Ha pasado más de un año desde que la guerra estallase a las puertas de Europa de forma inesperada. Las imágenes derivadas del conflicto nos asaltan en los medios de comunicación de forma incesante desde entonces. Tras los estallidos y las batallas geopolíticas que se libran en los despachos, los ucranianos (sobre)viven como pueden, esquivando las consecuencias de un enfrentamiento que no tiene visos de acabar a corto plazo.
En las situaciones más extremas es donde la humanidad tiende a mostrar su mejor cara, y la enfermería no es una excepción. La Federación de Enfermería de Navarra (FEN) constituye uno de esos ejemplos de relatos muchas veces anónimos que nos llenan de optimismo. La FEN se ha comprometido con la población ucraniana canalizando la ayuda humanitaria e impulsando iniciativas solidarias. “Las donaciones que se realizaban en Navarra, las llevábamos a una nave, lo clasificábamos y se enviaban mediante camiones. A través de la comunidad de ciudadanos ucranianos que residían en Navarra, conseguimos contactar con dos ONG y establecimos un concierto de ayuda humanitaria. Empezamos así”. Son las palabras de la enfermera y vicepresidenta de la FEN, Leticia San Martín, quien nos relata los primeros pasos de la entidad.
Demandas sobre el terreno
Esta primera toma de contacto dio paso a una colaboración más estrecha que se intensificó con la visita de enfermeras de la FEN a la zona de conflicto. “A raíz de esto, empezamos a tener contacto con los hospitales y personal sanitario de allí. Una de las primeras demandas que nos hicieron sobre el terreno era conseguir nuevas ambulancias y vehículos para trasladar a los heridos del frente porque estaban todos ametrallados. Lanzamos una primera campaña para conseguir vehículos 4×4 y ambulancias”. La petición tuvo éxito. Empresas y particulares reunieron los recursos necesarios para obtener seis todoterreno y cuatro ambulancias. “Hemos tocado muchas puertas y eso nos ha servido para que muchas empresas colaboraran”, reconoce durante la entrevista. Pero las necesidades sanitarias que se comprometieron a mitigar no terminaron aquí. “Cuando fuimos a entregar las ambulancias, estando en el hospital, nos preguntaron si había posibilidad de traer a algún herido de guerra a España. Eso fue lo siguiente en lo que nos embarcamos”.
“Nos habéis curado el alma”
La odisea burocrática llegó hasta instancias europeas, pero el resultado fue positivo. Obtuvieron los permisos necesarios del gobierno navarro, el ministerio y la UE para evacuar a tres heridos de guerra. “En abril, durante nuestra visita al hospital, nos solicitaron su evacuación. En ese momento no tenían capacidad de hacer intervenciones de microcirugía”, asegura Ohiane Vieira, voluntaria de la FEN. “Estuve un par de días en Polonia junto con una compañera del Servicio Navarro de Salud, Marta Pulido, esperando en la frontera a que nos trajeran a los heridos. Se trataba de tres hombres entre 30 y 45 años de los que se hizo cargo el servicio de cirugía de traumatología. Uno de ellos presentaba una mano catastrófica y los otros dos tenían lesiones en los nervios de las piernas: uno por proyectil y otro por metralla que le había seccionado el nervio”.
Desde Polonia emprendieron el viaje de regreso a España en un vuelo comercial hasta Barcelona y, posteriormente, en coche hasta Pamplona. “Durante su estancia aquí estuve acompañándolos hasta que les dieron el alta en mayo. Dos de ellos se quedaron hasta julio”. En ese periodo la enfermería se hizo cargo de los cuidados que precisaron durante los meses que permanecieron en Navarra. “Hacíamos asistencia en domicilio porque había que llevarlos a rehabilitación y, otro de ellos, tenía una vía central para el antibiótico. El herido de la mano catastrófica fue operado de nuevo en agosto y lo devolvimos en octubre”. Pero este apoyo traspasó los cuidados meramente asistenciales. “Hicimos también apoyo emocional. Nos hemos ido de excursión con ellos a la playa. Hay que tener en cuenta que eran militares, estaban en el frente y tenían problemas psicológicos por los que estaban muy afectados. Al regresar a Ucrania nos decían que no solo les habíamos curado el cuerpo. Decían que les habíamos curado el alma”.
