Son las seis de la mañana en Pamplona. Es 7 de julio, San Fermín. Faltan dos horas para el primer encierro de toros. Los integrantes del dispositivo sanitario preparado por Cruz Roja para las fiestas patronales de la capital navarra se reúnen por primera vez en la sede de la organización, en la calle Leyre, cerca de la plaza de toros. Una de las coordinadoras del equipo es la enfermera Ruth Reinaldo Iriso, responsable de la gestión de los profesionales voluntarios que colaboran en este tipo de acontecimientos durante todo el año. Sus primeros sanfermines fueron en 2010. “Desde el grupo de coordinación distribuimos a todo el personal con el que contamos en los diferentes puestos del recorrido. Al menos disponemos de dos médicos y dos enfermeras en Santo Domingo, Plaza del Ayuntamiento, Mercaderes, Espoz y Mina y Telefónica. Al frente de cada grupo hay un responsable, no sanitario, encargado de coordinar el trabajo y las comunicaciones. Son personas con experiencia, que conocen a la perfección cómo funciona todo”, explica Ruth. “Posteriormente, cada equipo mantiene una reunión independiente. Repasan la metodología de trabajo, conocen las características del lugar donde se van a ubicar y resuelven las dudas que puedan surgir. Por último, revisamos que todo el equipamiento que vamos a necesitar está correcto. Los socorristas suelen llevar mochilas pierneras con material sanitario básico y nosotros llevamos equipos avanzados con vías aéreas y venosas, mascarillas laríngeas, hemostasia, descompresión torácica…”.
A las siete de la mañana, cada grupo parte para el tramo que tiene asignado, instala todos sus equipos y se coloca junto al vallado, desde donde sigue el encierro, que comienza a las 8. Hay que estar pendiente de todo. “Hay corredores preparados. Con ellos no suele haber problemas. El riesgo procede de quienes vienen a probar, sin saber, y ponen en riesgo a todo el mundo. Aún así, antes de acceder al recorrido deben pasar un control donde rechazan a quienes tienen síntomas de haber consumido alcohol o no llevan el calzado adecuado. Por inercia, los corredores van parándose junto al vallado. Para evitar las montoneras a cada lado, les insistimos en que sigan hacia adelante. Una vez pasan los toros, el responsable de comunicaciones del puesto nos informa si tenemos que atender heridos y nos avisa cuándo podemos saltar con seguridad, una vez han cerrado la zona con barreras. Cuando debemos atender varios casos, los socorristas se ocupan de los más leves y nosotros de los más graves”.
Cada día, las enfermeras van rotando de lugar, siempre integrando en cada grupo a quienes tienen más experiencia con los profesionales que acuden por primera vez. No existen puntos especialmente conflictivos. Depende de cada año. “Santo Domingo solía ser muy tranquilo y últimamente se están registrando muchas incidencias. Por el contrario, la curva de Mercaderes era un lugar de muchas caídas y en los últimos años han disminuido”, detalla Ruth. Su compañera Ariane recuerda cómo vivió el fallecimiento de un corredor madrileño en 2009 en Telefónica: “Unos minutos antes estaba en el poste donde ocurrió todo. Finalmente, me cambiaron de valla. Si no, lo hubiera visto todo de cara. Fueron momentos de muchos nervios. Aunque te imaginas lo que va a pasar, no te lo crees hasta que no lo confirman. Cuando se precisa un traslado, el Complejo Hospitalario de Navarra recibe la información precisa a través de nuestra aplicación informática y la mesa SOS Navarra”. En las distintas partes del recorrido se llegan a disponer hasta catorce ambulancias. En total, durante los festejos suelen colaborar con Cruz Roja alrededor de 120 personas, entre ellas 30 de otras comunidades, todas voluntarias, entre enfermeras, médicos, socorristas y técnicos de ambulancia.Aunque tienen mucha experiencia, las enfermeras señalan que son momentos de mucha presión, como indica Ariane García Sanmartín, que este año vivirá su octavo sanfermín: “Es una situación de mucha tensión, porque todos están pendientes de nuestra labor. Todo el mundo te está viendo. No quieres cometer ningún fallo y no puedes hacerlo”. A pesar de la responsabilidad, los nervios pasan cuando suena el cohete que anuncia el comienzo del encierro. “Entonces te tranquilizas y a lo que venga. Utilizamos el protocolo del politraumatizado, sobre todo para los pacientes más graves. De esta manera, todo el mundo tiene claro cómo trabajar y lo hace de la misma forma”.
Además de los encierros, están presentes el 6 de julio en el Chupinazo, con dos puestos sanitarios integrados al menos por dos enfermeras, cada uno, en la calle Santo Domingo, tras el Ayuntamiento, y en el pórtico de la iglesia de San Saturnino. Durante las corridas, otras dos enfermeras se responsabilizan del botiquín de la plaza de toros para atender al público, pues los toreros cuentan con el servicio sanitario de la enfermería y el quirófano del coso taurino. El dispositivo se completa con el puesto ubicado en la zona conocida como “La coctelera”, un punto de atención sanitaria establecido en la calle Vázquez de Mella los días 6 y 7 de julio y el fin de semana para atender las urgencias, que en en gran parte son intoxicaciones etílicas y lipotimias. Antiguamente, en el chupinazo solían atender también muchos cortes, que han disminuido desde que prohibieron el acceso a la plaza del Ayuntamiento con botellas de cristal.
Al final de cada sanfermín, los voluntarios pasan al menos un día en cada dispositivo, dependiendo también de su disponibilidad laboral, como es el caso de Ruth, que tiene que compaginar esta actividad con su trabajo como enfermera en el centro de salud de Buztintxuri, en Pamplona. Quienes prueban el primer año repiten al siguiente en la mayoría de las ocasiones, como le ocurrió a Ariane, que vivió su primera experiencia como socorrista a los 17 años y hoy sigue, ahora como enfermera. “Somos muchos los que repetimos. Siempre venimos los mismos, lo que nos ha permitido crear lazos de amistad. Somos como una pequeña familia”, finaliza.