El cáncer es un camino espinoso que nadie pide recorrer. Se cruza, aparece, y hay que hacerle frente como se pueda. Pero es un viaje que puede realizarse de muchas formas, y hay factores que pueden ayudar a transitarlo mejor. Hablamos, en este caso, de la fisioterapia oncológica. Una disciplina que sigue sin ser todo lo visible que debiera. Así nos lo cuenta la fisioterapeuta y técnico en radioterapia Ana Serrano Sanz, toda una autoridad en el mundo de la rehabilitación de pacientes oncológicos
que, confiesa, también fue víctima de la falta de información en este terreno. «Al principio, solo asociaba la fisioterapia oncológica con el linfedema, pero, con el tiempo, comencé a explorar más el campo y me formé en diversas áreas relacionadas. Quería integrar la fisioterapia en el paciente oncológico». Algo que no fue fácil, ya que había muy pocas referencias. «Cuando yo empecé a tener curiosidad, los estudios en España eran muy escasos. Me ofrecieron un trabajo de técnico en radioterapia en Asturias y, allí, el director del centro médico me dijo que quería hacer algo integral; había trabajado en el Memorial Sloan Cancer Center (ee. uu.) y eso le dio un concepto que no se tenía en España».
De por sí, Ana es consciente de que «la población en general asocia la fisioterapia a masaje en la espalda, o a un esguince, pero que la fisioterapia puede ayudarte en una recuperación en la UCI, no. No se conoce la fisioterapia respiratoria, no se conoce la fisioterapia en neurología… y la base de la recuperación de un paciente con una lesión neurológica es la fisioterapia». Lo asume, pero le preocupa más que, en el ámbito hospitalario, «aunque se sabe que es una rama muy importante, hay muchos aspectos que se desconocen y algunos, incluso, nos ponen en duda. Nos asocian a poner tens (estimulación nerviosa eléctrica transcutánea), infrarrojos, y es mucho más que todo eso».
A contra reloj
En el caso de la oncología, no es que haya un ‘lugar desconocido’ dentro de la fisioterapia, explica, sino que hay que ‘moldear’ y encauzar las herramientas que ofrece la disciplina y combinarlas con una formación más específica. «Evidentemente, hay que estar formado en drenaje linfático manual y, a partir de ahí, técnicas manuales, estiramientos y ejercicio terapéutico. Lo que hay que tener muy en cuenta son las particularidades del paciente. No es lo mismo tratar a un paciente superviviente de hace cinco años que a uno en tratamiento con quimio, fisioterapia en fases agudas, o pelviperineal, respiratoria… todo hay que hacerlo en base a las herramientas habituales, pero adaptadas a sus circunstancias».
Recuerda, en este punto, su reciente experiencia con una paciente joven, con cáncer de mama bilateral, operada de las dos mamas. «Me encontró muy pronto, recién operada, y no solo ha recuperado su movilidad, sino también su estado de ánimo. Estaba muerta de miedo y esto la bloqueaba para hacer absolutamente todo en la vida», dice nuestra entrevistada, orgullosa de haber participado en su recuperación emocional casi más que de la física. «Aún no ha terminado la quimio, pero, con cuidado y prudencia, es la mejor etapa en la que puedes coger a un paciente. Además, le acompañas en el proceso».
Y es que una parte crucial de la fisioterapia oncológica, insiste, es el manejo del tiempo. «Me he encontrado a pacientes de cáncer de mama que no podían subir los brazos, e incluso que no podían adoptar la postura correcta para el tratamiento con radioterapia y tenían que ir a rehabilitación antes de empezar las sesiones». Una situación que, explica, es una consecuencia de la falta de prevención y atención personalizada. «Es necesario valorar, primero, en qué situación está la paciente antes de empezar radioterapia porque, derivadas de la cirugía, algunas empiezan a movilizar bien, pero otras no. Esto es lo que se llama prehabilitación». Primeros pasos que pueden marcar una sustancial diferencia en la calidad de vida de los pacientes. «Según las intervenciones que se van a llevar a cabo, ya se sabe qué consecuencias van a tener, y hay que tomar cartas en el asunto cuanto antes».
La población en general asocia la fisioterapia a masaje en la espalda, o a un esguince, pero que la fisioterapia puede ayudarte en una recuperación en la UCI, no.
Cifras de éxito
Una cadena que, si se desarrolla con éxito, revierte positivamente en el propio sistema de salud. «Si los pacientes no tienen complicaciones, evidentemente van a necesitar menos rehabilitación o menos ayudas farmacológicas u ortopédicas. Estudios recientes sobre el cáncer de pulmón, por ejemplo, avalan que la fisioterapia oncológica supone un ahorro de 54,4 millones en estos casos. Es fácil: reducir las complicaciones supone menos ingresos y, eso, menos gastos». Y continúa: «los supervivientes de cáncer de cabeza y cuello tienen muchísimos problemas de disfagia, múltiples secuelas que, en su mayoría, se tratan con medicación. Sabemos que el 80% va a tener dolor, pero con fisioterapia se puede reducir un 50% y, con ello, los fármacos».
Unos números que ratifican su eficacia, pero que, según Ana, no terminan de ser suficientes para que más hospitales integren la fisioterapia oncológica. «Realmente pienso que es por desconocimiento. Los médicos deben conocernos y yo creo que de esto todavía falta un poco. Al no derivarse, no se integra». Añade, también, que la investigación sigue siendo escasa en nuestro país. «Falta evidencia científica porque, hasta ahora, en España -a diferencia de EE.UU., Italia o Francia- no hay muchos estudios relacionados con la fisioterapia en oncología. Eso no nos ayuda. Debería incrementarse la bibliografía».
Ana hace un llamamiento al enriquecimiento que supondría para la atención al paciente que un equipo multidisciplinar trabajase en sintonía. Alude, en este caso, a las enfermeras. «Si pudiéramos estar más en comunicación, sería fantástico, porque son un pilar fundamental para el paciente en este proceso tan importante y tan traumático».