En ese proceso de curación, además, intervinieron los vecinos y la comunidad ucraniana residente en Pamplona. “Una vecina de un pueblo situado a 15 minutos de Pamplona les cedió una casa unifamiliar para que pudieran terminar su recuperación. Se volcaron en ayudarles. Los ucranianos residentes en la ciudad ejercían como traductores durante las sesiones de rehabilitación con los fisioterapeutas y les cocinaban comidas típicas de su país”.
Emociones a flor de piel
Las cicatrices, no solo físicas, han aflorado en quienes han experimentado en primera persona las consecuencias de esta guerra. “En julio, cuando regresaron a Ucrania lo pasé mal”, asegura Ohiane, quien destacó la diferencia de atender a usuarios en urgencias con quienes no mantenía el contacto tras atenderles. “Trabajo en un servicio de urgencias y estoy acostumbrada a no tener contacto con los pacientes. Entran, estoy 3 horas con ellos y se van. Para mí, fue un choque involucrarme tanto, sentirme responsable de que estén bien, de que sonrieran, de que estuvieran contentos… fue una dedicación en exclusiva 24 horas al día. Cuando volvieron, lo pasé mal. Me sentía que les estaba abandonado y que les iban a devolver al frente. Uno de ellos no tenía casa, eran escombros”.
El choque emocional llegó para Ohiane tras despedirse de ellos. “Estuve en Ucrania todo el día llorando. Cuando volví a entrar en Europa, tenía internet y me llegó un mensaje. Eso me tranquilizó. Pensé que podía seguir teniendo contacto con ellos para saber cómo estaban. Actualmente seguimos hablando a diario y cuando he ido a Ucrania hemos quedado. Es reconfortante”.
El aprendizaje ha marcado una experiencia que ha permitido incorporar lecciones, no solo en el ámbito personal, también sobre las capacidades y responsabilidades que puede asumir la enfermería. “Creo que la enfermera tiene una visión global de la que muchas veces no somos conscientes. La población se imagina siempre a una enfermera en el plano asistencial, pero tenemos una gran capacidad de gestión, logística, manejar almacenes, farmacias, recursos humanos, etcétera. En Ucrania hemos aportado otro plus. Hemos liderado los grupos con otros perfiles: médicos y policías, por ejemplo y quienes liderábamos los viajes éramos nosotras”. Un alegato reivindicativo hacia una profesión que, cada vez más, demuestra su rol en el plano del liderazgo.
“Hicimos también apoyo emocional. Nos hemos ido de excursión con ellos a la playa. Hay que tener en cuenta que eran militares, estaban en el frente y tenían problemas psicológicos por los que estaban muy afectados. Al regresar a Ucrania nos decían que no solo les habíamos curado el cuerpo. Decían que les habíamos curado el alma”
Próximas metas
El trabajo de la Federación de Enfermería de Navarra (FEN) no termina aquí. Su compromiso con Ucrania continua y ya tienen un nuevo proyecto entre manos. “A 100 kilómetros de Leópolis hay un centro de refugiados en ruinas donde viven un centenar de desplazados. Son personas vulnerables: niños que viven con sus abuelos porque se han quedado sin padres, madres solteras y hay quienes padecen problemas mentales. Son desplazados que han ocupado sus territorios y han huido hacia al oeste, pero no tienen dinero para salir del país”.
Su próxima meta está en un proyecto de futuro en Ucrania que consiste en la creación de un hogar para refugiados. “Hemos firmado un convenio de colaboración con el ayuntamiento de un pequeño pueblo que está a 30 kilómetros de Leópolis y una ONG local. Nos han cedido un antiguo edificio administrativo de dos plantas y lo estamos rehabilitando”, afirma Leticia San Martín.
Ya se han puesto manos a la obra. En noviembre pusieron el tejado, y ahora están cambiando las ventanas. “De un presupuesto de 200.000 euros llevamos ya acometidos 80.000. Todo esto financiado de formar privada con cenas solidarias que organizamos y la subasta de objetos o piezas de arte cedidas por artistas ucranianos”.
Con lo recaudado van a poner en funcionamiento este refugio que, además, pretende convertirse en un campus deportivo. “Hay un campo de futbol a 100 metros en desuso. Tenemos un árbitro de fútbol como voluntario y hemos pensado que ese hogar sirva para que niños de la zona puedan ir los fines de semana a jugar, como si fuera un campus para que hagan otras cosas más allá de pensar en la guerra y meterse en los refugios antiaéreos”.
A Ucrania no solo ha llegado ayuda humanitaria. Ha llegado la esperanza.