En la Edición de Diagnósticos Enfermeros de NANDA 2018-19, que será publicada próximamente en castellano, figura el Riesgo de Mutilación Genital Femenina como una nueva etiqueta dentro del dominio de Seguridad–Protección. Esta aportación hay que reconocérsela al riguroso trabajo del doctor Ismael Jiménez Ruiz, profesor de la Universidad de Murcia.
La Mutilación Genital Femenina (MGF) es una práctica que viola, entre otros derechos humanos, el de la vida, la libertad y la seguridad. Esta intervención se ejerce sobre niñas en edades cada vez más tempranas, desde los pocos meses de vida hasta los primeros años, por decisión de sus familiares más cercanos (padre, madre y abuelas) generalmente. La violencia que se ejerce sobre los genitales de la niña es muy variada y va desde la extirpación del clítoris hasta la supresión total de los genitales externos, el cerramiento de la vagina y variedades diversas de cortes, amputaciones, pinchazos, perforaciones, cauterizaciones, quemaduras, etc. en el clítoris, los labios y tejidos adyacentes y el orificio de la vagina. La MGF afecta a 250 millones de mujeres y niñas y se realiza en 40 países de África subsahariana y de Oriente Medio y Asia. Aunque en la mayoría de estos países se ha prohibido llevarla a cabo, “está normalizada su práctica” con ausencia total de medidas de seguridad.
La MGF se practica en alrededor de 40 países, 29 de ellos del África subsahariana (franja de Sahel), algunas comunidades de India, Indonesia, Malasia, Pakistán y Sri Lanka y en países de Oriente Medio como Emiratos Árabes Unidos, Omán, Yemen, Iraq e Israel (UNFPA, 2015). En la actualidad está considerada como un acto de violencia de género, aunque se la rodea de justificaciones culturales, como requisito imprescindible para garantizar la pertenencia al grupo de referencia, incluso para favorecer un matrimonio más ventajoso, hasta argumentar razones higiénicas y estéticas. Detrás de estas explicaciones seudoantropológicas, lo que subyace es el sometimiento de la mujer y el hecho de privarla de una vida sexual libre y satisfactoria, relegándola a ser un objeto de placer para el hombre. No está ligada a ninguna creencia religiosa.
Los efectos para la salud son terribles en todos los aspectos de la persona. Puede llegar a producir la muerte por hemorragias e infección. También son frecuentes los traumatismos y, por supuesto, el dolor intenso en el momento de su práctica, que llega a convertirse en crónico, las secuelas físicas del aparato genitourinario con diferente grado de discapacidad y cronicidad y puede llegar a provocar esterilidad.
A nivel psicológico las consecuencias son muy diversas y siempre dramáticas, llegando a determinar la vida sexual de la mujer que ha sido víctima de esta práctica. Todo ello afecta a la mujer en su integridad y en su modo de vida y relaciones. Son comunes los sentimientos de humillación, vergüenza y terrores nocturnos. Se suele manifestar con depresión y baja autoestima. Las madres que promueven la mutilación de las hijas a menudo presentan sentimientos de culpa.
La Mutilación Genital Femenina atenta contra derechos humanos fundamentales y es, además, un acto de violencia de género. Como se ha apuntado, representa un problema grave de salud para las mujeres víctimas de una práctica tan terrible, por lo que tiene que cobrar significado en la práctica enfermera. Afortunadamente, un paso muy importante es su reconocimiento como diagnóstico por la NANDA.
