Enfermera en la unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Getafe y escritora, Irene Ferb siempre supo que tenía un alma dual que navegaba entre la ciencia de la salud y el arte que emana de las letras. En todas sus formas, no solo en papel. Porque Irene ha hecho teatro, sabe cantar, y muchas otras aptitudes que, aunque no ha compartido del todo con nosotros, se ve a leguas que le brotan por los poros de la piel. Es inquieta, interesante y muy divertida. El cóctel que, precisamente, se encuentra en sus libros. Comedias románticas que se acercan más a un subgénero denominado ‘chick-lit’, comedias donde las mujeres son mucho más que objetos de deseo. Son las que deciden, las que se arriesgan o se detienen, las que marcan el tempo de su particular historia en la que el amor de pareja, curiosamente, no es el eje que mueve el mundo.
La última entrega de nuestra entrevistada es ‘¿Qué te apuestas?’, punto de unión de una trilogía que comenzó a publicar en la Navidad de 2021, compuesta por ‘Te apuesto la Navidad’, ‘Te apuesto París’ y ‘Te apuesto las Campanadas’. Una publicación que se convierte en la… ¿undécima?
Lo preguntamos porque ni ella misma es capaz de llevar la cuenta. Y no nos extraña. Desde que dio forma a su primera idea, ‘Abrázame que no te quiero’, no ha podido dejarlo. “Se ha convertido en algo inherente a mí”, asegura. Ese primer libro nació bajo el brazo de “una bonita historia”, como ella misma define, que preludia con un mensaje: “cuando alguien me dice qué hay que hacer para escribir, siempre digo que lo importante es tener una idea; lo demás, viene solo”. Quizá su percepción esté algo sesgada, porque Irene tiene un talento comunicativo innato, pero insiste en que debemos creernos que somos capaces de mucho más. “Con 18 años, pensé en escribir mi primer libro, y se me quitó la idea -o me la quitaron, no lo sé-. Fue a los 32 cuando me decidí, y descubrí que eso que yo había pensado de que era capaz de escribir libros era real, y me encantaba. Me había censurado a mí misma durante mucho tiempo y había conseguido convencerme de que no podía”.
Retomando la historia de su primer libro, comparte con nosotros que enseguida se dio cuenta de que le resultaba muy sencillo “inventar tramas”. Además, “ese libro me permitió la licencia de no tener que documentarme, porque se desarrolla en mi propio concepto de cielo y es absoluta fantasía”. Cuando su editora le preguntó de dónde había sacado la idea, Irene no se lo confesó, pero “pensé que me la envió mi tío, que acababa de fallecer. Estoy segura de que fue su vocecita la que me dijo “Irene, ponte a escribir”. Cuando mandé el libro a editoriales y lo vi publicado… siempre he pensado que fue él”.
“Con 18 años, pensé en escribir mi primer libro (…) Fue a los 32 cuando me decidí y descubrí que era capaz, y que me encantaba. Me había censurado a mí misma durante mucho tiempo”
De enfermera… ¿al cielo?
Su trayectoria como enfermera comenzó en 2001, cuando, recién graduada, hizo prácticas en el Hospital 12 de Octubre. Un hospital que se convirtió en su casa durante los siguientes 15 años. “Trabajé en ese hospital hasta que aprobé la oposición. Empecé en urgencias”, y aquí se detiene a matizarnos algo que considera relevante. “Yo creo que, cuando un enfermero termina la carrera, debería pasar, al menos un año, por la urgencia, porque te enseña todas las técnicas que necesitas y te da seguridad para trabajar en otros ámbitos. Yo trabajé dos años y medio en urgencias, luego en endoscopias, y luego 9 años en interna, en una planta”.
De su experiencia en planta salió otro libro, llamado ‘De enfermera al cielo o al caldero’, que recogía anécdotas y situaciones irrisorias vividas durante su jornada laboral. Historias que, tiempo antes, había ido reposando sobre un blog -aún activo- llamado ‘Soy enfermera y me enfermo cada vez que lo pienso’. “En ese momento, lo de escribir era mi vía de escape. La planta fue durilla para mí, había mucho conflicto… a veces, incluso, me quitó las ganas de ser enfermera”. Su blog estuvo muy activo durante ese tiempo, porque “ese hospital es enorme y a nadie le importa lo que tú digas”, pero, cuando aprobó la oposición, todo cambió. “Me fui a donde estoy ahora, el Hospital Universitario de Getafe, y trabajé un tiempo en diálisis hasta que ubiqué el hueco en la UCI. Ya llevo como cinco o seis años”. De este hospital, apenas habla en su blog. “Es más pequeño, todo se termina sabiendo… puede ofender. No soy nada conflictiva; muchas veces he escrito cosas que, luego, no he publicado”.
Investigación y época
Irene, que ha vivido el COVID en una UCI, mantiene una actitud positiva ante la vida. Y es de admirar. “Llevaba dos años en la unidad cuando llegó la pandemia, no me pilló tan de sopetón. Algunos compañeros acababan de llegar y, de repente, se convirtieron en enfermeros especialistas”. Pese a que, en la UCI, “los turnos son muy cansados, la noche es muy mala y hay que pelear”, es un trabajo que “me motiva y me gusta mucho”. De hecho, con su equipo, está intentando sacar adelante “un proyecto de investigación sobre un tema que no se ha abordado, de momento, mucho. Estamos en proceso de búsqueda bibliográfica y leyendo artículos sobre el tema”. Por ahora, prefiere no desvelar de qué se trata.
En el terreno literario, “estoy con una novela en la que he vuelto a mis andadas; volverme un poco loca”. Dice que quiere “cambiar de estilo y de tiempo, por eso voy más a un libro de época, pero sin ser de época… una cosa muy de película. ¿Dónde está Netflix?”, pregunta retóricamente haciéndonos reír por incontable vez durante la entrevista. No sabemos si alguna gran plataforma de streaming fichará sus historias, pero sí comprendemos por qué, quienes las leen, siempre piden más de Irene Ferb.