Se hizo enfermero por casualidad. Confiesa que, «al contrario que otras personas, que les nace esa vocación temprana, yo empecé a estudiar un poco por azar». Sin embargo, asegura, «estoy muy contento de haberlo elegido». Una vez terminada su formación académica, empezó su andadura práctica dentro de la enfermería con contratos eventuales, sustituciones en distintos hospitales de España. Su periplo por el mundo asomaba la cabeza; lo que él aún no sabía es que no podría deshacerse de esa forma de ver la vida. «Empecé lo que yo llamo ‘turismo laboral’. Aprendí mogollón; ir a muchos lugares me enseñó otras formas de entender la enfermería». De hecho, le vino muy bien para su siguiente paso: el Equipo Técnico Español de Ayuda y Respuesta a Emergencias (siglas en inglés de Spanish Technical Aid Response Team), puesto en marcha por la aecid en 2016. «El Equipo incluye, además de personal médico y de enfermería del Sistema Nacional de Salud, otro personal sanitario, experto en agua y saneamiento, logística o técnico en electricidad y electrónica, entre otros profesionales», explica. Una gran responsabilidad que va ligada a su pasión por conocer otros rincones del planeta: «si consideran necesario desplegar nuestro equipo, en 72 horas tenemos que estar trabajando en cualquier país del mundo».
Sin embargo, antes de llegar al start, David ya guardaba un «diario exhaustivo» de todos sus viajes, siempre acompañado de su incansable amiga: la bicicleta. Claro está, fuera del entorno profesional. Testimonios y experiencias que dieron forma a ‘El enfermero que viaja sin botiquín’ (www.elenfermeroqueviajasinbotiquin.blogspot.com), un blog en el que comparte el que él considera «mi legado», donde se pueden encontrar los más de 54 viajes en bici que lleva a sus espaldas, por si algún curioso quiere replicarlos. No tenía intención, dice, de hacerlo público nunca, pero la pandemia le animó. «En 2020, había mucha incertidumbre, nadie sabía cómo iba a evolucionar todo, no existían las vacunas… y me hizo pensar», comparte. «No tengo niños, pero este es, de alguna forma, mi testamento: pensé que podría inspirar a otras personas».
No le costó rellenar rápidamente el blog porque «ya tenía todo el material». El trabajo ha sido, más bien, darle forma a los relatos. «He tenido que transcribir los textos, añadir fotos y construir mapas, para que sea más sencillo entender los itinerarios». En total, suma 44 países visitados, aunque, para él, eso no es ningún logro especial. «Son solo números; las experiencias acumuladas son las que hacen realmente interesante esta afición que tengo». Si le preguntamos por el viaje «más querido», tiene claro que fue uno que hizo con su madre por Irlanda. El «más intenso», donde vivió emociones más fuertes, «uno que hice por Israel, Jordania y Palestina». «Es increíble ver cuánto odio y tensión hay allí y, sin embargo, tanto unos como otros me mimaron y me cuidaron para que me llevara la mejor opinión posible». El «más cómodo» cree que fue «por las grandes islas del Mediterráneo, y en Cuba». «Viajar y acampar al lado del mar es un placer muy recomendable», recuerda.
«En 2020, había mucha incertidumbre, nadie sabía cómo iba a evolucionar todo esto, no existían las vacunas… y me hizo pensar. No tengo niños, pero esto es, de alguna forma, mi legado: pensé que podría inspirar a otras personas»
Aunque la enfermería siempre le acompaña, el nombre del blog no puede ser más real. «Por no llevar, no llevo ni una aspirina». No lo necesita porque, cuenta orgulloso, nunca se ha sentido desamparado en sus viajes. «Recibo ayuda de todo el mundo; lo difícil es que yo pueda ayudar a alguien. La gente me abre sus casas, me da lo que tiene». Algo que ha trasladado a su vida cuando regresa a España. «Soy miembro de la comunidad internacional ‘Warmshowers’ (duchas calientes). Mi casa está abierta a cualquier viajero que pase por allí». Para él, esta faceta de ‘cicloturista vacacional’ es una vía de escape a la presión de la profesión enfermera. «Me encanta mi trabajo, lo doy todo, y acabo agotado física y psicológicamente del hospital». Por eso, «necesito un break (descanso)». Compaginar los días libres es el encaje de bolillos que se ve obligado a hacer para encontrar los huecos y, así, «regresar con las pilas cargadas». Nunca se ha planteado dejar la enfermería por esto. «La bici me permite desconectar, pero sin romper mi rutina familiar ni laboral. Es una especie de terapia vital frente a la fatiga del trabajo».
También ha tenido sustos por su atrevimiento. «Una vez, empecé un viaje en Budapest y llegué a España unos 30 días más tarde, desnutrido y en muy malas condiciones. He llegado a meterme al baño y no reconocerme en el espejo. Hay viajes en los que te quedas muy delgado, quemado por el sol, con barba… no sabes quién es ese señor que te mira», se ríe. Ahora, dice, «ya lo tengo todo más controlado y viajo con mi tienda de campaña, mi camping gas y mi bolsa de ducha; solamente necesito encontrar un poquito de comida y agua cada día». Aún así, viajar de esta forma, garantiza, «te permite coleccionar una cantidad de anécdotas increíble… un día de cicloturismo es como un mes de vida ordinaria. Sobre todo, si no llevas un guion, como yo», vuelve a reír.
Vinculando su segunda pasión con la educación para la salud de la enfermería, está abierto a «hacer algún viaje solidario. Conozco a muchos viajeros que lo han hecho, pero, como cuando viajo pienso más en desconectar, todavía no he llevado a cabo un viaje de este tipo». ‘El enfermero que viaja sin botiquín’ no para: ya tiene los billetes comprados para Islandia, y la Costa Mediterránea de Turquía es otro de sus proyectos para este 2022 que, pronto, podremos leer en su blog. Sus amigos, dice, le han diagnosticado «dromomanía ciclista, que debe significar algo así como que no puedo dejar de viajar en bicicleta», y está involucrado en hacer fuerza social para instaurar el uso de la bici en el entorno urbano. «Si podemos tener cuidades más amables, intentémoslo».