En los últimos años, y en casi cualquier especialidad, la enfermería ha ido evolucionando y ganando protagonismo en la realización y seguimiento de pruebas diagnósticas complejas. También en Cardiología. Lourdes Arminda León Gil, enfermera en el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, nos describe cómo este rol se ha ido transformando con el tiempo, especialmente en el manejo de ecocardiogramas transesofágicos y ergometrías.
“Empecé aquí, justo cuando salí de la carrera, en 2009”, cuenta, con orgullo y algo de nostalgia. Desde entonces, su trayecto ha recorrido buena parte del mapa de la sanidad pública: cardiología, cirugía torácica, farmacia hospitalaria… y cuidados paliativos en San Sebastián. “Pero siempre he vuelto a Madrid”, dice. Y hoy, su lugar es la cardiología, en una unidad donde las enfermeras ya no son asistentes: son técnicas, especialistas, observadoras, educadoras y a veces – sobre todo – acompañantes.
Evolución histórica
La rutina de Lourdes va de ergometrías a ecocardiogramas transesofágicos, dos pruebas tan fundamentales como desconocidas para muchos pacientes. En ambos casos, su papel es discreto, pero esencial: colocar electrodos, controlar constantes, administrar fármacos bajo prescripción, manejar bombas de medicación, asistir durante sedaciones… “No hacemos el ecocardiograma como tal, pero somos quienes vigilamos todo lo demás. El soporte vital, la hemodinámica, el confort emocional del paciente…”. Porque, a pesar de la medicación, hay que intentar que el paciente “esté lo más relajado posible”. Especialmente en las pruebas de esfuerzo con fármacos, pensadas para aquellos que no pueden caminar ni pedalear. “Hay que estar muy pendiente”, explica, “porque el medicamento puede provocar efectos adversos muy rápidos. Tenemos que tener preparados los antídotos, saber cuándo actuar, y cómo tranquilizar a la persona si se angustia”.
Cuando empecé, las ecos las hacían solo los médicos. La enfermera estaba al lado, por si acaso. Hoy estamos dentro de la prueba, no solo ayudando, sino proponiendo, formando parte del servicio. Hay confianza, hay colaboración. Pero, sobre todo, hay espacio para crecer
El papel de las enfermeras ha evolucionado, y Lourdes lo sabe bien. “Cuando empecé, las ecos las hacían solo los médicos. La enfermera estaba al lado, por si acaso. Hoy estamos dentro de la prueba, no solo ayudando, sino proponiendo, formando parte del servicio. Hay confianza, hay colaboración. Pero, sobre todo, hay espacio para crecer”.
Investigación y desarrollo
Prueba de ello es que Lourdes participa en un estudio, junto a otras compañeras, centrado en pacientes cardio-oncológicos en el que son las enfermeras quienes realizan el test de los seis minutos de marcha, una prueba diseñada para medir la capacidad funcional y muscular de personas con insuficiencia cardíaca o valvular. “Es una manera de aportar evidencia, de investigar desde nuestra práctica y, también, de demostrar que hay mucho conocimiento en lo que hacemos”.
Cree que el servicio todavía tiene mucho por ofrecer. “Me encantaría que los estudiantes de enfermería pasaran por aquí. Que vieran que no todo es planta o urgencias. Aquí hay técnica, hay responsabilidad, hay conocimiento”. Su propuesta ya está pensada: abrir el servicio a rotaciones de grado y posgrado, visibilizar este espacio de cuidado avanzado, hacer del día a día una lección clínica y humana.
Mientras tanto, sigue en su puesto. Cambiando electrodos, vigilando saturaciones, sosteniendo miradas. Cada prueba es distinta, cada paciente, también. “Y eso es lo bonito”, dice. “No sabes con qué te vas a encontrar, pero sí sabes qué puedes aportar”.