Invisibles. Como si, al mirarlos, en realidad, nadie viera nada. Sin voz. Así es como puede llegar a sentirse la vejez, también cuando se trata de la atención al paciente. «Todos hemos acompañado a un familiar mayor en un hospital y hemos observado que no se dirigen a él, sino a nosotros, solo porque somos más jóvenes». Lo cuenta Miriam Vázquez Campo, enfermera y doctora en psicología, creadora del Observatorio Contra la Discriminación del Mayor en el Complejo Hospitalario Universitario de Ourense, pero podría contarlo cualquiera. La realidad es esa: existe una clara tendencia a desacreditar las capacidades de las personas mayores solo por el hecho de serlo.
Por eso, ella y el equipo del Observatorio (compuesto inicialmente por ella, la psicóloga Yolanda Maroño y el médico internista Yago Mouriño) han decidido prestar su voz a los mayores para que se les siga escuchando con la intención de que haya un cambio en la imagen negativa que, socialmente, percibimos del envejecimiento. Imagen que, consecuentemente, se refleja en cómo los profesionales sanitarios atienden a este perfil poblacional. Ahora, el Observatorio también cuenta con Belén Piñeiro (trabajadora social), Carlos Bermelllo (periodista), Rebeca Gómez (enfermera), Ana Gómez (enfermera), el equipo de Radio Voz y el grupo de Teatro para Mayores «Aturuxo», de Ourense. «Hemos ido creciendo », dice orgullosa, aunque es consciente de que queda gran camino por recorrer.
«Hay una tendencia enorme a infantilizar a las personas mayores, muchísimo paternalismo, una muestra excesiva de cariño plagado de diminutivos y un trato con demasiada confianza, algo muy común en el contexto sanitario. Y lo peor es que es un lenguaje que ya sale de manera natural. La discriminación es tan sutil y la tenemos tan interiorizada que va a costar tiempo cambiarlo».
La raíz del problema
Ante este ‘mapa’ de situación, y para elaborar una buena estrategia de acción, «hicimos un estudio de investigación en nuestro hospital, con una escala validada que mide el nivel de creencias estereotipadas hacia las personas mayores». La muestra, que englobaba a cerca de 400 profesionales, arrojó resultados preocupantes. «Indicaban
que los sanitarios poseen muchas creencias estereotipadas y que, sobre todo, este nivel de creencias es más elevado cuando el profesional es más joven».
Podemos tener una persona de 90 años totalmente autónoma, y una persona de 50 años que sea totalmente dependiente. Las decisiones clínicas tienen que ir asociadas a otros múltiples factores que no son la edad.
En ese momento, comprendieron la importancia de abordar el problema desde la formación. «Contamos con la colaboración de la UNED e hicimos un curso a nivel nacional vía online dirigido a profesionales sanitarios y sociosanitarios». También contaron con colaboración de la Subdirección de Humanización del Sergas y la Agencia Gallega de Conocimiento en Salud (ACIS). «Desde entonces (2020), hacemos dos cursos anuales sobre la prevención del maltrato al adulto mayor». Además, desde hace dos años, en la Facultad de Enfermería, «estamos abordando dentro de los seminarios de psicología el tema del edadismo, que antes no se incluía dentro del programa formativo, y el alumnado queda muy sorprendido».
Consecuencias en la salud
Son términos duros, pero Miriam apoya sus palabras en que, si persisten estas actuaciones por parte de los profesionales sanitarios, «se continuará disminuyendo la autoestima de los mayores, creyéndose personas menos válidas. Esto está asociado a depresión, ansiedad, soledad… lo que, a su vez, deriva en menor actividad, conductas o hábitos más insanos y un consecuente aumento de la morbi-mortalidad». El término se conoce como la «profecía autocumplida: se creen lo que la sociedad cree de ellos».
Miriam incide además en que, más allá de las consecuencias psicológicas, hay sendos estudios anglosajones que revelan que no se trata igual ante la misma patología o el mismo diagnóstico a una persona mayor que a una persona joven. «En tratamientos oncológicos, reciben terapias distintas, tienen menos posibilidad de ingresar en una UCI, de recibir un trasplante… En tratamientos ante un infarto agudo de miocardio o de patología cardíaca tienen menos posibilidades de recibir algunos fármacos», detalla, y recuerda a los y las profesionales que la edad no tiene que ser un criterio clínico. «Podemos tener una persona de 90 años totalmente autónoma, y una persona de 50 años que sea totalmente dependiente. Estas decisiones clínicas tienen que ir asociadas a otros múltiples factores, y no solo ser una cuestión de edad».
Hicimos un estudio de investigación en nuestro hospital (…) y los resultados indicaban que los sanitarios tienen muchas creencias estereotipadas y que, sobre todo, estas creencias crecen cuando el profesional es más joven.
Miriam es consciente de que el Observatorio acaba de nacer y que eso conlleva que «aún no veamos cambios cualitativos en el ámbito de la enfermería», pero cree firmemente que «esto va a ser beneficioso porque los alumnos que vayan saliendo irán contagiando al resto, y en unos años, seguro, podremos ver resultados reales».
El proyecto ha ido cubriendo el ‘primer frente’, sensibilizando y formando a los profesionales desde sus primeros contactos con el paciente, pero no ha olvidado que sigue habiendo grietas en un contexto social muy amplio. Prueba de ello es ‘La rebelión de las canas’, un programa de radio creado desde el Observatorio y que emiten en ‘Radio Voz’, perteneciente a ‘La voz de Galicia’. «Pensamos… ¿cuál es la forma más intergeneracional de conectar con la población? La radio. Así que ahí fuimos. Conseguimos que nos dejasen un espacio de media hora cada dos semanas. Cada episodio es una pildorita para concienciar a la ciudadanía».
A ello, se suman más iniciativas intergeneracionales, como un concurso de dibujo dirigido a escolares de Educación Primaria que llevaron a cabo el curso pasado. «A futuro, tenemos pensado seguir con los cursos, seguir con el programa de radio, exposiciones… Este año, queremos hacer un concurso de fotografía para adolescentes. Tenemos muchas ideas, pero a veces no son factibles por falta de recursos y tiempo». Un tiempo que, cabe destacar, le ‘roban’ a su vida personal, ya que lo desarrollan fuera de su jornada laboral. «Nuestra Gerencia, nuestra Dirección de Enfermería y el Área siempre nos apoyan y nos dan facilidad, pero, al final, muchas cosas las tenemos que hacer fuera: reuniones, redactar proyectos, etc. Invertimos muchas horas». Un esfuerzo que, sin embargo, Miriam asegura que le compensa. Quiere seguir haciendo el ruido que los mayores, a veces, no pueden. «Te llevas lecciones de vida, te enriquece como persona y como profesional, te llena muchísimo… y conoces a gente con unas tremendas ganas de vivir».