Neno Herrera es su firma. En ella, confluyen su afición por el arte, su pasión por los niños, pues quería ser maestro de educación física, y su vocación por la enfermería, su profesión. Su nombre real es José Carlos González, enfermero del Hospital Materno-Infantil de Málaga. En su trabajo asistencial, Neno emplea sus habilidades como artista para tranquilizar a los niños ingresados cuando tiene que realizar una intervención, pues antes tranquiliza a sus pequeños pacientes con un dibujo. “Considero que no todo está en la medicina. Intento que sea como una puesta en escena. Por supuesto, la sonrisa la debe llevar un enfermero siempre. Lo que nadie espera es el siguiente paso, que el enfermero pregunte al niño si quiere un dibujo. Y, el tercer hecho relevante, claro, es que sea una buena ilustración. Todo ello tiene un efecto terapéutico, cambia totalmente el paradigma. Con los trazos, el color… consigo que se relajen. Mientras dibujas mantienen el interés por lo que estás haciendo y se olvidan del resto de cosas. Centras su atención en un ejercicio muy parecido a la meditación”.
“La sonrisa la debe llevar un enfermero siempre, cuando entra en una habitación. Claro, nadie espera el siguiente paso. Pegunto al niño si quiere un dibujo. Y, el último hecho relevante, claro, es que sea un buen dibujo. Todo ello tiene un efecto terapéutico enorme”, afirma Neno Herrera
José Carlos lleva trabajando así muchos años, desde que comenzó su trayectoria profesional en el hospital malagueño hace quince años, primero en la unidad de cuidados oncológicos y luego en la unidad de infecciosos, donde sigue en la actualidad. “Llevo toda la vida dibujando con los niños. Recuerdo que al principio lo hacía en las bolsas de suero. Ahora no se puede porque hay que rotularlas con pegatinas. Antes, en el mismo suero hacía una caricatura del niño o se la hacía en un papel y se la ponía delante. Son como ilustraciones de cuentos. A lo mejor lo pinto montando en un globo y esto tan simple lo invita a soñar, a verse a sí mismo volando. Esta fantasía los distrae, viven ese momento de otra manera, más fantástica. Sin darnos cuenta, hacemos este tipo de terapia, donde el efecto de la medicina está también en otras partes de nosotros, en cómo nos dirigimos y nos presentamos como enfermeros y en la forma de llevar tú una medicación. Yo me siento un privilegiado por tener la posibilidad de emplear el arte en mi trabajo como enfermero. El efecto terapéutico mejora. No es lo mismo que te traten bien a que no te hagan caso. No somos máquinas y nuestros pacientes son personas a las que hay que tratar lo mejor que se puede. Cuando ves la sonrisa de un niño, su expresión, al darles el dibujo te llevas una recompensa enorme, que no tiene precio”.
Una vez termina su jornada laboral en el hospital, Neno Herrera abre las puertas de su taller de pintura. Su condición de enfermero también se refleja en su obra. “Cuando estoy en el Hospital Materno-Infantil tengo que llevar un escudo, porque cuando entras en Oncología no vives situaciones agradables. Pero cuando sales, todo lo que has vivido te influye y en muchos de mis cuadros ese dolor está reflejado, porque los pintores, los artistas, creamos lo que sentimos. El arte te desahoga, con el trazo, el color, la textura… Sin duda, si no fuera enfermero, mi obra sería de otra forma. Seguro”. Esta reflexión conecta con su concepto de arte meditativo. “Me gusta llamarlo así. Meditas sobre las formas, los colores, etc. Dejas de verlas de una manera normal o consciente y accedes a otros espacios distintos”. Siguiendo esta filosofía está trabajando en una serie de murales sobre la vocación que espera exponer el año que viene en Málaga. Igualmente, también está preparando una muestra para Nueva York, dando continuidad a su presencia en salas internacionales de ciudades como Londres y en nacionales como Valencia. Entre sus planes inmediatos también destaca su próxima colaboración como ilustrador en un periódico local malagueño.
José Carlos comenzó a pintar siendo niño, primero cómics. Poco a poco, fue aprendiendo modelado, pintura, dibujo, ilustración… Su amigo Antonio Mengíbar, pintor malagueño, es una de sus principales influencias. “Sin olvidar, claro, a los grandes: Sorolla, Velázquez, Goya y, cómo no, su mujer Mari Carmen que tanto le ha apoyado. Aún guardan muchos secretos por descubrir. De ellos tenemos mucho que aprender, sobre todo de Sorolla y de Anders Zorn, impresionista sueco”. Todos estos conocimientos también los transmite en sus clases de pintura, que tienen lugar en su taller y también en las playas malagueñas. “Pinto en el agua, con el caballete hundido”. Y es que sus clases van más allá. “Está cambiando mucho el paradigma del aprendizaje de la pintura. Los alumnos ya no quieren una clase tradicional, sino que se acercan al arte como una terapia emocional”, indica de nuevo Neno, aunque quizás aquí esté hablando el enfermero, José Carlos González.
La pintura de Neno Herrera
Ilustración dedicada a FUDEN
Paisaje con vistas
Gran Vía de Madrid
Arquitectura de herramientas