En profundidad

El socorro, un DEBER

Conocemos el trabajo de los enfermeros de los buques Esperanza del Mar y Juan de la Cosa, que atienden a los pescadores en el mar.

27 julio 2015 / Número 6 9 minutos de lectura

Los pescadores españoles se desplazan a caladeros muy alejados de la Península Ibérica. Entre otros lugares, llegan hasta Gran Sol, junto a las islas británicas en el Atlántico Norte, el sur de Canadá, las Azores y la costa oeste africana, junto a países como Guinea Bissau. ¿Quién cuida de ellos durante las campañas de pesca? ¿Qué ocurre cuando sufren un accidente o algún marinero enferma? Para prestarles asistencia sanitaria, el Instituto Social de la Marina, dependiente del Ministerio de Empleo y Seguridad Social a través de la Secretaría de Estado de la Seguridad Social, cuenta con los buques Esperanza del Mar y Juan de la Cosa, equipados con un área hospitalaria en la que trabaja un equipo formado por un enfermero, dos médicos y un marinero sanitario. Bárbara García Rodríguez, Silvia Mayoral de la Puente, Alberto Ojeda y José Manuel Félix Rodríguez son los cuatro enfermeros que conforman la plantilla, las dos primeras del Juan de la Cosa y los dos segundos del Esperanza del Mar. “Es una gran satisfacción comprobar que la gente que está en medio del océano requiere tu asistencia y le puedes ayudar. La pesca es un trabajo muy duro. A veces, te encuentras con situaciones de emergencia vitales. Sólo nos tienen a nosotros. El hecho de estar junto a ellos para socorrerlos y hacerles la vida más fácil es muy gratificante”, destaca Alberto Ojeda, a modo de balance sobre sus siete años a bordo. “El trabajo en el mar es muy arriesgado. Están aislados, en un medio inhóspito, con condiciones climáticas extremas, lo que provoca que se produzcan más accidentes y patologías”, explica José Manuel Félix, cuya relación con el mar le viene de familia. Además, muchos de sus amigos de su localidad natal, Isla Cristina, en Huelva, también son pescadores. Todo lo contrario que Silvia Mayoral. Sus padres son de León, así que no había tenido un contacto previo con el mundo del mar. “No quería encasillarme nada más acabar la carrera en un hospital o un centro de atención primaria. Tuve suerte y logré embarcarme en este trabajo. El primer mes se te pasa volando. Hay muchas cosas que te sorprenden. Asumes muchas funciones que no desempeñarías en tierra. Si tienes que sacar una analítica haces de técnico de laboratorio. Haces la extracción y analizas la sangre. Cualquier material que empleas lo esterilizas tú. No hay nadie más. He aprendido muchísimo, competencias que jamás hubiera adquirido en un hospital.

“Es una gran satisfacción comprobar que la gente que está en medio del océano requiere tu asistencia y le puedes ayudar. La pesca es un trabajo muy duro. A veces, te encuentras con situaciones de emergencia vitales. Sólo te tienen a ti. El hecho de estar junto a ellos para socorrerlos y hacerles la vida más fácil es muy gratificante”.

Hago cosas que ni de lejos hubiera imaginado”. Silvia aún recuerda con intensidad sus primeras semanas en el Juan de la Cosa. “Fueron complicadas. Tuvimos que evacuar a dos pacientes en helicóptero. Como no estaban medicalizados, tuve que acompañarlos a tierra. Uno fue un Wolff Parkinson White, una arritmia bastante atípica, y otro una pancreatitis”. No obstante, no es lo habitual. La compañera de Silvia, Bárbara García, responde al teléfono desde el mismo buque, pues es ella la que está embarcada. “Este mes estamos con la campaña de la anchoa en el Cantábrico. Es una flota importante, pero tenemos la ventaja de que los pesqueros faenan por la misma zona. En cuanto nos llaman, acudimos en un tiempo relativamente corto. Hasta el momento, hemos visto unos cuantos casos. El más grave ha sido un traumatismo craneal con fractura de clavícula”. Bárbara responde a nuestra llamada ya que se encuentra a unas quince millas de la costa asturiana y ese día están en una zona con cobertura de teléfono. No es lo habitual. Cada mes, el barco parte de puerto el día 5 y regresa el 30 ó 31. En este tiempo, tienen aproximadamente 30 minutos de teléfono satélite para hablar con sus familias. Bárbara, que acumula cuatro años de experiencia, recuerda que fue uno de los aspectos a los que más le costó adaptarse. “Al principio es duro, pues te encuentras aislada y no puedes desconectar del ambiente del barco, acudiendo a tu domicilio como ocurre en otros trabajos. Al final, te acabas acostumbrando, aunque siempre con la idea de que es algo temporal que tienes que aprovechar al máximo, sobre todo conociendo cómo están las condiciones en tierra para tus compañeros”. Los cuatro enfermeros reconocen que se trata de un trabajo temporal. Bárbara, por ejemplo, continúa formándose e incluso no descarta trabajar en otro país temporalmente. Alberto vive a diez minutos del puerto donde el Esperanza del Mar tiene su base, en Las Palmas de Gran Canaria. Aunque dejó su trabajo en el Hospital Insular para embarcarse en este buque, hace ahora siete años, siempre tuvo claro que no era algo para toda la vida. “Te vas haciendo mayor. Ves que los compañeros lo dejan y buscan otros empleos. No sé cuándo, pero siento que no es un trabajo para toda mi vida. Tengo 34 años y un hijo de un año y medio. Cuando estoy en casa todo mi tiempo es para él y para mi pareja, pero después estoy otro mes fuera…”. Por su parte, Silvia Mayoral está estudiando un máster en medicina tropical y cooperación internacional. “El barco está bien. Pero tampoco es tu medio. Te adaptas con la idea de cambiar. Así estamos todos los sanitarios ahora”.

