Hace más de siete años que el enfermero Jordi Ramón Rizo decidió atajar el problema de aislamiento social que detectaba en las personas mayores que venían a su consulta de salud mental en Cornellà. Mal diagnosticados con ansiedad o depresión, estos pacientes tenían un denominador común: la soledad. El proyecto de Jordi comenzó con un pequeño grupo que cada semana se reunía para realizar alguna actividad que ayudase a los participantes a crear vínculos entre ellos y con la comunidad. Hoy en día más de cincuenta personas forman parte de este “grupo de soledad”, como lo llaman sus integrantes, y la historia de sus vidas es lo que conforma el libro que han publicado de forma colectiva.
El libro “Pequeñas historias, grandes personas” enlaza relatos autobiográficos de integrantes del grupo con la historia de Carlos, un personaje ficticio, como hilo conductor. Este adolescente llega por error a una de las reuniones semanales y queda fascinado con las historias que explican las personas que allí encuentra. Los relatos reales se intercalan con los comentarios que el joven publica en su cuenta de twitter y que suponen una reflexión sobre lo que la sociedad actual puede aprender de las vivencias y valores de las personas mayores.
Lecciones de vida
Esta obra nos acerca a una generación que lidió con circunstancias muy duras como la guerra civil o la necesidad de emigrar en busca de trabajo, dándonos auténticas lecciones de vida sobre temas tan universales como la familia, la solidaridad, el amor o la amistad.
Además, casi sin querer, el libro nos muestra la fotografía de un momento, finales de los años 50 y principios de los 60, en el que las ciudades industriales, como Cornellà, comenzaban a crecer con la llegada de inmigrantes de diversas partes de España. Vemos escenas de barrios que empezaban a construirse y cuyos primeros pobladores fueron estas personas llegadas de Andalucía, Castilla o Extremadura, que dejaban atrás a su familia y amigos para convertirse en catalanes de adopción. La obra es un trabajo colectivo que ya se encuentra a la venta a través de internet. Los beneficios irán a parar a una causa social.
Romper con la soledad
En Catalunya, más del cincuenta por ciento de la población mayor de 65 años vive sola, siete de cada diez de estas personas son mujeres. Este es el perfil mayoritario de los integrantes del grupo de soledad que ha montado Jordi y así es cómo llegaron a “romper” con su aislamiento.
“Si te quedas en casa, te pones a pensar y acabas fatal”. Irene Vázquez . Ama de casa y pensionista
“Yo tengo depresión crónica y estaba tan mal, tan mal, que la psicóloga me mandó con Jordi. Ahora, ya puede llover, nevar o hacer frío que yo vengo al Grupo”, explica Irene con su innegable deje gallego. “Cuando te quedas sola en casa empiezas a pensar y a pensar y te entra una pena que acabas fatal, y en cambio cuando tienes un sitio así como este a dónde ir… eso te da la vida” asegura.
“Me gusta tener algo para poder salir de casa”. Germana Moro. Ama de casa y pensionista
A Germana le gusta explicar que nació en Francia, que sus padres ya fueron emigrantes antes que ella. “A este grupo llegué porque mi hermana iba a la consulta de Jordi y él le dijo de venir, la acompañé y ya el primer día pedí si podía volver” relata. “Me gustaría poder tener una actividad como esta más días, porque me viene muy bien para poder salir de casa” asegura.
“Yo soy muy de estar en casa, pero esto me ha animado”. Mª del Pilar López Moreno. Ama de casa y pensionista
“Desde que me quedé viuda, ya no salgo, no voy a ningún sitio. Jordi le explicó a mi hija lo del Grupo y desde entonces vengo muy contenta, la verdad” explica Pilar, que asegura que si alguna vez falla, es por motivos de salud. En el Grupo ha hecho amistad con otras señoras y cuenta que se llaman por teléfono y la invitan a salir, aunque Pilar insiste: “Yo soy muy de estar en mi casa, aunque esto me animado un poco”.
Premio Enfermería en Desarrollo
El “Grupo de soledad” del que se habla en el libro es un proyecto enfermero premiado en 2019 en los galardones Enfermería en Desarrollo, en la categoría de Iniciativas Corresponsables. El trabajo de Jordi Ramón demuestra que una intervención grupal periódica en la que se trabajan aspectos como la estimulación cognitiva, los patrones relacionales interpersonales o los hábitos saludables, tiene un impacto muy positivo en la percepción de soledad de los participantes.
Un trabajo colectivo
La obra es un trabajo colectivo y ya se encuentra a la venta a través de internet. Los beneficios irán a parar a una causa social
El estudio realizado pone en relieve una disminución significativa de las demandas en salud, el aumento de participación en actividades comunitarias y la mengua de factores de riesgo para la salud y de la prescripción farmacológica.
“Nosotros tenemos un programa de soporte a la primaria desde la que nos derivan muchos casos diagnosticados con problemas de salud mental, pero que a la que rascas un poco ves que es un problema de soledad” explica Jordi, que enfatiza la importancia de realizar un trabajo que vincule a estas personas a la comunidad. Gracias a esta reunión semanal los participantes crean lazos entre ellos y organizan otras actividades como salir a caminar, ir al cine o incluso un huerto urbano. Propuestas que los motivan a salir y relacionarse, rompiendo con la tendencia de estar en casa aislados.
“Mejora la parte psíquica y así también mejora la física” apunta Jordi que explica cómo entre los participantes disminuye el uso de ansiolíticos, antidepresivos y fármacos para el dolor. “Muchas veces el malestar psíquico se convierte en dolor físico, al mejorar esa parte afectiva, en general su percepción del dolor también mejora” asegura el enfermero.