Francisco Julián García Rivera no encaja en el perfil convencional de un enfermero. Es clínico, sí, pero también inventor, investigador y una de esas personas que no se resigna a los “esto siempre se ha hecho así”. Durante años, desarrolló su carrera en el Hospital La Paz de Madrid, en colaboración con el Instituto de Investigación idiPAZ. Fue allí donde, casi por casualidad, comenzó un camino que le llevaría a crear dispositivos sanitarios inéditos, pensando siempre en mejorar la vida de pacientes y profesionales. Hoy, trabaja en Granada, pero su impulso innovador no ha hecho más que crecer.
“Visualizo los problemas que veo a diario en mi trabajo, y busco solucionarlos con innovaciones. Detecto necesidades con la práctica enfermera, casi siempre”. El primero fue un cortador automático de discos de ostomía, patentado bajo el nombre de Ostocutter. A pesar de haber ganado reconocimiento y financiación, aún no se ha comercializado. “Aunque sea útil para los pacientes, si no genera beneficio, no se mueve”, lamenta.
Entre sus patentes más recientes, destaca un contenedor para muestras biológicas que protege completamente al personal sanitario de los gases tóxicos del formol. “Se acaba de aprobar la patente. Ahora, estamos buscando si alguna casa comercial quiere apostar por él”, comenta con entusiasmo. “Lo pueden utilizar desde dermatólogos hasta quirófanos oncológicos. Hoy en día, si la muestra es grande, el personal está expuesto a productos cancerígenos. Esta innovación elimina ese riesgo”.
Tecnología para el cuidado
Otra de sus creaciones es un dispositivo que refleja los mililitros de leche que ingiere un bebe en cada toma, que conecta con una aplicación móvil y mide la cantidad de leche que toma un bebé. Surgió tras una experiencia impactante: “Me vino una madre primeriza diciendo que su hijo no se agarraba al pecho. Cuando lo cogí, estaba prácticamente inconsciente. No había tomado nada”. Y es que así nacen sus ideas: en la urgencia de la vida real. “Tengo mucha facilidad para captar necesidades, y mucha imaginación para solucionarlas con dispositivos sanitarios”, afirma.
Pero tener una buena idea no basta. “Es bastante complicado”, dice, sobre el proceso de patentar. “Tienes que hacer una investigación a nivel mundial para comprobar que no exista algo igual. Luego pagar a empresas para redactar correctamente la patente. Y eso cuesta mucho dinero”.
Tengo cerca de 100 ideas, algunas en proceso, pero todo va muy lento si no tienes financiación
Además del coste, están las barreras legales y técnicas. “Antiguamente, ibas y te lo protegían. Ahora, hay un criterio nuevo, la actividad inventiva, y, muchas veces, te lo echan para atrás por ser ‘obvio’. Entonces, tienes que pagar otra vez para recurrir”.
Hoy en día, cuenta con varias patentes registradas, aunque ninguna ha llegado todavía al mercado. “Tengo más de 100 ideas, algunas en proceso, pero todo va muy lento si no tienes financiación. El dispositivo de muestras biológicas, por ejemplo, empezó hace más de dos años”.
Competir en desigualdad
Francisco ha sido dos veces ganador del Programa Healthstart de la Comunidad de Madrid, que apoya la innovación. Aun así, denuncia que el sistema de ayudas favorece a los perfiles médicos frente a los de enfermería: “uno de los criterios que más se valora es el currículum del investigador principal. Así que compites con jefes de servicio de oncología, por ejemplo. Es muy difícil”. Además, alerta del riesgo de ‘robo de ideas’. “Hay que firmar contratos de confidencialidad antes de tener la patente. Si no, hacen ingeniería inversa, cambian cuatro cosas y te dejan fuera”.
A pesar de todo, sueña con el día en que una de sus invenciones llegue al paciente. Para él, la innovación enfermera es, ante todo, una forma de cuidar mejor. “Lo que hace falta es financiación. Las ideas están. Las ganas, también”.