 

salvamento maritimo

La tripulación de cada buque es de 32 de personas. Entre ellos establecen un vínculo especial. Conviven como una gran familia. “El vínculo con los compañeros es especial. Estamos juntos 25 días y terminas estableciendo, con muchos de ellos, una relación de amistad, algo que en un trabajo normal es más complicado. La convivencia lo marca todo”, explica Alberto Ojeda. “Muchas veces, cuando llego a tierra y veo a mis amigos me doy cuenta de que tengo más confianza con mis compañeros de barco que con ellos”, afirma Silvia.

A José Manuel Félix siempre fue un trabajo que le llamó la atención. Su padre fue marinero y, por tanto, cuando finalizó los estudios de enfermería ya conocía la existencia del Esperanza del Mar. Realizó la formación básica del Centro Nacional de Formación Marítima del Instituto Social de la Marina. En 2005, hace diez años, consiguió entrar en el buque. “Hacemos tres tipos de asistencia. En primer lugar, la consulta radiomédica. Los buques nos llaman solicitando asistencia. El médico la atiende y realiza una primera valoración. Si lo cree necesario, hacemos una consulta ambulatoria. Vamos a buscarlo en nuestras lanchas de rescate con los marineros buceadores y lo traemos a bordo para realizar las pruebas necesarias, como rayos x, analítica, ecografía… Con los resultados decidimos el tratamiento y si es necesario que permanezca ingresado a bordo en nuestro hospital. Intentamos su recuperación para que pueda volver a su pesquero y si no fuera así podemos evacuarlo a tierra, dependiendo de la urgencia y la gravedad. Para ello, disponemos de un helipuerto”.

Tanto el Esperanza del Mar como el Juan de la Cosa están diseñados tomando como base un hospital que ocupa una cubierta completa desde proa. El primero puede albergar a 17 pacientes y el segundo a 10. Ambos tienen acceso directo al helipuerto y a la cubierta, lo que facilita el traslado de enfermos y náufragos a la zona hospitalaria. Entre otros servicios, cuentan con quirófano para cirugía menor, laboratorio y salas de cuidados intensivos, curas, exploraciones radiológicas y aislamiento. También llevan tres botes de rescate y otro cubierto, destinado a las evacuaciones. “Tenemos de todo, ya que a mitad de mes no tienes la posibilidad de solicitar algún suministro o ir a buscar un fármaco. Llevamos muchísimo material de ortopedia y disponemos de muchos equipos, como un pleur evac, un respirador en la UCI, un ecógrafo, etcétera”. Para los casos más complicados, tienen a su disposición el servicio de telemedicina del Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid. “Abarcamos un amplio sector de patologías. Hacemos de todo, atención primaria y especializada”, explica José Manuel Félix. “Te puede venir cualquier patología, cardiología, traumatología, digestivo… Sobre todo vemos muchos traumatismos, amputaciones de falanges distales, síndromes coronarios y dolores abdominales, entre otros”. La campaña del bonito en Gran Sol, entre junio y septiembre, suele ser la que registra más siniestralidad laboral. “Es la más complicada, porque la distancia entre los barcos es muy pequeña y pescan a caña, por lo que los anzuelos clavados son el pan de cada día. Hay ocasiones en las que hemos tenido cuatro personas con anzuelos clavados en sala de espera”, indica Bárbara García.