El fenómeno migratorio está extendido esta práctica a través de la población procedente de los países en los que se lleva a cabo. Aunque no se realiza en los países receptores, las costumbres arraigadas provocan que se regrese al país de origen para que se les practique a las hijas, lo que hace que sea un problema presente en nuestro entorno y cotidianidad. Para abordar este problema es necesario un planteamiento multidisciplinar por parte de profesionales de la salud, de la educación y del trabajo social, así como la mediación intercultural. De entre ellos, las enfermeras en el ejercicio de la práctica clínica estamos en lugares privilegiados para identificar el riesgo de MGF, actuar en consecuencia y evitarlo. Según los diferentes estudios, propuestas y protocolos, son factores de riesgo pertenecer a una familia de procedencia de alguno de los países en los que se practica y contar con alguna mujer entre las cercanas que haya sido mutilada. Es un factor de riesgo inminente el que se vaya a realizar un viaje al país de origen de la familia.
“La intervención enfermera debe enfocarse a la prevención, para evitar que se lleve a cabo, y a mitigar sus efectos en las situaciones en las que se ha practicado”
Las matronas y enfermeras que ejercen en áreas de ginecología pueden detectar a mujeres que han sido víctimas y activar el protocolo correspondiente. Las enfermeras que ejercen en Atención Primaria pueden identificar a mujeres y niñas que han sido mutiladas, o un riesgo inminente al tener conocimiento de los preparativos de un viaje, cuando acude la familia para informarse o solicitar las vacunas que son necesarias o recomendables para la zona objeto del viaje. En ambos casos el protocolo de actuación es una guía que facilita una actuación segura.
La intervención enfermera debe enfocarse a la prevención, para evitar que se lleve a cabo, y a mitigar sus efectos en las situaciones en las que se ha practicado. Para la prevención es fundamental propiciar medidas tendentes a mejorar las condiciones de vida de las mujeres, potenciando la igualdad de género, premisa imprescindible para acabar con las prácticas discriminatorias contra la mujer. En la línea de la prevención, además de las aportaciones que se planteen en el desarrollo del Modelo Diagnóstico, es fundamental sensibilizase y sensibilizar a las colegas en la aplicación del Protocolo y poner en funcionamiento la red para evitar su práctica.
En los últimos años está aumentando el interés de las administraciones por este tema. Prueba de ello está en la oferta de guías y protocolos, tanto de ámbito general, como el Protocolo común para la actuación sanitaria ante la Mutilación Genital Femenina (MGF) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2015), como adaptados a las particularidades de cada Comunidad Autónoma.
En los protocolos se recomienda recurrir a los recursos legales, para que se establezcan las medidas cautelares, o a recursos desincentivadores, como la firma de documentos preventivos, cuando sea absolutamente necesario. Las y los expertos en el tema recomiendan, como medida eficaz, la firma de un documento preventivo por parte de la madre y del padre cuando van a viajar al país de origen, por el que se comprometen a no realizarles la MGF a sus hijas durante su estancia. Para mitigar sus efectos será necesario también un abordaje interdisciplinar tendente a ayudar a la mujer a recuperar su autoestima y seguridad, al tiempo que se le facilitan los recursos necesarios para el tratamiento de las secuelas físicas.
En los diferentes campos de la violencia machista las enfermeras tenemos un papel en el fomento del buen trato, la prevención de la violencia y la intervención con la víctima para mitigar sus efectos, abordando los problemas de cuidados de salud derivados de su padecimiento. Esto quizás se tiene más presente por ser un problema más común de nuestra cultura, mientras que lo relacionado con la MGF se ve inicialmente como algo más ajeno, por ser propio de otras culturas. Por ello, nos parece de interés ofrecer esta reflexión para que encendamos las alertas.
Realmente no es un tema tan ajeno, en unos grupos de discusión realizados con matronas la práctica totalidad de las participantes había visto alguna mujer mutilada. La aprobación de la etiqueta diagnóstica va a contribuir a que se tenga más presente el problema.
Lee el reportaje completo en la revista Enfermería en Desarrollo
El artículo de opinión de Cristina Francisco del Rey forma parte de un monográfico sobre igualdad de género y violencia machista, publicado en el nº 17 de la revista Enfermería en Desarrollo, correspondiente a los meses de marzo a mayo de 2018.