Comenzó su andadura profesional en Madrid, en el Hospital La Princesa, donde estuvo 10 años; 8 de ellos, en la unidad de Psiquiatría. «Después, participé en la apertura del Hospital Universitario del Henares, y trabajé en el Hospital Universitario Infanta Cristina durante 13 años». Ahora, se encuentra en un centro de salud mental en Rivas Vaciamadrid, perteneciente al Hospital Universitario del Sureste. Es, también, doctor en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Jesús Olea Ferreras ha estado toda su vida vinculado a la docencia, la formación de posgrado y la formación continuada en hospitales porque cree firmemente que «aún queda camino por recorrer dentro de la enfermería cuando hablamos de tratar a pacientes con discapacidad intelectual». A ello, se suma su buena mano con los más jóvenes. «He sido monitor de Scout durante 20 años, he hecho voluntariado antes y siempre he trabajado en salud mental».
‘Respiros’ necesarios
‘El Respiro’ llegó a Jesús de una manera fortuita, ya que, desde la Fundación AVA. Por la discapacidad intelectual, buscaban estudiantes de enfermería que quisieran ser voluntarios y, a su vez, conseguir créditos para la universidad. Un quid pro quo con el que se fomentaba la relación entre jóvenes con y sin discapacidad intelectual. «Me llegó un email como profesor, y me puse en contacto con ellos. Me dijeron que se habían centrado en la enfermería para buscar voluntarios porque a los padres les da tranquilidad. Poco a poco, se están uniendo estudiantes de fisioterapia y de psicología». Así, inició una relación que ha conseguido traspasar a su propio hijo, de 13 años, que ya ha acudido en más de una ocasión como voluntario. Y es que esa ha sido «una de mis luchas» desde que se involucró con ‘El Respiro’: intentar acercar a los chicos a personas próximas a su edad. «Ver que hay voluntarios más jóvenes y que, aunque los chicos no se comunican de la forma convencional, percibas que se relacionan y que conectan mejor, es muy bonito». «Normalmente», cuenta Jesús, «vamos un monitor por niño, incluso hay veces que va un monitor y un voluntario. Son niños con alta discapacidad intelectual, la mayoría con trastorno del espectro autista, lo que hace que sus barreras de comunicación sean significativas». Hoy en día, entre 30 y 40 niños y jóvenes de entre 13 y 17 años forman parte de ‘El Respiro’. Para ellos, alrededor de 15 monitores, a los que se suman voluntarios de diferentes entidades.
Jesús explica que, como ejemplo de la complejidad de la situación, «sólo hay uno de los jóvenes que vienen puntualmente que puede relacionarse y comunicarse con nosotros de forma convencional; la mayoría de ellos, lo hacen a través de pictogramas, o ni siquiera eso. Esto hace muy difícil los cuidados en familia los f ines de semana». Punto clave en el que ‘El Respiro’ aparece para ayudar, ya que, durante la semana, «estos chicos están en centros de educación especial».
Así, la logística de ‘El Respiro’ implica recoger a estos niños cada viernes por la tarde, llevarlos a algún albergue o actividad y regresarlos a casa el domingo por la tarde. Además de que los niños disfruten, el objetivo es que las familias tengan -precisamente- ese ‘respiro’ para poder compaginar otro tipo de compromisos o, por qué no, su propio ocio, al mismo tiempo que se refuerza y busca la colaboración de voluntarios jóvenes sin discapacidad para que aprendan a interactuar y tratar a los demás, aunque sus necesidades o formas de comunicarse sean diferentes. «Los familiares también necesitan ese momento de ‘recargar pilas’. No podemos negar que estos niños requieren una atención completa y constante, y eso deja muy poco espacio a sus cuidadores». Aunque, a veces, las familias también se suman a las actividades. De hecho, cuenta nuestro entrevistado, cada año celebran el ‘Día de las Familias’, en colaboración con Decathlon Majadahonda. «Hacemos deporte, talleres… disfrutamos juntos. Las familias viven el tema de ‘los respiros’ con mucha alegría, el ver que los chicos vienen contentos, alegres, se lo han pasado bien… y reconozco que, a nivel personal, a mí me aporta mucho».
En busca del cambio
Jesús destaca el esfuerzo del proyecto por seguir creciendo. «Actualmente, están construyendo una ‘casa ava’ en Las Rozas para poder proporcionar un espacio permanente y seguro a estos jóvenes», detalla. Se define «partidario de dar visibilidad a los problemas», por eso su lazo con ‘El Respiro’. «Es necesario que se vea que hay gente con estas características y que se puede estar con ellos. No se corresponden con los mitos, no debemos quedarnos con el estigma social. Pueden vivir en un entorno razonable, pero, para ello, necesitan recursos».
Prejuicios que, apunta Jesús, no solo forman parte del imaginario colectivo, sino también de la profesión enfermera. «No nos damos cuenta de que la persona con problemas de salud mental también se opera, tiene una neumonía o tiene covid, y debe estar ingresado; precisa unos cuidados orgánicos y no tiene por qué estar en la uhbsm (Unidad de Hospitalización Breve de Salud Mental) cuando ya está bien. Si está en una fase aguda o con su psicopatología no controlada, igual hay que intervenir, pero la gran mayoría de las veces están estables», reclama.
Además de en ‘El Respiro’, Jesús ha participado en el proyecto ‘Stop Psicofobia’ a favor de la desestigmatización de la salud mental, teniendo siempre presente «la importancia de trascender las barreras sanitarias y trabajar en proyectos comunitarios que aborden aspectos sociales». En su centro de trabajo, también intenta concienciar. «El año pasado hicimos unas jornadas de humanización y queremos repetirlas este año. Y estamos inmersos en un proyecto muy chulo que vamos a intentar que salga adelante en colaboración con la Fundación Manantial». Se siente orgulloso del camino andado porque, dice, «antes, ‘sanitario’ y ‘social’ estábamos cada uno por nuestro lado y, ahora, eso va funcionando un poquito mejor». Pequeños pasos que consiguen, y conseguirán, marcar una diferencia significativa en la vida de los demás.