La época más tranquila es la del pez espada, en las Azores, que se desarrolla entre enero y abril. “Las redes miden hasta 80 kilómetros y pueden pasar días sin ver un solo barco. Aquí lo complicado son las distancias, ya que puedes tardar varias jornadas en llegar a un pesquero para atender un accidente”. El medio marino en sí es otra de las dificultades que deben salvar las enfermeras en su día a día. Así lo subraya Silvia Mayoral. “A veces tienes que sacar en camilla a un paciente de su pesquero. Esto complica el trabajo y hasta te olvidas de la patología, porque lo importante es hacer lo mejor posible el traslado. En ocasiones hasta tienes que usar las propias grúas de los barcos y llevar a la persona sujeta con cabos. Para nosotros es el momento más crítico”. El trabajo en quirófano o en la sala de curas es también complejo. “El barco se mueve muchísimo. Para coger una vía, tienes que guardar el equilibrio abriendo las piernas al máximo. Todo el material está untado con antideslizante para que no se mueva. Cuando hacemos, por ejemplo, una intervención quirúrgica una persona se dedica exclusivamente a sujetar la lámpara, porque si no golpearía continuamente las paredes”, explica Silvia. En estas condiciones, el trabajo en equipo es fundamental. “Trabajamos codo con codo con los médicos”, asegura Alberto Ojeda. En caso de ingreso hospitalario, los enfermeros, al ser sólo uno, tienen que estar disponibles las 24 horas, con el fin de atender cualquier necesidad que pueda tener el enfermo ingresado. Para ello, también cuentan con el apoyo de los marineros sanitarios. Sus camarotes son los únicos de la tripulación que se encuentran en la planta del propio hospital del buque. “Los pescadores terminan conviertiéndose en nuestros compañeros de viaje”, indica Bárbara. “Yo estoy encantada con el tipo de pacientes que tenemos y con el trato que puedes establecer con ellos. Cuando trabajas en la planta de un hospital, igual tienes a diez pacientes para ti en el turno de tarde. Pero si libras dos días cuando llegas muchos ya no están. En cambio, aquí, los ves desde que te lo traes de su barco, lo tratas, lo ves por las mañanas, los mediodías y las noches. Sigues su evolución completa. Me parece muy interesante.

Te dedicas exclusivamente a ellos, algo que no puedes hacer en tierra. Aparte, los marineros son muy agradables. Están en el mar, alejados a muchos kilómetros de tierra. Tardarían días en llegar a un hospital. Entonces, ven que los vamos a buscar, los tratamos y los cuidamos. En definitiva, los ayudamos a salir adelante. Son muy agradecidos. Son personas muy duras, aguantan muy bien el dolor”. Silvia añade que ha cambiado su visión del marinero. “Vivir en el mar no es fácil. Sólo cuando conoces su profesión aprendes a valorarlos realmente. El trabajo es durísimo. El sistema de navegación se ha modernizado, pero sigue siendo una labor muy artesanal, de mucha carga física”

Aunque la razón de ser de los dos buques es llevar la atención sanitaria a los pescadores españoles, también responden a cualquier tipo de emergencia que se puedan encontrar mientras navegan. En muchas ocasiones han atendido a la tripulación de petroleros e, incluso, han llegado a rescatar a los viajeros de un velero francés. Sin embargo, las experiencias más complicadas fueron hace unos años con los inmigrantes que trataban de llegar a las costas canarias en cayucos. “Fueron situaciones que marcan tu vida personal y profesional. Vivimos momentos difíciles”, recuerda Alberto Ojeda. “En el año 2008, llegamos a rescatar a 68 personas al mismo tiempo. Salvas sus vidas, pero son hechos que no quieres que se vuelvan a repetir nunca más”.

España es el único país de Europa que cuenta con buques de asistencia sanitaria como el Esperanza del Mar y el Juan de la Cosa. En ellos, Bárbara, Silvia, Alberto y José Manuel cumplen con su deber de socorro a los pescadores españoles. Es una enfermería diferente, como afirma Alberto: “Nunca había tenido contacto con el mar. Es curioso. Pero cuando me planteé ser enfermero, siempre quise que mi vida profesional no se limitara a un centro de salud o a un hospital de 500 camas. No creía que el mundo laboral se circunscribiera a la sanidad habitual, porque la enfermería puede desarrollar otras funciones y trabajos más diversos, como el cuidado de la flota pesquera”.

Los anzuelos

Una de las patologías más comunes que el personal sanitario del Juan de la Cosa y el Esperanza del Mar atienden son los accidentes laborales provocados por los anzuelos de los pescadores. Sobre estas líneas, la enfermera Bárbara García Rodríguez durante la intervención de un marinero al que se le clavó un anzuelo.

De la tierra al mar

El trabajo de la enfermería en el Juan de la Cosa y el Esperanza del Mar tiene muchas diferencias respecto al día a día de un enfermero en un hospital o un centro de salud. “Fundamentalmente en tierra es plenamente asistencial. En nuestro caso, además de lo anterior, tienes que llevar a cabo una labor de mantenimiento y gestión del departamento”, indica Alberto Ojeda, quien nos atiende desde el Esperanza del Mar mientras se encuentra en su puerto base de Las Palmas de Gran Canaria, al que ha regresado en mayo antes de lo habitual. Por ello, durante los días en los que permanece atracado, Alberto se dedica a preparar todo lo necesario para que el centro hospitalario del buque esté listo para la travesía del mes siguiente. “Ahora mismo estoy recepcionando los pedidos necesarios para el próximo mes de junio, cuando partirá de nuevo el día 5”.

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