A pesar de los encierros y de las manifestaciones, el hospital Carlos III ha sido víctima del plan de sostenibilidad de la Comunidad de Madrid. Todos los demás cambios propuestos a nivel hospitalario no cuajaron, excepto la transformación del hospital de referencia de enfermedades infecciosas Carlos III en un hospital de media y larga estancia, anexionándose al hospital La Paz. Sin embargo, el pasado 6 de agosto La Paz desestimó el ingreso de Juliana B. y Miguel P., este último enfermo de ébola -EVE-, trasladándolos a nuestra 6ª planta. Por desgracia, Miguel falleció el 12 de agosto. Después volvieron a cerrar la planta y continuamos siendo hospital de media y larga estancia. Un mes y medio más tarde, el 22 de septiembre, ingresó un nuevo caso en la sexta, esta vez procedente de Sierra Leona, Manuel G. V.. Por desgracia, falleció el día 25. Se volvió a cerrar la planta.
Desde diciembre de 2013, que se inició el brote en Guinea, la situación en África Occidental está descontrolada, pero todos miran hacia otro lado. Aunque en las últimas semanas, por fin, parece haber indicios de esperanza. Para los trabajadores del Charly, como nosotros llamamos cariñosamente al hospital, supuso un reto afrontar estos casos con las máximas condiciones de seguridad conocidas hasta ese momento y acorde a las indicaciones de la OMS. En ocasiones
anteriores se habían atendido otras enfermedades que levantaron la alerta epidemiológica. Al igual que entonces, nuestra actitud no fue de rechazo sino de responsabilidad, poniéndonos manos a la obra. Cuando, por desgracia, falleció Manuel volvió a ocurrir lo mismo. Cerraron la planta, mientras el personal que había estado en contacto con él se tomaba la temperatura dos veces al día. Más del 95% de estos contactos eran enfermeras, auxiliares de enfermería y personal del servicio de limpieza, los que más riesgo han asumido en estas crisis.
El 6 de octubre por la tarde se volvió a activar el protocolo del EVE por la sospecha de un ciudadano español que había venido de Nigeria y… otra vez a abrir la 6ª planta. Pero lo que nunca podríamos haber imaginado es que pocas horas más tarde una compañera fuese la siguiente en ingresar, el primer caso de contagio fuera de África. Esa misma madrugada llegó Tere, en medio de una tremenda expectación internacional. Si antes había un gran respeto a esta enfermedad, ahora era miedo ya que no teníamos idea de cómo se había infectado. Tere podíamos ser cualquiera. El sentimiento que provoca ver cómo una compañera querida por todos se debate entre la vida y la muerte es difícil de describir. Podríamos decir que angustia, rabia, coraje, miedo, ganas de luchar, de hacer todo lo posible… están entre ellos. Pero, en especial, rabia porque desde que el hospital es un anexo de La Paz muchos nos hemos sentido agraviados por cómo se han tratado estas crisis. Una vez que habíamos cambiado por completo el tipo de pacientes teniéndonos que adaptar, reaprender nuevas prácticas y a pesar de que ya no éramos hospital de referencia, hemos tenido que atender a todos los casos de EVE sospechosos y confirmados que han llegado sin saber si seguiríamos haciéndolo o no. Hasta dejaron de venir los enfermeros de intensivos de La Paz que en un principio nos apoyaban.
“El sentimiento que provoca ver como una compañera querida por todos se debate entre la vida y la muerte es difícil de describir”.
Las primeras dos semanas fueron espantosas debido a la ausencia de un liderazgo político en el manejo de la crisis; acosados por los medios de comunicación; asustados de las barbaridades que se decían; dando explicaciones a nuestras familias y amistades que, en muchos casos, no entendían por qué no nos negábamos a hacer nuestro trabajo; el rechazo a nuestro alrededor; y, para remate, las declaraciones del Consejero de Sanidad. A pesar de todo, aceptamos el desafío de sacar a Tere, de no tirar la toalla, y conviviendo con el miedo miramos hacia adelante con esperanza. En medio de toda esa vorágine, cuando traspasaba las puertas del hospital para acudir a mi puesto de trabajo, puertas atestadas de periodistas y protegidas por la policía, era como si entrara en otro mundo, donde estaba rodeada de personas que me transmitían tranquilidad y confianza, donde sabía lo que tenía que hacer y donde me sentía segura. Esto hacía que las veces que tuve que entrar a su habitación, así como a la del resto de casos sospechosos, me sintiera tranquila y segura. Entre todos: supervisores, enfermeras y auxiliares de enfermería, enfermeras de preventiva, personal de la limpieza, celadores y médicos hicimos un equipo cohesionado en el que nos sentíamos perfectamente integrados. En cada turno se planificaban las entradas con la máxima de que fuesen las mínimas veces necesarias y siempre con garantías de seguridad. Una vez decidido, las preparábamos minuciosamente y se repartían las tareas, cada uno se encargaba de una cosa: vigilar el tiempo que pasábamos dentro, vigilar la intervención a través de la pantalla con el listado de comprobación previamente elaborado, vigilar el momento de la salida, la limpieza… Gracias a ello, al trabajo en equipo, cuando entrabas estabas tranquila y centrada en hacer bien tu trabajo, con precaución pero sin miedo. Tenías la sensación de que estabas siendo útil, por ella y por ti, ya que tú podías ser ella. Son momentos que vives con una ligera tensión, necesaria para estar concentrada. Cuando sales de la esclusa te relajas y analizas con tus compañeros las incidencias. Mientras estabas dentro te identificabas para que supiera quién eras e intentabas transmitirle afecto, ánimo y energía con las palabras y los cuidados, aunque la comunicación a través del traje de “huevo frito” tenga sus limitaciones.
“En cada turno se planificaban las entradas con la máxima de que fuesen las mínimas veces necesarias y siempre con garantías de seguridad”.
Durante las dos primeras semanas se dijeron tantas barbaridades sobre la seguridad de los trajes… Tantas organizaciones y personas han hablado en nuestro nombre, sin contar con nosotros… Y ustedes se pueden preguntar ¿en dónde estábamos? ¿Por qué no hemos hablado? La respuesta es bien sencilla: porque estábamos haciendo nuestro trabajo, guardando la máxima serenidad posible y asumiendo la responsabilidad que teníamos de sacar a Tere viva de esa habitación y que no hubiese más contagios. A pesar de todas las dificultades y gracias a ello lo hemos conseguido. Estoy indignada, como muchos de mis compañeros, por todas las mentiras que se han dicho, por el trato que muchos medios de comunicación han hecho de esta crisis, ahondando en el sensacionalismo, invisibilizando el papel del personal de enfermería, dando voz a fuentes que no tienen nada que ver con nuestro hospital, alarmando a la sociedad, sacando fotografías que alteran el derecho a la intimidad. ¡Hasta dijeron que había muerto!
Es una cuestión de tiempo verlo, pero creo que nuestro Sistema Nacional de Salud aprovechará esta experiencia para la mejora de la atención y para garantizar nuestra seguridad y la de nuestro entorno. La experiencia del equipo de enfermería europeo que más casos ha atendido de EVE. Aunque es ya casi una tradición que en España el personal de enfermería “vale para todo” pero, sea como fuere, me siento satisfecha, y puedo decir que mis compañeros también, del trabajo realizado y orgullosa de formar parte de este maravilloso equipazo del Charly que ha sacado adelante a Tere.