientes con adicciones que presentan brotes psicóticos. “Debemos saber que existe la agitación psicomotriz y estar formados para saber responder cuando aparezca este síndrome, que podemos encontrarnos en multitud de pacientes. Tenemos que conocer las opciones de intervención en enfermería, sobre el espacio, la contención verbal, la contención farmacológica y la contención mecánica. Esto es esencial”.